Aquilana: texto - IntraText CT

¡Hao, collaço, dormilón!

Apaña tus arrapieços,

que su padre de Fetón

va ya por esos cabeços.

Abre el ojo.

Carillo, no hayas enojo,

que, mía fe, ya me levanto;

mas mira tu martilojo,

qu'entiendo qu'es hoy disanto.

Mas, ¿de veras?

Pues si no me lo dijeras

do al dïablo al que guardara.

Busca, pues, las disanteras,

que cuido qu'es Santa Clara.

Puede ser;

mas en cosas de leer

no sé más que una borrica,

si no me das a entender

en qué anda la dominica

d'este mes.

Debe de andar en sus pies

mientras no va cabalgando.

Dote al fuego, mala res,

siempre me hablas burlando.

Pues, par Dios,

si no buscamos los dos,

no hallo disanto ninguno.

Muestracá, cuerpo de Dios,

que aun valdremos dos por uno.

Compañero,

¿de mañana estás puntero?

Pues, çahúndote las migas.

Mas tápote el agujero

y arrójote un par de higas.

Guarda huera,

cortada tan ruin higuera

y aun quemado el higueral.

Apúntote a la mollera

y enclávote el angonal.

Mas pepita

en aquesa lengua maldita,

y que mueras malogrado.

Mas con esta agua bendita

te baptizo el ahijado.

Mataviejas,

abarráncote las cejas

y encoméndote al dïablo.

Santígote las orejas

y el ojo te descalabro.

Dese modo

cuanto tienes te chapodo;

lóbado malo que te entre.

Escántote a piedra y lodo

la chimenea del vientre.

Buen garrote

que te ahirmase el cogote

y esos caxcos, pues no callas.

Mas espétote el cipote

y písote las agallas.

No harás.

Sí haré, si tú querrás.

Dejemos d'esa contienda,

miremos que nos va más

en la ordinaria hazienda.

Pues veamos,

¿qué será bien que hagamos

ora enantes que almorzemos?

Tan rellotrados estamos

que no sé por dó empecemos.

¿Quieres buena?

Reguemos el açucena,

los jazmines y el rosal,

y después la berenjena,

los garbanços y el haval.

Sí, requiero;

pero reguemos primero

las coles y las cebollas,

pues que sabes, compañero,

cuánto nos honran las ollas.

Mas, de veras,

reguemos estas higueras:

la prieta y la vacallar,

la tocada y las breveras.

la verdega y el alvar.

No te mates,

dejemos esos debates,

que el regar no es cosa cierta;

reguemos nuestros gaznates,

cáguese el Rey en su huerta.

Yo diría

que mucho mejor sería,

mientras Febo no se llega,

que cavemos cada día

sendos ratos d'esta vega.

¿Que cavemos?

Si dijeras almorzemos,

yo fuera por las açadas;

mas digo daca, miremos:

¿de quién son estas pisadas?

Dime, ¿cuáles?

100

Mira cuántas y qué tales;

hoy quedamos deshonrados.

¿Qué dïabros de zagales

han sido tan ahotados

que han entrado

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onde bien han negociado,

pues con las vidas volvieron?

Dome a Dios, qu'estó espantado

pensando cómo subieron.

¡Y escalaron!

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Pues veamos a qué entraron,

no tengamos que pagar.

Por algo se aventuraron;

mas, ¿qué podrían llevar?

Las ciruelas.

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Calla, hermano, no las duelas;

y si tornaren al trato,

quedarán por las piuelas

y pagarnos han el pato.

Pecador,

120

no lo pagues tú mejor

si nuestro señor lo sabe.

Mía fe, non le tengo temor;

ve, dile que me sorrabe.

Non prosigas,

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porque si no te castigas,

yo diré tus ruines talles.

Una me da que lo digas,

otra me da que lo calles.

Bovarrón,

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¿con el Rey buscas cuestión?

Perdido tienes el tino.

Que no tengo a cuantos son,

en un cantar vizcaíno.

Di, bestial:

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en lo que es más principal,

¿cuánta ventaja me lleva?

Ambos somos de un metal,

y hijos de Adán y Eva.

No te pene,

140

que si reinar le conviene,

con aquesto me consuelo;

que si más del mundo tiene,

menos espera del cielo.

Y aun te fundo

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que los bienes d'este mundo

son recueros del infierno,

que acarrean al profundo

las almas de mal gobierno.

¿Y has notado

150

que vivió Dios despojado,

con pobreza y amargura,

y aun quiso ser enterrado

en ajena sepultura?

Y a mi ver,

155

nos quiso dar a entender

que, de razón muy notoria,

le convino padecer

para que entrase en su gloria.

Por mostrar

160

que los que suelen holgar

se hallarán arrepisos,

y que no pueden gozar

ni tener dos paraísos

los groseros

165

que enfingen con los dineros

y tienen gran fantasía,

pues los más gruesos carneros

van a la carnecería.

Pues, Dandario,

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yo no te digo el contrario,

sino que temo y sospecho

que nos quiten el salario

por el mal que otros han fecho.

No harán,

175

y si hazello querrán,

en Dios, hermano, confío;

que nadie marra del pan

y del agua de ese río.

Bien atinas,

180

y aunque las rancias sardinas

nos saben a nos mejores

que las muy gordas gallinas

a los reyes y señores.

D'ésos vienen

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los que más pompa mantienen,

y aquéllos contino veo

más tristes por lo que tienen

que yo por lo que deseo.

Mía fe, sí;

190

continuamente los vi

metidos en gran tristeza,

lo que no dirán de mí

ni de quien tiene probesa.

Pues, aosadas,

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que a pesar de malas hadas

nunca yo tema en mis días

perder las naos cargadas

de grandes mercaderías,

ni cuidados

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me detengan los bocados

entre la boca y el plato,

ni temo que mis ganados

se me mueran cada rato.

Paro mientes

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que las perdidas simientes

ni las duelo ni las lloro,

ni temo que mis sirvientes

me hurten la plata y el oro

ni dineros,

210

ni que los mis ganaderos

hagan salas de mi lana,

ni que los mis herederos

me busquen muerte temprana;

mas holgando,

215

por los caminos cantando

sin temor de los ladrones,

dos mil solazes tomando

con mis iguales garçones,

por villares

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hallando nidos a pares,

comiendo migas tostadas,

dormiendo en buenos parajes,

¡y llueva Dios a manadas!

Calla, hermano,

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da gracias al Soberano

que te da contentamiento;

que en este mundo villano

ése es rico, el qu'es contento.

Sé dezir

230

que si veniese el morir,

nos puede siempre fallar

tan alegres para ir

y más que para quedar.

Sús, tornemos

235

a pensar lo que haremos,

hablando agora en buen seso.

Que si quieres, almorzemos;

aquí tengo pan e queso.

¿Qué otra cosa?

240

Dos tasajos con su grosa,

la mejor de Madrigal.

La calabaça es mocosa,

Dios que la guarde de mal.

Por no errar,

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nos debríamos tornar

a las choças sendos ratos:

tú, si quieres, âlmorzar;

yo adobaré mis çapatos.

Vamos vía,

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que olvidado se me había

si no me lo recordaras,

porque yo también querría

remendar mis antiparas.

Dese modo

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haremos el día todo,

a pesar del Rey, disanto.

Ponte tú y el Rey del lodo,

y el Rey y tú del quebranto.

¡Ah, hortelano!

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¿Quién llama?

Yo soy, hermano.

¿Es Dileta?

Creo que sí.

Di, ¿Faceto, el de Aquilano,

es ido agora de aquí?

No, señora.

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Por fruta venía agora,

si bien lo supe entender.

Nunca viene él a tal hora

hasta que quieren comer.

Si viniere,

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dezilde que aquí me espere,

que le tengo de hablar.

En buen hora. ¿Qué lo quere?

Veslo tú a preguntar.

Si escopieça

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juri a diez que es mala pieça

y que no me maravillo,

si le come en la cabeça,

porque se rasque el tobillo.

Yo querría

280

que le hablases un día,

tú que enfinges de garçón.

Juri a dobre, bien sería

matalle la comezón.

Si la vías,

285

por tu fe, ¿qué le dirías

de presto en arremetiendo?

Diríale: «Buenos días»

si fuese en amaneciendo.

Pecador

290

que enfinges de hablador

y de echar mucho la chuça.

Pues, ¿no ves qu'era mejor

quitalle la caperuça?

Majadero,

295

sí que eso es lo primero;

no te pienses que me olvido.

Pues, ¿qué le dirás empero

cuando fuese el sol salido?

Para allí

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menester es, juri a mí,

mucho bien astrologar.

Ora te quiero yo a ti.

Déjame un poco pensar.

¿Sabes qué?

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Juri a diez que le diré:

«Dios mantenga y remantenga».

No la digas, por tu fe,

qu'es palabra un poco luenga.

Qué dïabro,

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dezillê como horas habro:

«Dios os guarde acá, nuestra ama».

No me encaja ese vocabro,

qu'es muy gofo para dama.

¿Quieres oír?

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A la fe de te dezir:

«Mi coraçón espetado...».

Para hazella reír

nunca mejor has habrado.

Ora ver,

320

y para dalle a entender

que la querías besar,

¿cómo habías de hazer?

A la fe, allí es el cagar.

Mas, hermano,

325

juri a sant, como un alano

me arremetiese a las haldas,

y echalle presto la mano,

y dar con ella de espaldas.

¿Si gritase?

330

Juri a diez os le frocase

por cualquiera palabrita,

mas aosadas que callase

y aunque estuviese quedita.

¡Ah, hortelanos!

335

¿Quién llama?

Yo soy, hermanos.

La cestica venga llena;

hazed que os anden las manos

y que me deis cosa buena.

Juri a mí,

340

Dileta vino tras ti

y ha dicho de la ventana

que la esperases allí.

Voto a Dios, de buena gana.

Pues, si quieres,

345

coge tú lo que quisieres,

que estarás más de vagar;

y por tu fe que la esperes,

que nos imos âlmorzar.

En buen hora.

350

¡Oh, qué tiempo tengo agora,

y cómo me viene hecho,

para ver si esta traidora

me quiere como sospecho!

Todavía

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sé que su ama la envía,

como no asienta el pie llano,

con cualquier mensajería

para mi amo, Aquilano.

Mas, si puedo,

360

quiero contalle sin miedo

lo que de mí determino,

y aun mostralle con el dedo

por dó va el agua al molino.

Que es medrosa,

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y así como es vergonçosa,

siempre quiere una donzella,

que aunque muera por la cosa,

que hombre le ruegue con ella.

Pues, de amores,

370

¿qué valdrían los mejores,

o cómo serían buenos

si no costasen dolores

o palabras a lo menos?

Que, del resto,

375

aquel esconder de gesto,

aquel huir y dar gritos,

salsa verde es todo aquesto

que crece los apetitos.

Pues veamos,

380

los que por damas penamos,

si la razón conocemos,

bástanos que las hayamos

en el lugar que queremos.

Que a mi ver,

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para gozar del plazer

lo demás al hombre toca,

que no se lo han de meter

con la cuchara en la boca.

Dios quisiese

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que a Dileta yo tuviese

tras uno d'estos mançanos;

mi daño, si no supiese

desenvolverme las manos.

¡Oh, qué gana

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traigo yo esta mañana

para hazer y dezir!

Pero hela a la ventana,

por alto se habrá d'ir.

Mi señora,

400

vos estéis mucho en buen hora,

Dios os haga tan dichosa.

Deja las burlas agora,

que más nos va en otra cosa.

Si miráis,

405

las burlas que vos usáis

son las que dejar debéis,

que de burlas me miráis

y por burla me tenéis.

¡Oh, gratioso!

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Nunca te vi tan donoso,

ni en tus hablas tan galán.

Ni tan fuera de reposo,

ni tan metido en afán.

¿Y por qué?

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Porque me mata la fe

que me tiene a tu mandado,

y muero porque no sé

cómo estoy allá en tu grado.

¡Qué plazer!

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Ya el mundo se va a perder,

pues ora tú me motejas,

aunque no puedo creer

que de verdad me festejas.

Guay de mí,

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pues del día en que te vi

que contra mí te encarabas,

en aquel punto creí

que de verdad me tirabas.

¡Ay, Faceto!

430

¡Cómo te hazes discreto

con enforrados denuedos!

Pues de mí, yo te prometo

que no me mamo los dedos;

ni hay razón,

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sin salir yo de un rincón,

que a nadie cause fatiga;

mas tú, tras cada cantón

debes tener una amiga.

Non curéis,

440

que en los hombres, como véis,

dos mil maldades se encierran,

morisos por cuantas véis,

y maldito aquel que entierran.

Sé contar

445

que los muertos por amar,

vencidos en esta guerra,

estamos por enterrar

por no consentir la tierra.

Y es locura

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procurar yo sepultura,

sino que, por más vitoria,

le suplico a mi ventura

que me entierre en tu memoria.

Ora siento

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que buscas buen monumento;

no pensaba que eras d'ésos.

Dígolo con pensamiento

que no me duelan los huesos.

¿Es así?

460

Mirar me cumple por mí,

fatiga se me apareja;

mas, ¡qué lobo estaba en ti

metido so piel de oveja!

Pues, amiga,

465

si tu belleza me obliga,

¿qué yerro hago en amarte?

No más de tomar fatiga

para nunca aprovecharte.

Los amores

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cuando traen más dolores

nos dejan más satisfechos;

que los veros amadores

no buscan esos provechos.

Tú querrías

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con esas chocarrerías

que yo te abriese a tu guisa,

y después ensayarías

de buscarme la camisa.

No hayas miedo

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y ábreme.

Pues alça el dedo.

Veslo aquí, ya estás segura.

Yo me guardaré, si puedo,

de hazer tal travesura.

485

¡Qué espantar!

¿Quiéresme un día escuchar,

pues no tengo otro remedio?

Siempre me puedes hablar

mientras hobiere tierra en medio.

490

Por agora

te puedes ir en buen hora,

y has de dezir Âquilano

como dize mi señora

que venga solo y temprano.

495

Sí diré;

pero dime, por tu fe,

que te acordarás de mí.

Ve con Dios, que sí haré.