Capítulo

 1 6 |        piezas de la terraza... ¡Ay, qué posma de arquitecto!...
 2 7 |        en boquilla de ámbar... ¡ay Dios mío!, ¿quién podría
 3 8 |         se hubieran bautizado. ¡Ay, hijas!... ¡qué escena la
 4 10|        Sí; siento su tosecilla. Ay, amiga, su marido de usted
 5 15|      que pena, verbi gratia: ~«¡Ay, hijito!, yo creí que nuestro
 6 18|         cuando le oyó decir: ~«¡Ay!, ¡amiga de mi alma, en
 7 18|         si me gustará deber... ¡Ay!, créalo usted, mi mariducho
 8 18|         atribulada Milagros. ~«¡Ay!, qué pocos alientos me
 9 18|    mañana antes de las doce... ¡Ay!, fue una locura la compra
10 19|      miedo. De seguro...». ~ - ¡Ay!, hija mía, usted delira,
11 20|  absoluta... Todo negro... ~ - ¡Ay!, ese maldito trabajo...
12 20|      ojos. Creyó haber oído un ¡ay!7 de Bringas; pero debió
13 24|         propósito de devolver. ¡Ay! Cuando entro en mi casa
14 24|       es lo más saludable y... ¡Ay, qué rica vida!... ~Después
15 26|       escrito desde Burdeos... ¡ay!, muy dolorida por la enfermedad
16 26|         no te den un cuarto... ¡Ay qué gracia!...». ~Un buen
17 28|    acostarse tan temprano...». ¡Ay!, la tertulia de doña Tula
18 30|         Con estas precauciones ¡ay!, no habrá quien levante
19 30|         mucho el enfermo; pero ¡ay!, que el día siguiente había
20 32|       como pedir una limosna: «¡Ay, Sr. D. Teodoro, toda mi
21 32|     tengo ojos con que ver!... ¡Ay, D. Teodoro de mi alma...
22 36|         lo que dentro había... ¡Ay, Dios, mío qué trance, qué
23 36|          Esos tiempos pasaron, ¡ay!, y se me figura que no
24 39|   sobras de nuestra casa... ~ - Ay, hija mía, no te remontes, ¿
25 40|         secreto... ~ - Ya, ya, ¡ay, qué rico!, lo que mi ángel
26 42|       dinero... me consta. ~ - ¡Ay, gracias a Dios!, hasta
27 46| moviendo la cabeza, le dijo: ~«¡Ay!, no puedo, señora, no puedo...». ~
28 46|         no me queda ya nada... ¡Ay!, señora, no es posible,
29 46|      fiesta, miseria y trampas. Ay, qué Madrid este, todo apariencia.
30 49|      qué hay? ~ - El saqueo... ¡Ay D. Francisco de mi alma!...