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Leopoldo Alas alias Clarín
Su único hijo

IntraText - Concordancias

serafina

    Capitulo
1 V | la mayor amabilidad de Serafina Gorgheggi. Por un privilegio, 2 V | tenía que pasar la tiple. Serafina siempre se inmutaba al entrar 3 V | correspondiente al día del préstamo, Serafina tuvo una ovación en el segundo 4 V | delicadeza, al préstamo.~     Serafina, inglesa, hablaba italiano 5 V | siempre... Es usted un ángel, Serafina.~     Sus palabras le enternecieron, 6 V | franca cordialidad.~     -Serafina... yo no ... lo que me 7 V | todo correr, asustados. Serafina se puso en primera fila; 8 V | decoración de monte espeso?~     Serafina parecía adivinar la verdad 9 V | fueron favorables a Emma; Serafina pudo oír que aquella señora 10 V | cosas: primera, pensaba que Serafina estuviese enterada del favorcillo 11 V | íntimas e interesantes, Serafina, Julio y Bonifacio. Julio 12 V | para llegar a la tal fonda. Serafina y Bonifacio echaron a andar. 13 V | el viento empujaba.~     -Serafina -dijo Bonifacio con voz 14 V | él completamente nuevo -; Serafina, usted debe de tenerme por 15 V | qué yo!, ¡qué yo, Serafina!... Yo siempre he sido muy 16 V | no hablar... En fin, Serafina, yo la adoro a usted, porque, 17 V | después lo que quiera. ¡Ay, Serafina de mi alma, quiérame usted 18 VII | que se quisiera suponer a Serafina, y él la suponía todo lo 19 VII | de ensayo. Allí estaría Serafina de fijo. Tampoco le desagradó 20 VII | pensaba en conocerse.~     Serafina era suya, y él, por supuesto, 21 VII | él, por supuesto, era de Serafina, hasta donde podía serlo 22 VII | velaba, ¡sí, velaba!, y Serafina era la primera en mantener 23 VII | orgullo satisfecho.~     -Serafina me ama, me ama; estoy seguro; 24 VII | cabo a la conciencia de Serafina; mas fue el secreto mutuo, 25 VII | había equivocado uniéndose a Serafina para explotarla. ¿No era 26 VII | puso delante la tentación. Serafina, la primera vez que cayó 27 VII | protector. Los regalos que Serafina ocultaba no eran la mitad 28 VII | no sabe nada; esto ante Serafina; ante el nuevo galán no 29 VII | El segundo devaneo de Serafina, en Milán, ya no fue espontáneo. 30 VII | todo el día en los besos de Serafina; la veía, la oía, la olía, 31 VII | felicidad, era el contraste de Serafina, quieta, cansada y meditabunda, 32 VII | cansada y meditabunda, con Serafina en el éxtasis amoroso: esta 33 VII | modo, a su amor. Veía a Serafina en el teatro, en la posada 34 VII | había parado en manos de Serafina, ya en forma de regalos, 35 VII | desafinado o perdido el tiempo. Serafina, radiante, se lo perdonaba 36 VIII| de esta y la doncella de Serafina, que en los carteles figuraba 37 VIII| Reyes al lado de su ídolo, Serafina, que había comido mucho 38 VIII| enseguida su vergüenza al oír a Serafina que, quedándose muy seria, 39 VIII| atmósfera casi espiritual de Serafina; aquel olor a perfumes fuertes, 40 VIII| su silla como un saco, y Serafina, orgullosa de aquella oratoria 41 VIII| hora de... Bonis miró a Serafina con ojos que imploraban 42 VIII| compasión y ser adivinados.~     Serafina comprendió; sabía algo, 43 VIII| mayor sorpresa al amante de Serafina, que la actitud de su mujer 44 X | filósofo cuando tronase con Serafina y se fuera sintiendo viejo ( 45 X | flauta y no podía ver a Serafina, y su mujer no le necesitaba, 46 X | bien con mayor agrado, pues Serafina notó el cambio y le encontró 47 X | doce estaba él en casa de Serafina; todo aquello era mentira; 48 X | mirada hasta el rostro de Serafina.~     -Vaya si es guapa - 49 X | la cuántos?...~     -Serafina Gorgheggi, creo...~     -¡ 50 X | si tiene querido esa doña Serafina? Si lo tiene, ese habrá 51 X | pálido, al salir a las tablas Serafina, ahora Emma era la que tomaba 52 X | segunda vez el amante de Serafina tuvo remordimientos por 53 X | momento en que él faltaba a Serafina, dejándose interesar endiabladamente 54 XI | muy lujoso ni ancho que Serafina Gorgheggi ocupaba en la 55 XI | privilegio misterioso tolerado, Serafina y Julio tuvieron que reducirse 56 XI | tarde velaba el sueño de Serafina, que yacía allí cerca, en 57 XI | flauta y no estar dormida Serafina, hubiera acompañado con 58 XI | curvas sinuosas decían: Serafina.~     Media hora larga le 59 XI | satisfecho, poético, ideal, de su Serafina. Ya no eran aquellos los 60 XI | pasándome por la boca... Sí, sí, Serafina; en esas horas tengo lástima 61 XI | frío. Era en casa de su Serafina el mismo galán fino, pulcro, 62 XI | faltaba el hijo. Y en casa de Serafina, en casa de la pasión... 63 XI | encontraría en el cuarto de Serafina con las maletas hechas. « 64 XI | habían acabado por ser las de Serafina), de dignidad personal, 65 XI | caricias de mi esposa». Serafina se había acostumbrado a 66 XI | de brillar en el arte, y Serafina pensaba en otra clase de 67 XI | honradez como a un último lujo, Serafina también soñaba con la independencia, 68 XI | iniciativa. Nadie como Bonis. Serafina se encargó de rogarle que 69 XI | disculpara sus amores con Serafina; era, por el contrario, 70 XII | El cual, acompañado de Serafina y del barítono, entraba 71 XII | contemplar la hermosura de Serafina, que con la mirada humilde, 72 XII | especial, superior!~     Serafina, por disposición de Mocchi, 73 XII | música con lo suprasensible. Serafina, que tanto hubiera dado 74 XII | en cuanto oyó la voz de Serafina elevarse en el silencio 75 XII | de las estrellas!». «Mi Serafina, mi mujer según el espíritu, 76 XII | que el canto religioso de Serafina llegaba a narrar el misterio 77 XII | la querida, eso no; que Serafina perdonase, pero eso no; 78 XII | piano y habló en inglés con Serafina; en aquella sazón llegaban 79 XII | de respeto y deferencia. Serafina la había deslumbrado. Algunas 80 XII | mayor para ella, era en Serafina la mujer de vida irregular, 81 XII | quererlo, al hablar con Serafina; pero pronto se sintió deslumbrada 82 XII | perder el juicio cuando Serafina, poniéndose el abanico en 83 XII | también torpe de memoria, Serafina dijo:~     -¡Oh, qué hombres 84 XII | conversación para cantar Serafina de nuevo, ahora un terceto 85 XII | y despreocupados. Emma y Serafina hablaron algunos minutos 86 XII | cerebro... Emma era Sara...; Serafina, Agar... Faltaban Ismael, 87 XII | dadas las costumbres de Serafina, e Isaac... ¡Isaac! ¿Quién 88 XII | empresario forse...~     Serafina, dando la espalda a los 89 XIII| interés local. En cuanto a Serafina, era la gala de los paseos, 90 XIII| también las halagaba mucho. Serafina estaba en sus glorias, viéndose 91 XIII| sentido, oyendo cantar a Serafina una canción a la Virgen, 92 XIII| metido en casa. Vendría Serafina, y mientras Minghetti y 93 XIII| interminables, ellos dos, Serafina y él, en el cenador de la 94 XIV | la hora de despedirse de Serafina Gorgheggi; la cual, deshecha 95 XIV | verdad. ¡Ay!, separarse de Serafina, a pesar de aquella tibieza 96 XIV | El fenómeno que ofrecían Serafina, Julio y Gaetano, era tan 97 XIV | partes, a saber: Mochi, Serafina y Minghetti. Se presentó 98 XIV | desde el extranjero.~     Serafina dejaba con pena el pueblo, 99 XIV | que nunca pudo sospechar Serafina fue la principal idea de 100 XIV | había partido la comitiva. Serafina había ido al coche desde 101 XIV | marchaba la pasión. Se iba Serafina y venía Isaac. El que debía 102 XIV | dormirse; y soñó, llorando, con Serafina, que se había muerto y le 103 XV | bona que habían dejado. Serafina era la que más abusaba de 104 XV | escribía de tarde en tarde a Serafina, que se lo había exigido. 105 XV | A esto había contestado Serafina con extraña sonrisa: «Pero 106 XV | sano. Dejó de escribir a Serafina. «Así como así, todo aquello 107 XV | adúlteras. Suprimió las cartas. Serafina, a las pocas semanas, se 108 XV | dijo después Minghetti, que Serafina estaba en situación poca 109 XV | cómo se podía proteger a Serafina de modo compatible con la 110 XV | nada. Estaba seguro; era de Serafina. En efecto; en el café de 111 XV | suyas, las de su querida Serafina. Por eso sin duda no la 112 XV | sobre todo, la honradez. A Serafina le había sabido a gloria 113 XV | Bonifacio Reyes, te quiere, SERAFINA».~     Bonifacio no dudó 114 XV | Él debía algo también a Serafina. Si ella le había corrompido 115 XV | Desde que llegó la carta de Serafina fue la existencia de Bonis 116 XV | siempre derrotado.~     Serafina llegó; se presentó en el 117 XV | fue oficiar de amante, ni Serafina mostró deseos de reanudar 118 XV | correo interior. Una era de Serafina, que no había parecido por 119 XVI | Bonis llegó a recordar que Serafina misma le había querido dar 120 XVI | burlonas. Pero, en fin, lo de Serafina y lo de Mocchi podían ser 121 XVI | su amistad y protección. Serafina veía, de fijo, en lo que 122 XVI | su buen amigo... «¡Pobre Serafina!». No, no había que temer. 123 XVI | Si hubiese sido mi mujer Serafina, y este hijo suyo, y yo 124 XVI | mundo, ni aun, en rigor, por Serafina».~     Algunas horas después, 125 XVI | relieve churrigueresco.~     -¡Serafina!~     -¡Bonifacio!~     -¿ 126 XVI | el libro bautismal.~     Serafina se puso en pie. Sonrió de 127 XVI | Bah!~     -¿Qué tienes, Serafina? ¿Cómo estás aquí?~     - 128 XVI | tono, y las dos lágrimas de Serafina le habían enternecido hasta 129 XVI | balbuciente y débil:~     -Serafina..., yo a ti te debo toda 130 XVI | también.~     Mas el rostro de Serafina volvió a asustarle. Aquella 131 XVI | no es tu hijo.~     -¡Serafina!~     Y no pudo decir más 132 XVI | Como él no hablaba, Serafina tuvo valor para añadir:~     - 133 XVI | acribillado de flechas.~     -Serafina..., te lo perdono..., porque 134 XVI | podría vivir. Estoy seguro, Serafina; mi hijo... es mi hijo. ¡


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