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Juan Pablo II
Ecclesia in Asia

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El desafío de la inculturación

21. La cultura es el espacio vital dentro del cual se realiza el encuentro de la persona humana con el Evangelio. De la misma manera que una cultura es el resultado de la vida y la actividad de un grupo humano, las personas que pertenecen a ese grupo están formadas, en gran medida, por la cultura en la que viven. Al cambiar las personas y las sociedades, también cambia con ellas la cultura. Cuando ésta se transforma, transforma asimismo a las personas y las sociedades. Desde este punto de vista, resulta más claro que entre la evangelización y la inculturación existe una relación natural e íntima. Ciertamente, el Evangelio y la evangelización no se identifican con la cultura; más aún, son independientes de ella. Y, sin embargo, el reino de Dios llega a personas profundamente vinculadas a una cultura, y la construcción de ese reino no puede por menos de tomar prestados elementos de culturas humanas. Por eso, Pablo VI afirmó que la ruptura entre Evangelio y cultura es el drama de nuestro tiempo, con graves consecuencias tanto para la evangelización como para las culturas84 .

En el proceso de encuentro con las diversas culturas del mundo, la Iglesia no sólo transmite sus verdades y valores, renovando las culturas desde dentro, sino que también saca de ellas los elementos positivos ya presentes. Este es el camino que deben seguir los evangelizadores al presentar la fe cristiana y al hacer que llegue a formar parte del bagaje cultural de un pueblo y, por otra parte, las diversas culturas, cuando son purificadas y renovadas a la luz del Evangelio, pueden llegar a ser expresiones verdaderas de la única fe cristiana. «Con la inculturación, la Iglesia se hace signo más comprensible de lo que es e instrumento más apto para la misión»85. Esta interrelación con las culturas siempre ha formado parte de la peregrinación de la Iglesia en la historia, pero tiene una urgencia especial hoy, en la situación multiétnica, multirreligiosa y multicultural de Asia, donde el cristianismo muy a menudo es visto como extranjero.

Aquí conviene recordar lo que se dijo con mucha frecuencia en el Sínodo, o sea, que el Espíritu Santo es el agente principal de la inculturación de la fe cristiana en Asia86. El mismo Espíritu que guía a la verdad completa hace posible un diálogo fecundo con los valores culturales y religiosos de diferentes pueblos, entre los cuales, en cierta medida, está presente, ofreciendo a los hombres y mujeres de corazón sincero la fuerza para superar el mal y el engaño del Maligno, y brindando a cada uno la posibilidad de formar parte del misterio pascual de un modo que sólo Dios conoce87 . La presencia del Espíritu Santo hace que ese diálogo se realice en la verdad, con honradez, humildad y respeto88. «Al ofrecer a otros la buena nueva de la redención, la Iglesia intenta comprender sus culturas. Intenta conocer la mente y el corazón de quienes la escuchan, sus valores y costumbres, sus problemas y dificultades, sus ilusiones y esperanzas. Cuando conoce y comprende estos diversos aspectos de la cultura puede empezar el diálogo de la salvación; puede ofrecer, respetuosamente pero con claridad y convicción, la buena nueva de la redención a todos aquellos que libremente quieran escucharla y responder»89 . Por tanto, los pueblos de Asia que desean asimilar la fe cristiana pueden estar seguros de que sus esperanzas, expectativas, ansiedades y sufrimientos no sólo son abrazados por Jesús, sino que, además, se convierten en el verdadero punto en el que el don de la fe y la fuerza del Espíritu entran en lo más profundo de su vida.

Los pastores, en virtud de su carisma propio, tienen la misión de dirigir ese diálogo con discernimiento. Del mismo modo, los expertos en disciplinas sagradas o seculares desempeñan un papel importante en el proceso de inculturación. Pero el proceso debe implicar a todo el pueblo de Dios, dado que la vida de la Iglesia como tal debe hacer visible la fe anunciada y hecha propia. Para tener la seguridad de que eso se realice de la forma adecuada, los padres sinodales señalaron algunas áreas que requieren particular atención: la reflexión teológica, la liturgia, la formación de los sacerdotes y de los religiosos, la catequesis y la espiritualidad90.




84 Cf. PABLO VI, exhort. ap. Evangelii nuntiandi, 20: AAS 68 (1976) 18-19.



85 JUAN PABLO II, carta enc.Redemptoris missio, 52: AAS 83 (1991) 300.



86 Cf. ASAMBLEA ESPECIAL PARA ASIA DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS, Relatio post disceptationem,9.



87 Cf.CONC. ECUM. VAT. II, const. past.Gaudium et spes,sobre la Iglesia en el mundo actual, 22; JUAN PABLO II, carta enc. Redemptoris missio, 28: AAS 83 (1991) 273-274.



88 Cf. JUAN PABLO II, carta enc.Redemptoris missio, 56: AAS 83 (1991) 304.



89 JUAN PABLO II, Homilía durante la misa con los católicos de Bengala occidental, India, 4 de febrero de 1986, n. 3: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 16 de febrero de 1986, p. 3.



90 Cf. Propositio 43.






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