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Gustavo Adolfo Bécquer El Caudillo de las manos rojas IntraText CT - Texto |
XIV
- Ahora bien: pues conoces mi delito, dime la manera de hacer que desaparezcan de mis manos estas terribles manchas.
El bracmín permanece en silencio y el príncipe prosigue:
- ¡Qué! ¿Mi sangre toda no podrá borrar esta sangre?
- Lo ignoro; es muy corta tu vida para expiar ese delito y Schiwen esta airado porque has hecho uso de tus facultades para la destrucción, obra que a él solo está encomendada.
- Pues bien: si tú lo ignoras, consultemos a Vichenú. Él me protegerá contra su hermano. Penetremos en la gruta sagrada.
- ¿Has ayunado las tres lunas?
- Sí.
- ¿Has huido del lecho nupcial por siete noches?
- Sí.
- ¿Has dejado de cazar durante nueve días?
- También.
- Entonces, sígueme.
Algunos momentos después de este corto dialogo, sus interlocutores se hallaban en el fondo de la misteriosa gruta...