Capítulo

 1 30|     oculista. Que le vea a usted Golfín». ~D. Francisco creyó que
 2 30|      solo día, ni una hora. ~Ah, Golfín!... Bringas le conocía.
 3 30|      bien de esta. Cúreme el tal Golfín, y que me deje en los puros
 4 30|         bendiga, hijita. ~Y vino Golfín y le vio, y con su ruda
 5 30|         recordar las palabras de Golfín y aquella promesa celestial
 6 31|         llamaremos el reinado de Golfín, D. Francisco se hizo traer
 7 32|         sensible en su dolencia. Golfín le martirizaba cruelmente
 8 32|          creía mejor y alababa a Golfín ampulosamente. Pasados diez
 9 32|        que D. Francisco hacía de Golfín la llevaban como por la
10 32|      Caña precisamente), a quien Golfín había llevado muy poco por
11 32|           el gran Thiers, cuando Golfín estaba presente, no cesaba
12 36|          estas ideas con las que Golfín tenía de la posición y arraigo
13 36|          del trabajo. Pero aquel Golfín era un poco inocente en
14 36|       Menos mal que sea por eso. Golfín me dijo esta mañana: «He
15 35|          se acentuaba tanto, que Golfín desde mediados de Julio
16 35| resguardaban sus ojos de la luz, Golfín, siempre amabilísimo con
17 35|   cuentecita de sus honorarios». Golfín se deshizo en cumplidos. «
18 37|          Hijita, mañana me manda Golfín la cuenta y habrá que pagársela
19 37|       Isabelita... Y hoy me dijo Golfín una frase que me dio escalofríos...
20 37|          llegada de la cuenta de Golfín. A eso de las diez del día
21 37|         en su cerebro; y era que Golfín, por ser el enfermo recomendado
22 38|     curativo que le había dejado Golfín. El aire de la mañana y