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Bartolomé de las Casas De las antiguas gentes del Perú IntraText CT - Texto |
Continúa la gobernación, sabias providencias y hechos memorables de Inga Pachacútic
Tuvo este Rey Pachacuti otra notable providencia para perficionar las policías y repúblicas, y esta fue que salió a visitar por su Real persona toda la tierra y provincias comarcanas de su ciudad del Cuzco, donde principalmente residía; en la cual visita miró y consideró la disposición de cada provincia y de cada pueblo, y los términos que tenía y los vecinos dello, y si hallaba que en algunos pueblos no había oficiales de algunos oficios y había necesidad dellos y en el pueblo disposición para habellos, sacaba de otro pueblo donde los había los que le
parecía, sin daño del mismo pueblo, con sus mujeres y hijos y familia, y mandábalos ir a vivir al pueblo donde faltaban y dallos sus tierras y solares y hacerles las casas para que allí usasen sus oficios como en el otro los usaban. Otras veces se trocaban, yendo los de un pueblo a otro; como, si en éste sobraban plateros y faltaban labradores, iban deste al otro plateros; y de aquél venían a éste labradores, cuando labradores para la sustentación de aquél, labradores (sic) le sobraban. Y así trocaba las heredades y casas, haciendo recompensa en otras cosas, si las de los unos hacían a las de los otros en valor ventaja.
Consideraba en esta visita de la tierra, si se podía hacer alguna semilla o árboles y frutales que no frutificaban, o no tanto, en otras partes, y era necesaria, y traía de otra tierra hombres que la supiesen sembrar y cultivar y a los naturales de allí lo enseñasen; a los cuales mandaba galardonar y repartir tierras y solares para sus casas y heredades. Consideraba así mismo la condición e inclinaciones de las gentes, y si entendía que eran orgullosos o inquietos, traía de otros pueblos, mayormente de los que tenía más cognoscidos y experimentados por fieles y obedientes,
aprobados y leales, donde mandaba que morasen y usasen de sus oficios o ejercicios que en su naturaleza usaban, para que los de allí aprendiesen a vivir quietos, y para que, entendiendo quel Rey los mandaba poner allí por esta causa, temiesen de hacer novedades, como quien tenía cabe si las espías y testigos que habían luego de avisar al Señor, y por consiguiente, de causar en el pueblo inquietud se descuidasen.
En todas las fronteras y límites de su imperio traía de los más esforzados y belicosos de su reino con sus mujeres y casas, mandándoles que allí poblasen y rompiesen las tierras para sus labranzas, dándoles privilegios y exenciones, para que con mejor gana lo aceptasen. Hacíales edificar fortalezas para su defensión y de los pueblos y provincias comarcanos; y esto principalmente se hacía en los confines de las gentes que vivían en las montañas, porque era gente indómita y que salían muchas veces a inquietar y dañar los pacíficos, haciendo saltos. Cuando sentía que algunas gentes de su imperio eran bulliciosas, sacábalos de aquella provincia y dábales tierras en otra parte donde no tuviesen ocasión de bullir o levantarse, cuidando siempre que el temple de
la tierra donde los pasaba fuere al de la tierra que dejaban semejante 85. Estos que así ponía, y los que mandaba en otros pueblos, llamaban mithimaes. Dejábalos en su vestido y traje y en su lengua, puesto que les mandaba que aprendiesen la natural del pueblo. Subjectábalos a la jurisdicción del Señor o gobernador que allí presidía. Tenía también singular cuidado que los vecinos que de una parte a otra mandaba, fuesen a tierra que tuviese el temple mismo y cielo y disposición, o muy propincua de aquella de donde los traían e mandaban; porque esta es regla general en todas las Indias, que mudándose los indios de tierra callente a fría, o de fría a la callente, o que tenga mucha diferencia en estas cualidades, que han de perecer de la gente que hace esta mudanza la mayor parte.
Tuvo una diligencia, como Príncipe prudentísimo, en tener cuenta de todos sus vasallos, conviene a saber: el número de los viejos y viejas, de los de mediana edad, por sí los mancebos, los mochachos, los niños de cuatro años abajo, de los recién
nacidos y de cuatro hasta diez años; a otra parte, los de diez hasta diez y ocho; a otra desde allí hasta veinte y cinco; y en este tiempo entendía en mandar que se casasen, y tuvo en esto tanto cuidado, que no había persona, chica ni grande y de cualquiera edad en su reino, que no tuviese cuenta della y no supiese dónde y de qué lugar.
Dividió y puso esta orden en todas las provincias, (conviene a saber): que cada cient indios, que llamaban padiaca 86, tenían uno como jurado o capitán o principal; y cada mill hombres o vecinos, que llamaban guaranga, otro; cada provincia, que contenía diez mill, que llamaban hemo 87, tenía otro; y estos eran sus propios y naturales Señores que tenían de antes que fuesen sus vasallos; y sobre la tal provincia de diez mill vecinos ponía él una persona muy principal y de autoridad, y era uno de sus deudos, como corregidor o justicia mayor, que se llamaba tocrico 88, que quiere decir «veedor de todas las cosas»; porque tenía éste cuenta de ver y entender todo lo que se hacía en
toda su provincia y en no consentir que los Señores de los pueblos hiciesen agravio a los menos principales, ni ellos ni los menos principales al común y personas bajas.
Los Señores menos principales tenía cada uno cargo particular de sus vasallos, y tenían la jurisdicción limitada, por que no podían matar por algún delicto ni hacer otros castigos graves en sus mismos vasallos; solamente cognoscían de los agravios menores, como eran rencillas livianas, si acaecían entre unos particulares y otros, componiéndolos y dándoles algunos castigos moderados. Los Señores de mill vecinos entendían en otros negocios y causas mayores, pero nunca o muy raro a muerte condenaban, al menos sin dar noticia del delicto y del castigo que parecía que se debía dar, al teocrico, que parece tenía oficio y poder como el que tenía el procónsul e legado de que hacen mención las leyes de los Emperadores, según parece en el Digesto.
Cuando el delicto era muy grave, principalmente si el delincuente acaecía ser algún Señor, dábase parte al rey Inga, siendo caso de muerte, y la justicia se hacía por su mandado y no sin él.
Iten, en esta cuenta no entraban sino los hombres casados, y no todos, sino de
cincuenta años abajo, porque de todos los que de allí subían no se hacía caso para algún servicio ni trabajo ni guerra ni otra cosa de caudal. Los de veinte y cinco años abajo que no eran casados, contábanse por una misma cosa los padres o deudos que los tenían en cargo y debajo de cuyo gobierno estaban, y todos aquellos no eran contados sino por una casa 89.
Hizo una provisión admirable, obra de Príncipe prudentísimo y providentísimo y pío, digno de inmortal memoria y aun de vivir eternos años. Esta fue, que cerca de los caminos reales, que fueron dos muy señalados, como se dirá, mandó edificar en todas las provincias en los lugares altos y más eminentes, allende sus aposentos que allí había, muchas y grandes casas en rengleras, unas juntas con otras, para alhóndigas y depósitos, Señaló tierras y heredades de las más fértiles y mejores después de las que mandó señalar para los sacrificios y servicio del Sol, con título y nombre de suyas, donde se sembraban todas las cosas de comer y mantenimientos
que por toda la tierra era posible hallarse y fructificar. Sembraba estas tierras y cogía y beneficiaba la comunidad los frutos dellas, y a la cosecha, llevaba cierta poca cantidad al Cuzco o a donde el rey residía, más por recognoscimiento de la superioridad real que no por otro respecto. Todos los frutos, demás desto, que sobraban, y eran en grandísima cantidad, se reponían, encerraban y guardaban en los depósitos y alhóndigas susodichas grandes, para cuando fuese menester o hobiese de pasar gente de guerra, o cuando querría celebrar algunas fiestas y hacer nuevos y extraordinarios sacrificios. Había en aquellos depósitos infinito mahíz, frisoles, habas, papas, camotes, xicamas, quinuas, y otros géneros de raíces y semillas que son grandes mantenimientos. Había depósitos de mucha cantidad de sal, gran provisión de carne al sol seca, otra mucha copia de salada, pescados secos al sol y otros salados; de axí o la pimienta que entre todas las más gentes de las Indias es tenido por gran parte de mantenimiento, había abundancia.
Grandes depósitos también de ovejas y carneros vivos, así para comer carne fresca, como para llevar las cargas. Infinita
copia de lana, muchos montones de algodón en pelo y hilado, y otro en capullos donde ello se cría, ya secos. Sin número de camisetas de algodón y otras de lana, que, son los vestidos que traen; mantas de las muy ricas y de las comunes. Cabuya y pita, que son diversas especies de cáñamo o sirve de cáñamo; la cabuya es más gruesa y la pita más delgada; mucha hilada y torcida, otra en cerros, della mucho número, de sogas y cordeles y cabestros. Infinita cantidad de cotaras 90, que son el calzado de los pies, de diversas maneras artificiadas, para que se calzasen los Señores y los de menos calidad y la gente común. Había mantas de las muy ricas de lana y pintadas, que solos las vestían los grandes Señores; de las naguas, que son las faldillas que se visten las mujeres, muy ricas para las Señoras, y otras comunes para las que no lo son. Había grande abundancia de depósitos de toldos, que son las tiendas para por el campo en tiempo de guerra; innumerables armas ofensivas y defensivas, como infinitos arcos y flechas, hachas de armas y porras de cobre
de plata; hondas, y para ellas piedras infinitísimas; rodelas, barras y picos de cobre para cortar las sierras y adobar los caminos; plumajes y bixa, que es la color bermeja, y otras colores con que se pintan para se parar feroces y bravos. No se podrá encarecer cuanta provisión había de todas las cosas dichas y con cuán grande abundancia, y esto, en todo tiempo, para paz y para guerra, nunca jamás faltaba; siempre los depósitos estaban llenos y proveídos y las cosas susodichas aparejadas.
Tenía grandes y muy diligentes y fidelísimos mayordomos y guardas, con gran recaudo sobre los dichos depósitos, que los meneaban y limpiaban, para que no se corrompiesen.
De tres en tres años tenía cuidado el Tocrico, que era como se dijo el procónsul o legado questaba en lugar del Rey, de visitar todos aquellos depósitos y hacellos renovar. Todo lo que allí estaba se repartía por los pobres, comenzando por las viudas y huérfanos, de los cuales siempre aqueste Príncipe y todos sus sucesores tuvieron singular cuidado, como parecerá.
Repartidas por los pobres todas las cosas que allí estaban, tornábanse luego a
hinchir de nuevo los depósitos de los bastimentos y provisiones como de antes estaban. Estas provisiones tenían cargo de traer por sus tributos las provincias de los depósitos más cercanas, cuyos señores y súbditos estaban obligados a ello; porque así estaban los lugares donde los había proporcionados.
Comúnmente, donde se hacían estos depósitos, como siempre la tierra y comarca della era fértil e graciosa, mandaba edificar sus palacios reales y los templos del Sol, como en el cap. 7 se dijo, donde se iba en sus tiempos ordenados a recrear con sus mujeres y casa. Veníales allí el agua, traída de muy lejos por atanores, a las albercas y estanques donde se lavaban y bañaban él y ellas; y esto todo tan bien labrado y polido como se pudiera edificar y polir en Granada. Donde quiera que había callentes aguas, tenían notables edificios de baños, donde solo él y sus mujeres entraban a se lavar y bañar.
Frontero de las Casas Reales mandó edificar otros aposentos muy grandes, como arriba se recitó, y que tenían cuatrocientos pies de largo y cuarenta de ancho, donde se aposentase la gente de guerra cuando por allí pasase, por no dar molestia o enojo a los pueblos en aposentarla.