11. Mirando al futuro, son múltiples los desafíos a los que
la liturgia debe responder. En efecto, a lo largo de estos cuarenta
años, la sociedad ha sufrido cambios profundos, algunos de los cuales
ponen fuertemente a prueba el compromiso eclesial. Tenemos ante nosotros un
mundo en el que, incluso en las regiones de antigua tradición cristiana,
los signos del Evangelio se van atenuando. Es tiempo de nueva
evangelización. La liturgia
se ve interpelada directamente por este desafío.
A primera vista, parece quedar marginada por una sociedad ampliamente
secularizada. Pero es un hecho indiscutible que, a pesar de la
secularización, en nuestro tiempo está emergiendo, de diversas
formas, una renovada necesidad de espiritualidad. Esto demuestra que en lo
más íntimo del hombre no se puede apagar la sed de Dios. Existen
interrogantes que únicamente encuentran respuesta en un contacto
personal con Cristo. Sólo en la intimidad con él cada existencia
cobra sentido, y puede llegar a experimentar la alegría que hizo
exclamar a Pedro en el monte de la Transfiguración: "Maestro,
¡qué bien se está aquí!" (Lc 9, 33).