9. El
domingo, día del Señor, en el que se hace memoria
particular de la resurrección de Cristo, está en el centro de la
vida litúrgica, como "fundamento y núcleo de todo el
Año litúrgico" (Sacrosanctum Concilium, 106; cf. Vicesimus
quintus, 22). No cabe duda de que se
han realizado notables esfuerzos en la pastoral, para lograr que se redescubra
el valor del domingo. Pero es necesario insistir en este punto, ya que
"ciertamente es grande la riqueza espiritual y pastoral del domingo, tal
como la tradición nos la ha transmitido. El domingo, considerando
globalmente sus significados y sus implicaciones, es como una síntesis
de la vida cristiana y una condición para vivirla bien" (Dies Domini,
81).
10. La vida espiritual de los fieles se alimenta en la celebración
litúrgica. A partir de la liturgia se debe aplicar el principio que
enuncié en la carta apostólica Novo millennio ineunte:
"Es necesario un cristianismo que se distinga ante todo en el arte de
la oración" (n. 32). La constitución Sacrosanctum
Concilium interpreta proféticamente esta urgencia, estimulando a la
comunidad cristiana a intensificar la vida de oración, no sólo a
través de la liturgia, sino también a través de los
"ejercicios piadosos", con tal de que se realicen en armonía
con la liturgia, como si derivaran de ella y a ella condujeran
(cf. n. 13). La experiencia pastoral de estas décadas ha
consolidado esa intuición. En este sentido, la Congregación
para el culto divino y la disciplina de los sacramentos ha dado una
contribución muy valiosa con el Directorio sobre la piedad popular y
la liturgia (Ciudad del Vaticano, 2002). Además, yo mismo, con la
carta apostólica Rosarium Virginis Mariae y con la
convocación del Año del Rosario, quise explicitar las
riquezas contemplativas de esta oración tradicional, que se ha
consolidado ampliamente en el pueblo de Dios, y recomendé su
redescubrimiento como camino privilegiado de contemplación del rostro de
Cristo en la escuela de María.