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Bartolomé de las Casas De las antiguas gentes del Perú IntraText CT - Texto |
De otros templos famosos que había en el Perú, su forma y edificio
Resta, para concluir esta materia de templos, referir en breve lo mucho que había que tratar de los templos solenísimos y riquísimos más que alguno pueda con exceso encarecer, que tenían las ciudades y pueblos celebratísimos de los reinos del Perú. Y sólo se ofrece decir de la forma de sus edificios, la cual no del todo se me ha expresado, porque los primeros que allí entraron no curaron de la especular 45.
Dos maneras de templos hobo en aquellos reinos, que diferían en la forma. Una dedicada a los dioses antiguos que aquellas gentes, antes que reinasen los Reyes Incas, reverenciaban por dioses, y otra los templos consagrados al Sol. Ya queda dicho arriba, cómo, cuando comenzó a reinar aquel prudentísimo y religioso Rey Pachacuti, primer Inga, quisiera quitar todos los dioses de la tierra, por parecelle que no merecían ser dioses, pero por no dar pena ni entristecer a los pueblos, permitió que se quedasen cada uno con los suyos, con tanto que rescibiesen y venerasen al Sol por verdadero y principalísimo Dios. Y para diferenciarlo de los otros dioses, ordenó muchas cerimonias, sacrificios y servicios y ministros servidores, y otras cosas cuantas pudo.
Entre aquellas fue una, conviene saber: que los templos se le edificasen de otra manera y en otros lugares que a los otros dioses (de quien él burlaba) solían edificarse. A los otros edificaban los templos dentro de los pueblos y en lugares llanos y bajos. Todos los aposentos y retretes y partes dellos eran muy menudos y escurísimos, que a cualquiera que hobiese de entrar en ellos, había primero de se angustiar y temblarle las carnes. Bien
parecía que el que allí quería ser reverenciado, en tinieblas vive y en tinieblas anda; y a los que le sirven, a las tinieblas sempiternas negocia de llevar.
Pues como el Rey Pachacuti estimase de aquellos dioses o que eran falsos o que eran malos, como en la verdad lo eran, porque el Demonio en algunos aparecía y quería ser adorado, y tuviese al Sol por dios bueno y mejor que los suyos, y, por consiguiente, siempre quisiere de aquellos diferenciarle, mandó hacer los templos del Sol siempre en los lugares más eminentes y altos; esto es, que los mandaba edificar en los cerros que las ciudades por su eminencia y altura señoreaban; y si cerros o sierras no había naturales, por ser la tierra toda llana, mandaba hacer los altos de tierra junta mucha, que se allegaba con industria humana. En el cerro o sierra natural o hecho industriosamente de tierra aquel mogote alto, la forma del templo desta manera se ordenaba: Hacíase una cerca de pared muy gruesa y redonda, de cinco o seis estados alta; dentro de aquella y apartada por alguna distancia, se edificaba otra, también redonda, y, según la proporción que convenía, alta; y en algunos templos se hacían cinco cercas, y la postrera ya era en lo postrero del cerro,
que era suelo llano o porque lo allanaban. Allí, en aquel suelo, edificaban cuatro cuartos en cuadra, como los que tienen en los monasterios los claustros. Las paredes tienen muchas ventanas y muy grandes por donde entra la luz y están todas las piezas muy claras.
Dentro de aquel cuadro o cuartos estaban los altares, y allí era la Sancta Sanctorum del Sol. Estaban cubiertos de su madera muy bien labrada, cómo el que llamamos zaquizamí en nuestra España. Tenía el templo dos grandes portadas por donde se entraba, y subían a ellas por dos escaleras de piedra mucho bien labradas, cada una de treinta gradas. Todo lo alto del zaquizamí estaba cubierto de planchas de oro, el suelo y las paredes lo mismo, y muy pintadas, y en ellas ciertos encajes donde se ponían ovejas de oro y otras piezas dello, que se ofrecían al Sol. A una parte del templo había cierta pieza como oratorio hacia la parte del Oriente donde nasce el Sol, con una muralla grande, y de aquella salía un terrado de anchura de seis pies, y en la pared había un encaje donde se ponía la imagen grande del Sol de la manera que nosotros lo pintamos, figurada la cara con sus rayos. Esta ponían, cuando el Sol salía, en aquel encaje
las mañanas, que le diese de cara el Sol; y después de mediodía pasaban la imagen a la contraria parte, en otro encaje, para que también le diese cuando se iba a poner, el Sol de cara.
Dentro de las dos cercas que primero dijimos, estaban los aposentos de los sacerdotes y de las vírgenes consagradas al Sol, y de los otros ministros y servidores y oficiales del templo, y oficinas para labrar y guardar las joyas y las ropas de lana finísima y de algodón para el Sol, y para bodegas de los vinos y las aves y Otras cosas vivas y no vivas que se le ofrecían y sacrificaban, que eran cuasi sin número. Y estos eran anchos y grandes, y así, el número y circuito e capacidad de todo el templo y de los aposentos y cámaras o piezas dél, no podía ser sino muy grande; y todo ello era muy claro por todas partes, para diferenciar (como dijimos) el templo del Sol, que a todas las cosas hace claras, de los templos de los otros dioses, que eran todos oscuros y tristes y atenebrados.
Esto pareció muy bien cuando los primeros españoles en el Perú entraron y llegaron a la ciudad de Pachacama, donde hallaron el templo del dios Pachacama o demonio, que así se llamaba, el cual estaba
muy escuro y hidiondo y muy cerrado, a donde tenían un ídolo de palo hecho, muy sucio y negro y abominable, con el cual tenía mucha gente gran devoción, y venían a serville y adoralle de trescientas leguas con sus votos y peregrinaciones y dones y joyas de oro y plata.
Creyeron los españoles, y así debía ser, que el Demonio entraba en aquel ídolo y les hablaba. Y habíales hecho entender que él era el que había hecho la tierra y criado los mantenimientos y todo lo que en ella está; y así, Pachacama quiere decir en aquella lengua «Hacedor de la tierra».Y después que por la ida de los religiosos y por su predicación, plugo a Dios que algunas gentes de aquellas se convirtiesen, hizo mucho del enojado y fuese a los montes o al Infierno, que siempre trae a cuestas, no queriendo muchos días venirles a hablar. Pero viendo que por aquella vía perdía más que ganaba, determinó llevar otro camino y apareció a quien solía, que son los sacerdotes, a quien suele (como queda dicho) primero engañar, y díjoles: «Yo he estado de vosotros muy enojado, porque me habéis dejado y tomado el dios de los cristianos, pero he perdido el enojo, porque ya estamos concertados y confederados el dios de los
cristianos y yo que nos adoréis y sirváis a ambos, y a mí y a él que así se haga nos place». Porque se vea cuantas mañas y cautelas tiene aquel malaventurado para llevar consigo las ánimas. Sabía bien que por esta vía y con esta industria, no sólo no perdía nada, pero ganaba mucho más; porque, baptizándose la gente y baptizados adorando los ídolos juntamente, a Dios causaban mayor ofensa y mayores tormentos a los que por este camino engañaba. Y que usase deste nuevo engaño débese tener por verdad, porque nuestros religiosos por cierto lo averiguaron.
El templo del Sol que allí había, estaba deste sobre un cerro hecho a mano de adobes y tierra bien alto desviado, con cinco cercas y maravillosamente labrado, todo muy patente, lleno de luz y claro, según que los Reyes mandaban así edificarlos. De la materia de que todos aquellos templos se hacían, y cuán polida, rica, sumptuosa y artificiosamente los edificaban, en los capítulos 2 y 7 queda bien declarado.