Índice | Palabras: Alfabética - Frecuencia - Inverso - Longitud - Estadísticas | Ayuda | Biblioteca IntraText |
Bartolomé de las Casas De las antiguas gentes del Perú IntraText CT - Texto |
Apéndice
Cumpliendo lo que prometimos en el sucinto PRÓLOGO de esta edición, vamos a trasladar seguidamente y por su orden todos los lugares relativos a materias históricas del antiguo Perú contenidos en el manuscrito del seglar a quien cita Las Casas más o menos directamente en las págs. 181, 182, 83 y 210, y debiera haber citado en otras muchas partes de su Apologética, como lo demuestran las acotaciones que por capítulos y páginas hacemos de las coincidencias más evidentes de ambos textos. Estas no son siempre literales, y creo yo que las variantes dependen, unas veces, de las modificaciones que en el estilo e intención del manuscrito introdujo Las Casas por sí y ante sí, o por conveniencia, otras, de que el original de que usó y abusó el Obispo de Chiapas no sería el mismo de
nuestra publicación, pues la copia de que nos servimos, la hizo sacar don Juan Bautista Muñoz en Simancas, encabezándola con esta advertencia: «El original con este título existe en el legajo 2, de Descripciones y poblaciones - Simancas - Sala de Indias, en 20 hojas de fol. Es un borrador de mala tinta y letra de hacia mediados del siglo XVI, con borrones y enmiendas, comido el papel en algunas partes y manchadas las más hojas, etc.». De donde infiero que nuestro original pudo ser un borrador, y un limpio el que leyó Las Casas.
El título a que Muñoz alude, el mismo que empleó Prescott al citar el ms. En su Historia de la conquista del Perú, es el de Conquista y población del Perú; pero el legítimo, el que el autor impuso a su trabajo, consagrándole con el nombre de Ihus.
RELACIÓN DE MUCHAS COSAS ACAESCIDAS EN EL PERÚ, EN SUMA, PARA ENTENDER A LA LETRA LA MANERA QUE SE TUVO EN LA CONQUISTA Y POBLAZÓN DESTOS REINOS, Y PARA ENTENDER CON CUANTO DAÑO Y PERJUICIO SE HIZO DE TODOS LOS NATURALES UNIVERSALMENTE DESTA TIERRA, Y CÓMO POR LA MALA COSTUMBRE DE LOS PRIMEROS SE HA CONTINUADO HASTA HOY LA GRAND VEXACIÓN Y
DESTRUICIÓN, DE LA TIERRA, POR DONDE EVIDENTEMENTE PARESCE FALTAN MÁS DE LAS TRES PARTES DE LOS NATURALES DE LA TIERRA, Y SI NUESTRO SEÑOR NO TRAE REMEDIO, PRESTO SE ACABARÁN LOS MÁS DE LOS QUE QUEDAN; POR MANERA, QUE LO QUE AQUÍ TRATARE, MÁS SE PODRÁ DECIR DESTRUICIÓN DEL PERÚ, QUE CONQUISTA NI POBLAZÓN.
Esta tan recalcada destruición no dejaría de ser grata al autor de la Brevísima de las Indias, y quizá motivara sus 111 simpatías por el documento de que se aprovecha, inspirado en las mismas ideas que ese libelo, aunque no tan favorable a los indios como la Apologética.
La Relación que llamaremos de la destruición del Perú, por dar gusto a su autor, se escribía en Lima por los años de mil quinientos cincuenta y tantos, pero más acá del 1552; fecha que puede servir para calcular con algún acierto la de la Apologética.
Dice Muñoz en la advertencia que sólo en parte he copiado, que «el autor de la Relación vio por sus ojos mucho de lo que refiere», y añade, que, «a su juicio, es algún religioso, de quienes era casi peculiar el principio Ihus, y abultar los daños de la conquista». Al mío también lo es, y hasta me atreví a nombrarle por indicios vehementísimos
suministrados por su misma Relación, en la Dedicatoria de mis Tres relaciones de antigüedades peruanas (páginas XIII y XIV). Pero si Muñoz y yo hemos de acertar en nuestras conjeturas, es necesario que el seglar de Las Casas equivalga a secular, o sea el sacerdote que vive en el siglo, a distinción del que vive en clausura; porque el P. Cristóbal de Molina, a quien atribuí y sigo atribuyendo la Destruición del Perú, era sacerdote lo menos catorce años antes de escribirla.
Con el título de Conquista y población del Perú, publicose el año de 1873 en la revista chilena «Sud América»; periódico que sospecho ha de ser en España rarísimo. Yo, al menos, no he visto de él un número siquiera.
Siguen los extractos de la Relación del P. Molina con las acotaciones indicadas.
«Y la india más acepta a los españoles aquella pensaban que era la mejor, aunque entre estos indios era cosa aborrecible andar las mujeres públicamente en torpes y sucios actos; y desde aquí se vino a usar entre ellos de haber malas mujeres públicas, y perdían el uso y costumbre que antes tenían de tomar maridos, porque ninguna que tuviese buen parecer estaba
segura con su marido, porque de los españoles de sus yanaconas 112 era maravilla si se escapaba».
«Llegados los españoles al Cuzco y apoderados en él, hallaron allí una ciudad muy populosa y muy rica de oro y plata, ropa y mantenimientos, en la cual había depósitos muy grandes de todas las cosas de la tierra en gran abundancia; grandeza de oratorios de sus idolatrías y casa del Sol, con todo su servicio de oro y plata; en especial hallaron en ella doce horones de plata acendrada, que cada uno sería del altar de una buena lanza, y no le abarcarían dos hombres. Y en un pueblo, hallaron una casa de plata, con sus vigas y tablazón bien gruesas».
«De dos provincias diré, que, cuando entraron los españoles en la tierra, cada una tenía fama de cuarenta mill indios; la una era Guarua [Huáura], desde Guarmey, que tomó Almagro por repartimiento, por la grand gente que tenía y fama de muy rica; y la otra Chincha, que tomó Hernando Pizarro, que tenía otros cuarenta mill indios, y hoy día no hay en
ambas provincias cuatro mill indios. Y en este valle desta ciudad [Lima] había y en Pachacama, cinco leguas de aquí, que era todo una cosa, más de veinticinco mill indios, y está casi yerma, que apenas hay dos mill, por la grand destruición y tan continua como ha tenido de tantos ejércitos como en ella se han formado en tanto daño y perjuicio de los naturales; los cuales perescieron por una regla general que se ha usado en estos reinos, y aún creo yo que en la mayor parte de las Indias, que los indios más comarcanos a los españoles y que mejor sirven, aquellos son más robados, vejados, muertos y fatigados. Y porque si de cada valle de los desta costa, que dura más de mill leguas, se hobiese de decir la quiebra y falta de los naturales y la destruición de todos los más destos valles, e cuán fértiles y abundosos eran, y creo yo que los más hermosos que en todo lo más de la redondez [del Mundo] se pudieron figurar, y más bien labrados y de grandes edificios abundosos de riquezas de oro, plata, ropa y ganados, algodonales y hermosas labranzas, todas por sus acequias echadas a mano, que cada valle parescía un jardín muy hermoso y muy bien trazado, donde jamás, a dicho de los naturales, el agua del cielo enojó, porque
no llueve en esta tierra de Los Llanos, ni la de la tierra le faltó, porque en cada valle hay un río perenal que nunca le falta agua, y donde no lo hay, hay sus manantiales con que riegan sus tierras y huertas, y otras maneras nunca oídas con que siembran sus semillas y maíz, como es en algunas partes destas costas, donde, porque no tienen agua ni les llueve, pescan una sardinilla como anchobas, hechas sus labranzas, y en cada sardinilla que entierran en la heredad, echan dos o tres granos de maíz, y hace muy gentil mies y cogen muchas sementeras y buenas tres o cuatro veces en el año 113. Y porque era menester hacer una muy larga relación que no cupiera en mucho papel, lo que se podía de toda esta costa, [baste] con sólo decir que desde la bahía de San Mateos, que son los principios de la entrada destos reinos, donde los navíos vienen a reconoscer, hasta las provincias de Chile, que agora se puebla y descubre, hay más de lo que tengo dicho, y la mayor parte poblado, aunque enmedio de cada valle hay arenales y despoblados de a diez, trece o veinte leguas; y uno hay, ques el despoblado
que pasan para ir a Chile, que tiene cient leguas de arenal 114 sin haber en él cosa verde, sino es donde hay algún xaqüey de agua o riachuelo, que son harto pocos los que hay en este camino, que creo yo que no son seis en las cient leguas, y en ellos hay unos como bozos de yerba raída a siete o ocho pasos al rededor de donde esta el agua».
Pág. 161 115 «Antes que pase adelante a declarar más de la conquista o casi destruición destos reinos, quiero, para que se entienda la grandeza dellos, traer a la memoria los dos caminos reales del Inga que en ella hay: el uno que pasa por esta costa en todo lo poblado y despoblado della y va hasta cuarenta pies de ancho, con sus tapias cercado por ambas partes lo más dél, especialmente dos leguas siempre antes de entrar en cada valle y otras dos al salir, empedrado por muchas partes, y con sombras de muy buenas arboledas, y antiguamente, las más de fructas, salvo que agora se han secado y perdido por la muerte y falta de los naturales; por manera, quel que quisiere caminar por toda
esta costa por esta grand calzada y camino, no tiene a donde perderlo ni que preguntar de lo de adelante si se perderá por falta de camino.
Otro camino hay de la misma suerte por la Sierra, que dura otro tanto y más queste de la costa y Llanos, muy admirable, porque atraviesa grandes sierras y tierras asperísimas, y tan bien echado, que todo se camina a caballo, y hace entender a los que caminan por él, que, aunque la tierra por do van es muy áspera, ellos siempre caminan pie llano y con facilidad. De cuatro a cuatro leguas destos dos caminos, en todo lo que ellos duran, había aposentos del Inga, donde los que caminaban se acogían; y en algunas partes deste camino, especialmente desde la ciudad del Cuzco adelante, hacia 116 el Estrecho de Magallanes y provincias de Chile, va señalado en el camino la media legua y la legua; por manera, que sin relox ni otra cuenta, sabe el hombre a cada paso a donde va y lo que ha caminado.
Asimismo, en cada pueblo de todos los desta tierra, y principalmente en los destos dos caminos reales, hay o había sus aposentos reales del Inga y del Sol,
con todo su servicio de indios e indias para servirle a él y a los Señores y capitanes y mensajeros quél enviaba de unas partes a otras, y aposentos y casas de oratorios del Sol, con sus servicios de mujeres, que se llamaban Mamaconas, que eran como beatas, que guardaban castidad; y si alguna hallaban en alguna torpedad, luego la mataban; y asimismo otra mucha de servicio. Pág. 184 Éstos todos tenían larga cuenta con los vagabundos que andaban por la tierra, y en ninguna manera los permitían, ni malas mujeres, sino que cada uno viviese en su República y se ocupase en trabajar y ganar de comer. Pág. 196 Y cerca desto y de otras policías tenían grandísima orden, y en los tributos del Inga tan grand cuenta, que había en cada pueblo destos y provincia contadores que tenían cuenta con los tributos y con lo que cada indio tributaba y servía, de manera que se repartiese el trabajo y no sirviese uno más que otro. Y hoy día dura entre ellos esta loable costumbre, aunque la mala que agora hay se la hace infinitas veces prevertir.
Págs. 190, 191 y 192 Asimismo tenía cada pueblo destos grand cantidad de depósitos donde recogían el maíz y todos los
mantenimientos que tributaban al Inga, y la ropa y telares donde se texía la ropa rica para el Inga y caciques y la otra común de la gente de guerra, con muchos depósitos de lana para ello. Tenían depósito de plumas de colores para hacer toldos y camisetas ricas, y en cada pueblo destos plaza grande real, y en medio della un cuadro alto de terrapleno con su escalera, muy alto, donde se subían el Inga y los Señores a hablar al pueblo, y para ver la gente de guerra cuando hacían sus reseñas y junctas. Asimismo tenían una muy loable costumbre y digna de notar y tener en la memoria, la cual, si los españoles que entraron en la tierra guardaran, no se hobiera destruido como lo está; y es, que cuando había gente de guerra entre ellos, y caminaban aunque, fuesen cient mill hombres, no había ninguno dellos de salir del camino real a ninguna parte ni lugar, aunque la fruta y lo que habían de comer estuviese junto al camino real por do pasaban, so pena de muerte; para lo cual tenían muy grandes guardas para ver el que se desmandaba, porque él o su capitán lo habían de pagar, y para esto tenían los caminos por todo lo que duraban los pueblos, con sus tapias altas, para que no se pudiesen salir dél aunque quisiesen
hacer daño; y aposentábanse, acabada de hacer la jornada de cada día, en el pueblo que llegaban, en unos galpones y casas grandes que para el efecto tenían hechas, que algunas, y las más, había de ciento y cincuenta pasos de largo, muy anchas y espaciosas, donde en cada una cabía gran cantidad de gente, muy bien cubiertas limpias y aderezadas, con muchas puertas 117, porque estuviesen muy claras y apacibles, y allí les proveían por su orden y cuenta a cada persona su ración ordinaria a él y a su mujer, tan sin bullicio como si fueran religiosos; porque la gente común desta tierra era la más subjecta y humilde y disciplinada que creo yo que se pudiera hallar en el mundo».
«Lo cual [las discordias entre los Pizarros y Almagro en el Cuzco] dejaremos ahora, por tratar alguna cosa de lo que se pudo alcanzar a saber de las cosas destos indios deste reino durante el tiempo que los españoles andaban en estas cosas que tengo dicho, a lo cual llaman conquista del Perú, y comenzaré por la ciudad del Cuzco como cabeza que era de todo este imperio.
Esta ciudad del Cuzco, a lo que dicen
los cosmógrafos, está en 14 grados desta parte de la Línea equinocial, a la parte del Sur. Su principio y origen no se puede saber, ni su fundación, porque los naturales della carescen de letras, aunque tienen una manera de contaduría por unos cordeles y ñudos, y hay entre ellos muy grandes contadores desta cuenta, como ya tengo dicho; pero como por esta no se puede alcanzar a saber su fundación ni quién fueron los primeros Señores, lo que entre los naturales della se trata comúnmente, es, que en este asiento del Cuzco muy antiguamente había dos maneras de orejones. Págs. 43 y 44 Llamábanse orejones, porque traen las orejas horasdadas, y meten dentro dellas unas ruedas hechas de juncos anchos, con que acrescientan la oreja, y cada una dellas, puesta la rosca del junco dentro, la hacen tan ancha como una gran rosca de naranja. Los Señores y principales traían aquellas roscas de oro fino en las orejas. Los unos destos orejones eran trasquilados y los otros de cabellos largos, que se llaman hoy día Chilques; éstos pelearon los unos con los otros, y los trasquilados subjetaron a los otros en tal manera, que jamás alzaron cabeza ni habitaron por vecinos de la ciudad del Cuzco; y así hay hoy día pueblos
dellos por las comarcas de la tierra del Cuzco; mas en la propia ciudad no los consintieron más vivir, sino solamente la gente común dellos para servir en lo que les mandasen, Hecho esto, dicen estos orejones que la manera que hubieron para tener Señor entre sí, fue que de una laguna questá sesenta leguas del Cuzco, en la tierra del Collao, que se llama Titicaca, salió el principal dellos, que se llamaba Inga Viracocha, que era muy entendido y sabio y decía que era hijo del Sol, y éste dicen ellos que les dio policía de vestidos y hacer casas de piedra, e fue el que edificó el Cuzco e hizo casas de piedra y la fortaleza e casa del Sol dejó principiada y se dio a conquistar las provincias comarcanas al Cuzco; de cuya fábula inferimos los españoles, que alguna persona aportó por aquesta tierra antiguamente de las partes de la Europa, África o Asia, y les dio la policía conforme a lo que en ellas se usaba en aquellos tiempos. Este Inga Viracocha, que ellos dicen que fue el primer Señor principal que tuvieron en la denominación del nombre conforma mucho con el nombre que ellos llaman a los españoles, porque a cada español llaman Viracocha, que en su lengua quiere decir «grosura o espuma de la mar»; y
así, Inga Viracocha quiere dar a entender que aquel Señor salió de la mar; de donde sacamos que aquel fue algún hombre de la manera de nosotros, con barbas y vestido y que cubría sus vergüenzas, la cual orden guardan ellos, pág. 201 porque todos los naturales de lo poblado subjeto a este Señor andan vestidos ellos y sus mujeres con harto razonable vestido, y todos los hombres, aliende de las camisetas y mantas que traen, traen sus pañetes, y las mujeres cubiertos sus pechos, de manera que por ninguna manera pueden ser vistos si no se desnudasen.
Entre estos orejones o Ingas que viven en el Cuzco, hay dentro, de la ciudad del Cuzco dos parcialidades: la una es de los Ingas que viven en Horin Cuzco, ques en lo bajo del Cuzco, y otros que viven en Anan Cuzco, que es en el Cuzco de arriba, porque el Cuzco está sitiado en tierra y llano; y tiénense entre ellos por más hidalgos y nobles los del Cuzco de arriba, aunque ya se va perdiendo esto todo con la venida de los españoles; de manera que ya son tan unos todos, que no se acuerdan casi cuál es más noble. Esta ciudad era muy grande y muy populosa, de grandes edificios y comarcas. Cuando los españoles entraron la primera vez en ella,
había gran cantidad de gente; sería pueblo de más de cuarenta mill vecinos solamente lo que tomaba la ciudad, que arrabales y comarca en derredor del Cuzco, a diez o doce, leguas, creo yo que había docientos mill indios, porquesto era lo más poblado de todos estos reinos. Pág. 179 Todos los Señores principales de toda la tierra tenían en el Cuzco sus casas y servicio, y enviaban allí sus hijos e parientes a que aprendiesen la lengua general del Cuzco y la policía y cómo habían de obedescer y servir al Inga; y es cosa cierta, que ningún hijo de Señor o principal nascía en todo este reino, que no hobiese grand cuidado con él su padre sobre que deprendiese la lengua del Cuzco y la manera que había de tener en saber obedescer y servir, así al Inga como a sus mayores y principales, y tenían por muy principal afrenta no saberlo; y el que no lo sabía y era en ello inhábil, no le daban jamás señorío. Y aun ahora he visto yo caciques mostrar a sus hijos la manera que han de tener para saber servir a los cristianos, y hacerles, mostrar la lengua española para el efecto; y esto ha salido de la antigua y loable costumbre que tenían en tiempo del Inga 118.
Págs. 43 y 44 La orden que estos tenían en horadar las orejas a sus 119 era esta: que tres o cuatro meses antes que se las horadasen se juntaban gran cantidad de mochachos de catorce años arriba, y habían de partir del Cuzco corriendo con grand grita y regocijo, y habían de subir sin descansar unas sierras altas que están frontero del Cuzco, donde tenían grandes adoratorios y idolatrías, y los que primeros llegaban y con más fuerza y aliento subían, eran tenidos en más estima y reputación, y desde allí quedaban señalados para adelante para las peleas, por más sueltos y más provechosos para las cosas de guerra; y al cabo de los cuatro meses que ordinariamente tenían este ejercicio como militar, les horadaban las orejas, haciendo grandes fiestas y ofresciéndoles sus deudos y parientes oro, plata y vestidos y otras muchas cosas, y eran tenidos y estimados de allí adelante por caballeros y gente principal en todas las provincias subjetas al Cuzco; pág. 195 y juntamente con este ejercicio les amonestaban cómo habían de servir al Inga y morir por él cada vez que se les ofresciese; y la razón porque
hacían estas cirimonias, era porque estos orejones peleaban siempre en sierras y tierras ásperas, tomando los altos de presto a los enemigos y ganándoles las fortalezas; y para esto era menester que fuesen muy sueltos en las cuestas y reventones aquellos hijos de Señores que habían de ser caudillos de los demás, porque, no siendo sueltos para subir una sierra corriendo a más correr en tiempo de necesidad, se podrían perder ellos y los indios que llevasen encomendados; y así, cuando ordenaban la gente de guerra, de cinco en cinco se ponían en orden, y el uno de los cinco había de ser uno de aquellos orejones, para que animase a los otros; y de veinte y cinco en veinte y cinco, había un caudillo y capitán.
La manera que el Inga tuvo en conquistar tanta tierra, era, que, comenzando desde el Cuzco, poco a poco peleando con los comarcanos, los vencieron a todos, y pasando adelante, pág. 193 en ganando la provincia, les mandaban que se vistiesen todos a la manera de los Ingas ellos y sus mujeres, e hiciesen casas de piedra y pueblo en el camino real con su plaza y aposentos del Inga y sus casas de Mamaconas, que eran como beatas del servicio
del Sol, de que ya se ha hablado, y aposentos para la gente de guerra; y hecho esto, cada vez engruesaba el Inga su ejército para lo de adelante. Y tenían grandes depósitos en el Cuzco y en todas sus provincias de municiones de guerra, conviene a saber, de lanzas y rodelas, flechas y municiones; pág. 195 especialmente para ganar fortalezas y pasos dificultosos, tenían unas rodelas tejidas de palos y de algodón, que se cubría con cada una dellas poco más de veinte hombres. El tiempo questos Ingas se ocuparon en conquistar, como no está por escrito, no se puede saber, más de que paresció en los edificios y asiento de la tierra ser cosa muy antigua este Señorío.
Pág. 145 La manera del gobernar era, que el Inga, Señor principal, se intitulaba por este vocablo: Capa Inga, que quiere decir «solo Señor», y tenía otro nombre de que más aun se preciaba y se lo llamaban por gran excelencia y con grand acatamiento, que era Endichuri [Intipchuri], que quiere decir «hijo del Sol», porque el Inga daba a entender que era hijo del Sol, y que el Sol no tenía otro hijo ni él tenía otro padre, y con este título se hacía adorar y gobernaba principalmente en tanto grado, que nadie se le
atrevía, y su palabra era ley, y nadie osaba ir contra su palabra ni voluntad, que si fuese o pensase que a la hora había de ser confundido. Y las fiestas que él hacía al Sol, daba a entender que las hacía a su padre. Aunque hobiese de matar cien mill indios, no había ninguno en su reino que le osase decir que no lo hiciese. A todo lo quel Inga decía le respondían: ¡Ho Inga!, como si dijesen: «es muy bien, Inga» y nadie sabía ni osaba salir, aunque fuese la segunda persona, so pena que había de morir por ello.
Pág. 168 120 Tenía postas en todo su imperio de media a media legua, que no esperaban otra cosa sino su mandado; el cual, en viniendo a más correr, llegaba a la otra posta, y en muy breve tiempo, aunque fuesen quinientas leguas, se sabía en las más distantes provincias lo que el Inga mandaba; y así, cuando él enviaba un mensajero con una porra darmas, en la cual iba colgada una seña suya, era obedescido y reverenciado como su propia persona; y lo mismo cualquier capitán que él enviaba a las provincias que se le rebelaban o no querían servir por la
orden y forma que les había puesto, sin destruir la provincia por do pasaban, como nosotros hacemos.
Pag. 183 Era tanta la orden que tenía todos sus reinos y provincias, que consentía haber ningún indio pobre ni menesteroso, porque había orden y formas para ello, sin que los pueblos recibiesen vejación ni molestia, porque el Inga lo suplía de sus tributos; página 134 ni se movían los naturales a andarse de unas partes a otras sin mandado de sus caciques y principales; y los que tomaban desmandados, castigábanlos con grand rigor y ejemplo.
Págs. 179 y 180 Era el Inga y todos súbditos enemicísimos en general de todos los que se le alzaban, y con los que más veces se le habían rebelado, estaba peor él y todas sus provincias, y eran tenidos en grand oprobio de todos; y no les permitía ningún género de armas, y. siempre los aviltaban de palabra y en sus refranes, como a los indios del Collao, que les llamaban aznacolla, como quien decía «el indio del Collao hiede»; y a los traidores entre ellos llamaban aucaes; y esta palabra es la más aviltada de todas cuantas pueden decir a un indio del Perú, que quiere decir «traidor a su Señor»; y así
ahora el Inga que anda alzado 121, llama a los indios destos reinos porque no le quieren acudir, aucas, y ellos, por respecto de los cristianos, le llaman a él y a los que le siguen el mismo nombre de Inga auca.
La manera de las idolatrías
Pág. 62 La manera de las idolatrías destos reinos todas procedían de las que había en la ciudad del Cuzco 122, porque, como tengo dicho, cuando el Inga ganaba una provincia, les daba las maneras de lo que habían de guardar en su servicio y lo que habían de adorar, y los instruían en los sacrificios y les mandaban hacer sus adoratorios y doctarlos y ofrecerles muy largo con muy grand servicio de mujeres y hombres, y estos respectaban y eran súbditos todos a la casa del Sol del Cuzco y al como Papa que ellos allí tenían, y le daban cuenta de los ofrecimientos y riquezas que les daban. En el Cuzco había casas del Sol que eran muy bien obradas de cantería y cercadas junto a la
techumbre de una plancha de oro de palmo y medio de ancho, y lo mismo tenían por de dentro en cada bohio o casa y aposento. Pág. 90 Tenía el primer patio una grand pila de piedra, bien hecha, donde ofrecían chicha, ques un brevaje hecho de maíz, a manera de cerveza, diciendo quel Sol bajaba allí a beber. Pág. 97 Tenía un maizal de oro con sus cañas y mazorcas, antes que entrasen a donde estaba el bulto del Sol. El bulto del Sol tenían muy grande de oro, y todo el servicio desta casa era de plata y oro; y tenían doce horones de plata blanca que dos hombres no abrazarían cada uno, cuadrados, y eran más altos que una buena pica, donde echaban el maíz que habían de dar al Sol, según ellos decían, que comiese y bebiese. Pág. 97 Este Sol escondieron los indios de tal manera, que hasta hoy no ha podido haber sido descubierto: dicen quel Inga alzado lo tiene consigo. Ningund indio común osaba pasar por la calle del Sol, calzado, ni ninguno, aunque fuese Señor, entraba en las casas del Sol con zapatos. Tenía esta casa más de cuatro mill personas, hombres y mujeres, de servicio; era riquísima y abundosísima de ganados, depósitos de todas las cosas de la gran abundancia que de todas las
partes le ofrecían. En el tiempo que los cristianos entraron en el Cuzco, era como Papa o Grand Sacerdote desta casa y de todas las demás de todos estos reinos, un Inga, grand Señor, que se llamaba Vilaoma; éste solo se intitulaba en la lengua de los indios Indivianam [Intipyanan], que quiere decir «siervo o esclavo del Sol». Era éste la segunda persona del Inga, porque el Inga se llamaba Hijo del Sol, y éste, Esclavo del Sol; a los cuales todos estos obedecían, al Inga como a solo Señor e hijo del Sol, y a este Vilaoma como solo siervo o esclavo del Sol. Págs. 97, 98 y 99 La orden por donde fundaban sus huacas, que ellos llamaban a las idolatrías, era porque decían que todas criaba el Sol, y que les daba madre, por padre; que mochaban 123 a la Tierra, porque decían que tenía madre, y teníanle hecho un bulto y sus adoratorios; y al fuego decían que también tenía madre; y al maíz y a las otras sementeras, y a las ovejas y ganados decían que tenían madre; y a la chicha, ques el brevaje que ellos usaban, decían quel vinagre della era la madre, y lo reverenciaban y llamaban mamaaqua 124, madre del
vinagre; y cada cosa adoraban destas a su manera y le tenían hecho, como digo, sus casas, y puesto su servicio muy cumplido, y particularmente a la Mar decían que tenía madre y que se llamaba Masimacocha [Mamacocha] 125, que es madre de la Mar, y le tenían grand respecto; y al oro asimismo decían que era lágrimas quel Sol lloraba; y así, cuando hallaban algund grano grande de oro en las minas, sacrificábanle y henchíanlo de sangre y poníanlo en su adoratorio, y decían questando allí aquella huaca 126 o lágrima del Sol, todo el oro de la tierra se vernía a juntar con él, y que de aquella manera, los que lo buscaban lo hallarían más fácilmente.
Desta manera, procediendo por todas, lo enseñaban a todas las provincias que conquistaban, y les hacían servir a todas estas huacas. Págs. 54, 88 y 120? Y asimismo, todos los Señores de la tierra, do quiera que estuviesen, se hacían adorar
en vida y en muerte, y después de muertos cada uno de sus indios y parcialidades, como por padres de donde los otros habían procedido, y les hacían cada día casi ordinariamente sus ofrecimientos, y enterraban con ellos mujeres vivas, diciendo que las habían menester, para que allá en la otra vida les sirviesen, y que no era razón questuviesen ni durmiesen sin compañía y servicio; y cada año les remudaban de ropa y vestuarios, y enterrábanlos en bóvedas bien hechas, con todo el oro, plata y ropa que en su vida cada uno había poseído. Y esto basta cuanto a las idolatrías; y porque son tantas y de tantas maneras, que, para entender las demás, basta apuntar éstas y entender que en toda la tierra las hacían estos Ingas y Señores del Cuzco. Págs. 98 y 99 Y no dejaré de decir, que todas las veces que los indios comían alguna cosa, la ofrecen al Sol; y si se hallan junto al fuego, la echan en él por manera de adoración, con grand reverencia; y cada vez que pasan algún puerto de nieve o frío que encumbra, tienen allí por huaca y adoración y señal que la hay, un grand montón de piedras [apachetas], y en muchas partes puestas muchas saetas ensangrentadas, y ofrecen allí de lo que llevan; y algunos
dejan algunos pedazos de plata, y otros se tiran de las cejas y pestanas y algunos cabellos 127 y los ofrecen con grand reverencia; y tienen por costumbre de caminar por allí muy calladamente, y no osan hablar, porque dicen, si hablar, porque dicen, si hablan, que se enojarán los vientos y echarán mucha nieve y los matarán.
Por la verdad de Nuestro Señor, aunque la doctrina sagrada de nuestro Dios no ha abundado hasta agora en estos reinos, muchas cosas destas se han quitado a estos naturales y no las osan hacer; y los más no la saben ya hacer, porque ya los viejos que las hacían y hechiceros son casi muertos; y es tanto el miedo que tienen a la religión, que no lo hacen ni se acuerdan dello, y si los reprenden los padres por ello, responden que muy antiguamente, antes quel Inga los ganase, ellos no tenían aquellos adoratorios ni sabían qué se era, y que los Ingas se los hacían tener; pero que ya que ven que aquello de los Ingas todo era mentira y
todo se deshizo, y que lo que les dicen los Padres es lo bueno, que no quieren sino ser hijos de Dios y ser cristianos, y en toda esta tierra no se ha entendido otra cosa en contra desto. La falta está en los pocos religiosos que hay para la doctrina y en el poco hervor que los que gobiernan y los encomenderos y los españoles que por acá hay ponen en questos pobres se conviertan; porque como su codicia es tan insaciable, que nunca entienden sino en cómo se harán riquísimos con los trabajos excesivos de los indios, así por la tasa que tienen, como sin ella, ocupándolos siempre en sus chácaras, minas y granjerías, y en cargas y caminos y guardas de ganados y servicio impersonal (sic), en tanto grado, ques verdad que no se acuerdan de sí mismos, con el cuidado y vejaciones que les ponen estas cosas; y plugiese (sic) a Nuestro Señor que se ensolviese (sic) en esto, con que no se muriesen y disminuyesen de cada día. Y no quiero guardar esto para otro lugar, pues se me ofrece decirlo aquí, ques tanta la disminución de los naturales desde que los españoles entraron en la tierra hasta hoy, sin haber en ella mortandad notable, sino es por causa de guerras y notables trabajos que hay muchos repartimientos que
tenían a cinco o seis mill indios cuando en los principios se repartió la tierra, y agora no tienen a doscientos, y los valles y las tierras donde moraban están vacíos de hombres y muy llenos de ganados y estancias de los españoles, ques argumento que los españoles desta tierra, por la mayor parte, son más amigos de criar ganados que hombres. Yo he visto muchos valles en esta tierra, que por causa de los ganados ser tantos y tan importunos, retraerse los indios a sembrar en los pedregales y arenales inútiles, y poseer los ganados sus mejores aposentos y tierras de pan cojer. Una de las cosas quel Visorrey don Antonio de Mendoza apuntó en estos reinos cuando los vido y entendió que estaban llenos de ganados y vacíos de hombres, dijo que se apercibiesen todos de echar los ganados de los valles y los subiesen a las sierras, porque él quería que en los bajos se criasen antes hombres que ganados; y como le llevó Nuestro Señor, esto cesó y se está la cosa como antes, y aún plega a Nuestro Señor no esté peor, lo cual yo temo harto 128.
Por ser tan confusa la historia destos naturales destos reinos, no quiero traer más origen de los Señores dellos de lo que los antiguos que al tiempo que los españoles entraron en la tierra se acordaban por vista de ojos, porquesto es lo verdadero, pues no alcanzaron letras para más de lo que la vista les diese a entender. Y es de saber, que cuando los españoles entraron en el Cuzco, había indios que se acordaban de un Señor Inga que se llamaba Tupa Inga Yupangue, el cual fue padre de Guainacaba, padre de Tabalipa y de Guascar y de Mango Inga, y dejó otros muchos pero questos tres fueron los más principales y los que los españoles alcanzaron 129 a los principios de la tierra a ver. Este Tupa Inga Yupangue conquistó por su persona, según dicen los indios, la mayor parte destos reinos y fue muy valeroso, y hizo y acrecentó los caminos reales de la Sierra y Llanos, quinientas leguas de aquella parte del Cuzco. Este conquistó el Collao, que se le rebeló muchas veces, y desdel Cuzco hasta las provincias de Chile, que son quinientas leguas, y toda su avitación (sic) fue desdel Cuzco hacia el
Estrecho de Magallanes; y trabajó mucho y al cabo vino a morir en el Cuzco. Y sucediole su hijo Guainacaba, que en lengua del Cuzco quiere decir «mancebo rico». Este Guainacaba fue tan valeroso y tan amigable de los suyos, que no solamente sustentó lo que su padre había ganado, pero vino ganando desdel Cuzco hasta las provincias de Quito y los Pastos. Tuvo grandes guerras en Quito y al cabo los sojusgó y dio policía por la orden dicha, y hizo gran estrago en los guamaracenas 130, que es en las provincias de Ottavalo y Cayambe; y andando ocupado en esto, dicen los indios de Quito que quería pasar a descubrir las provincias de Popayán, y tuvo noticia que no era parte para ello; y como era tan grand Señor, que tenía más de mill leguas de Señorío y le hicieron aquella gente inespunable, y los suyos acobardaban y no querían, ir en aquella conquista, murió de pesar e imaginación, diciendo que ¿cómo era posible que siendo el solo hijo del Sol y solo Inga, pudiese haber otro mayor Señor y otras gentes más fuertes que las suyas y de tal manera que los suyos no los osasen acometer? Dicen que alcanzó a tener noticia
de cómo los españoles llegaron la primera vez a Túmbez; y dicen que dejó mandado a sus hijos que no peleasen con los cristianos, y otras cosas que, por no ser de importancia, no las pongo aquí. Al tiempo que Guainacaba murió en las provincias de Quito, tenía dos hijos en quien tenía puesta toda su esperanza, quel uno era Guascar, hijo de su mujer y heredero legítimo, a quien venían de derecho todos los reinos y señoríos del padre, por ser hijo de hermana suya, según la costumbre destos Señores del Cuzco, quellos solos se podían casar con sus hermanas, para la procreación de los hijos; y los que eran hijos del Inga y de hermana del Inga, aquellos heredaban como más propincos y de más esclarecido linaje; y si otros indios algunos, aunque fuesen Señores, tenían a sus hermanas por mujeres o llegaban a ellas, teníanlos por malos. El otro hijo de Guainacaba era Atavalipa, que era su hijo y de una india natural de las provincias de Quito, y para con los Ingas no era tenido en tanto como el que era hijo de Señora del Cuzco, a quien ellos llaman palla, y los más preminentes y honrados son los que son hijos de coya, que este solo nombre tienen las hijas del Inga, y las más principales dellas eran las hijas de hermana
y mujeres del Inga. Así que, Guainacaba, no embargante que su hijo Guascar era Señor universal, después de sus días, destos reinos, quería y deseaba partirlos y dar la mitad dellos al Atavalipa, la cual cosa era aborrecible a todos los Incas y Señores del Cuzco; y tiénese por cierto, que antes que muriese Guainacaba, trató esto con su hijo Guascar y se lo invió a rogar al Cuzco, y él no hacía buen rostro a lo que su padre le rogaba. En conclusión, Guainacaba dejó a su hijo Atavalipa lo de Quito y lo demás quedó a Guascar, que era Señor del Cuzco. Y aun bien no le constaba a Guascar de la muerte de su padre, cuando envía ejército, sobre Tavalipa, para que le desposeyesen de lo quel padre le había dejado, y mandaba que se lo llevasen preso al Cuzco, para hacer justicia dél. Y así fue hecho, que favorecieron para esta guerra tanto e instaron las provincias de los Cañares, que eran comarcanas a las de Quito, que después de haber peleado los unos con los otros, pág. 238 fue preso Atavalipa por la gente de su hermano Guascar y puesto en prisión; de la cual, metiéndole un principal, amigo suyo, una barreta de cobre de noche, cavó la casa y prisión donde estaba y se salió y salvó, y dende a poco tiempo
tornó a acaudillar gentes de aquellas de Quito, que le amaban mucho, por ser su natural, y con ejército revolvió sobre las provincias de las Cañares, que le habían sido contrarias, y destruyolas y mató la más de la gente dellas y pasó adelante y fue juntando gente y ejército; y como las gentes y provincias por donde pasaba le conoscían por tan valeroso, acudíanle y holgaban de le servir contra su hermano Guascar. Y envió delante de sí dos capitanes con grand cantidad de gente al Cuzco a pelear contra su hermano Guascar, y él iba poco a poco con la demás gente con un grueso campo, en tiempo que los españoles caminaban por la costa y venían hacia donde él estaba; el cual, como estaba avisado de su venida, aunque había ya pasado más de veinte o treinta leguas de Cajamalca, volvió a verse con los españoles a Cajamalca, y en el camino, en la provincia de Guamachuco, mandó quemar una huaca y idolatría muy principal y donde el Demonio daba respuestas, porque dijo allí a los hechiceros que le servían, que Atavalipa había de ser vencido de los cristianos, y de esta mohina no dejó hechicero de todos los de aquella provincia vivo que no mandase matar; y así fue a Cajamalca, donde le prendieron los españoles y le pidieron
por su persona una casa de oro y plata, el cual se la inchió; y cumplido él esto, le mataron, como ya hemos dicho. Dícese que estando preso, le vino nueva cómo sus capitanes Quisquis y Chiricuchima, a quien él había enviado al Cuzco, después de haber habido grandes batallas con Guascar, en las cuales a los principios él fue vencedor y después con una cautela que uso con él el capitán general de Atavalipa Chiricuchima, fue preso y muerta mucha parte de su gente; y teniéndole preso el Chiricuchima, con engaño le dijo un día, que él entendía que Atavalipa no era Señor natural sino él, que él le quería entregar toda la gente que traía de guerra y le quería servir contra su hermano Tavalipa, y que para ello mandase juntar todos los Señores y principales del Cuzco, porque en presencia dellos se hiciese aquel auto; lo cual el Inga Guascar mandó poner luego por obra, y juntados más de dos mill Señores en la plaza del Cuzco, mandó el Chiricuchima que diesen en ellos, y allí los hicieron a todos pedazos, y a las señoras del Cuzco que pudieron haber, mataban, y a las que estaban preñadas sacaban los hijos por los ijares, porque este capitán pretendía acabar toda la generación de los Ingas, porque él y su Señor señoreasen
más libremente. Y después que hobo hecho esto, envió mensajeros a su Señor Atavalipa, el cual estaba a la sazón 131, y dicen que envió a mandar que matasen luego a su hermano Guascar, porque, si le viesen los cristianos, no le diesen la vida y le tornasen a restituir en el señorío del Cuzco; lo cual como fue hecho, sabida la certinidad de ello por el Tavalipa, dicen que se estaban un día riyendo y que le preguntó, mirando en ello, el gobernador Pizarro, de qué se reía; el cual le dijo: «yo te lo diré, Señor: has de saber que mi hermano Guascar decía que había de beber con mi cabeza: e yo he bebido con la suya e ya me han traído su cabeza para ese efecto; y tú beberás con la suya y con la mía; yo pensaba que no bastaba todo el mundo para comigo (sic), y tú con cien españoles me has prendido y muerto mucha parte de mi gente».
«Aquel Paulo Tupa [Paullu Túpac] hermano del Inga, era un indio muy discreto y sabio y de mucho tomo. Fue con Almagro a las provincias y descubrimiento de Chile y pasó muchos trabajos en el viaje y sufriolos con buen ánimo; y vuelto al
Cuzco, le dieron las casas de Guascar en que viviese y que eran las más principales casas del Cuzco, y le dieron un repartimiento de dos mill indios en la provincia de los Cañares, y mandaba el Cuzco y todos los naturales dél; y murió cristiano y mandó hacer una capilla, donde se enterró, sumptuosa, y servíase de españoles, y tenía su misa; y por la misma orden ha quedado su casa y memoria en el Cuzco, porque sus hijos se tratan como cristianos y tienen su doctrina evangélica. Por la verdad de Nuestro Señor quiero poner aquí una cosa que hicieron todos los naturales del Cuzco el día de su muerte 132, por ser cosa notable y de buena disciplina y ejemplo. Como supieron que había espirado, todos los indios de guerra vecinos del Cuzco, con todas sus armas de flechas y lanzas y porras, cada uno con lo que servía en la guerra, se subieron a la casa del dicho Inga Paulo y la cercaron toda y se ponían encima de todos los altos y paredes, apoderándose della, dando grandes voces y grita. Allende que todos los moradores del Cuzco lloraban a voz en grito,
estos se señalaron más, y allí se estuvieron guardando la casa del dicho Paulo Tupa hasta que lo enterraron. Y preguntando que por qué habían ocurrido allí aquellos indios de guerra en aquel tiempo, que serían hasta cuatrocientos o quinientos, dijeron que era costumbre del Cuzco, que cuando moría el Señor natural, porque con la alteración de la novedad no se metiese algund tirano en las casas del Señor y se enseñorease de la mujer e hijos del Señor y los matase y tomase y tiranizase la ciudad y el reino, venían allí a estorbarlo y no se volvían a sus casas hasta quel hijo del Señor muerto quedase señalado por Señor universal del imperio. En el entierro deste Señor lloraba toda la cibdad cristiana e indios».
Pág. 93 Acaescieron estas cosas [insultos y vejaciones a Mango Inga, saqueo de su casa y su refugio en la cámara de Almagro] en el mes de abril de 1535, cuando en el valle del Cuzco tenían costumbre hacer cada año un grand sacrificio al Sol y a todas las huacas y adoratorios del Cuzco por ellos y por todas sus provincias y reinos, las cuales comenzó el Inga de hacer y duraron ocho días
arreo, dando las gracias al Sol por la cosecha pasada y suplicándole que en las sementeras por venir les diese buenos frutos. Y aunque esto abominable y detestable era, por hacerse estas fiestas y adoraciones a la criatura, dejado el criador, a quien se habían de hacer gracias debidas, es cosa de grand ejemplo para entender las gracias que somos obligados a dar a Dios verdadero, Señor Nuestro, por los bienes recibidos, de lo cual nos descuidamos tanto cuanto más le debemos.
Sacaban en un llano ques a la salida del Cuzco hacia do sale el Sol, en amaneciendo, todos los bultos de los adoratorios del Cuzco, y los de más autoridad ponían debajo de toldos de plumas muy ricos y bien obrados, que parecían muy bien; y hacían desta toldería una calle, que distaban la una toldería de la otra un grand tiro de herrón, en la cual distancia, se hacía una calle muy ancha de más de treinta pasos, y en esta calle se ponían todos los Señores y principales del Cuzco sin entrevenir Señor alguno de otra generación, y éstos todos eran orejones muy ricamente vestidos con mantas y camisetas ricas de argentería, y brazaletes y patenas en las cabezas, de oro fino y muy relumbrante, los cuales hacían dos hilas, que cada una
tenía más de treinta Señores, y en manera de procesión, los unos del un coro y los otros del otro, estaban muy callando y esperando a que saliese el Sol; y aún no había bien salido, cuando así como (sic) comenzaban ellos a entonar con gran orden y concierto su canto, entonándole con menear cada uno dellos un pie, como cantores del canto de órgano; y como el Sol iba saliendo, más alto entonaban su canto. El Inga tenía su tienda en un cercado con una silla y escaño muy rico apartado un poco de la hila destos, y al entonar, llevantábase con gran autoridad y poníase en el principio de todos y era el primero que comenzaba el canto, y como él hacía, hacían todos; y ya que había estado un poco, volvíase a su silla y allí se estaba negociando con los que venían a él, y algunas veces de en rato en rato iba a su coro y estaba un poco y luego se tornaba; y así estaban éstos cantando desde que salía el Sol hasta que se encubría del todo; y como hasta medio día el Sol iba subiendo, ellos iban acrecentando las voces, y de medio día abajo las iban menguando, tiniendo gran cuenta con lo quel Sol caminaba; y en todo este tiempo le hacían grandes ofrecimientos. En una parte, en un terrapleno en donde estaba un
árbol, estaban indios que en un gran fuego no hacían sino echar carnes y quemarlas y consumirlas con el fuego, y en una (sic) mandaba el Inga echar cantidad de ovejas a los indios comunes y pobres la rebatiña, lo cual era cosa de grande pasatiempo. A las ocho del día salían del Cuzco más de doscientas mujeres mozas, cada una con su cántaro nuevo, grande de más de arroba y media, daca [de akca] embarrado, con su tapadera, los cuales todos eran nuevos y con unas mismas tapaderas nuevas y un mismo embarramiento, y venían de cinco en cinco y con mucha orden y concierto, esperando de trecho en trecho. Ofrecían aquéllas al Sol y muchos cestos de una yerba que ellos comen, que se llama coca en su lengua, ques la hoja a manera de arrayán; y tenían otras muchas cerimonias y ofrecimientos que sería largo de contar; baste que ya cuando a la tarde el Sol se quería entrar, ellos en el canto y en las personas mostraban muy grand tristeza por su absencia, y enflaquecían de industria mucho las voces; y ya cuando del todo se entraba el Sol, que se desaparecía a la vista dellos, hacían una grand admiración, y puestas las manos, le adoraban con profundísima humildad, y alzaban luego todo el aparato de la fiesta
y se quitaba la toldería, y cada uno se iba a su casa y tornaban aquellos bultos y reliquias pésimas a sus casas y adoratorios; y así por la misma orden vinieron ocho o nueve días arreo. Y es de saber, que aquellos bultos de ídolos que tenían en aquellos toldos, eran de los Ingas pasados que habían señoreado el Cuzco. Cada uno tenía allí grand servicio de hombres que todo el día los estaban mosqueando con unos aventadores de pluma de cisnes despejuelos, y sus mamaconas, que son como beatas, en cada toldo habría doce o quince.
Pasadas todas las fiestas, en la última, llevaban muchos arados de mano, los cuales antiguamente eran de oro, y hechos los oficios, tomaba el Inga un arado y comenzaba con él a romper la tierra, y lo mismo los demás Señores, para que de allí adelante en todo su señorío hiciesen lo mismo; y sin que el Inga hiciese esto, no había indio que osase romper la tierra, ni pensaban que produjese si el Inga no la rompía primero. Y esto baste cuanto a las fiestas.
Págs. 209 y 210 Pasadas estas fiestas y otras muchas cosas que sería largo proceso decirlas, porquel Inga en este tiempo dio al Adelantado [Almagro] en ese tiempo (sic) mucha suma de oro y una hermana del
Inga, que era la más principal señora que en los reinos había, la cual se llamaba Marcachimbo 133, hija de Guainacaba y de una hermana suya, a quien, si fuera varón, venía el señorío del Inga; dio al dicho Almagro un hoyo donde tenía cierta argentería de plata y oro, que en la fundición metido y fundido, hecho barras, pesó veinte y siete mil marcos de plata; y sin esto dio a otro capitán de las sobras de
aquel hoyo doce mil castellanos; y ni por eso esta pobre fue más honrada ni favorecida de los españoles, antes fue deshonrada muchas veces, porque era muy moza y de gentil apostura, y se hinchió de bubas hasta al cabo. Después, en tiempo del licenciado Baca de Castro, un español, vecino del Cuzco, se casó con ella; y en fin, fue Nuestro Señor servido que murió cristiana y fue muy buena mujer. Y destas señoras del Cuzco es, cierto, de tener
grand sentimiento el que tuviese alguna humanidad en el pecho, que en tiempo de la prosperidad del Cuzco, cuando los españoles entraron en él, había grand cantidad de señoras que tenían sus casas y sus asientos muy quietas y sosegadas, y vivían muy políticamente y como muy buenas mujeres, cada señora acompañada con quince o veinte que tenía de servicio en su casa, bien traídas y aderezadas, y no salían menos desto y con grand honestidad y gravedad y atavío a su usanza; y la cantidad destas señoras principales creo yo que en el... 134 había más de seis mill, sin las de servicio, que creo yo que eran más de veinte mill mujeres, sin las de servicio y mamaconas, que eran las que andaban como beatas. Y dende a dos años casi, no se hallaba en el Cuzco y su tierra sino cada cual y cual, porque muchas murieron en la guerra que hubo y las otras vinieron las más a ser malas mujeres. Nuestro Señor perdone a quien fue la causa desto, y a quien no lo remedia pudiendo».
Hermanas carnales de doña Beatriz Khespi y de doña Leonor Marca Chimpu, fueron, en opinión de algún autor, la primera mujer (?) de Hernando de Soto, doña Leonor Tocto Chimpu, y la manceba principal del marqués don Francisco Pizarro, doña Inés Yupanqui, ñusta o princesa de Huaillas; pero de ésta afirman los más que su madre fue otra concubina de Huaina Cápac, por nombre Cúntur Huachu.
De los otros hijos de este soberano nada digo, porque no hace al objeto de esta nota.