12. Ante este anhelo de encuentro con Dios, la liturgia
ofrece la respuesta más profunda y eficaz. Lo hace especialmente en la
Eucaristía, en la que se nos permite unirnos al sacrificio de Cristo y
alimentarnos de su cuerpo y su sangre. Sin embargo, los pastores deben procurar
que el sentido del misterio penetre en las conciencias, redescubriendo y practicando
el arte "mistagógico", tan apreciado por los Padres de
la Iglesia (cf. Vicesimus quintus, 21). En particular, deben promover
celebraciones dignas, prestando la debida atención a las diversas clases
de personas: niños, jóvenes, adultos, ancianos, discapacitados.
Todos han de sentirse acogidos en nuestras asambleas, de forma que puedan
respirar el clima de la primera comunidad creyente: "Eran asiduos a
la enseñanza de los Apóstoles, en la comunión, en la
fracción del pan y en las oraciones" (Hch 2, 42).