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Gustavo Adolfo Bécquer El rayo de luna IntraText - Concordancias (Hapax Legomena) |
Capítulo
1 II | religiosos, la vegetación, abandonada de sí misma, desplegaba 2 II | caballeros de la Orden habían ya abandonado sus históricas fortalezas; 3 V | cuando, después de atravesar, absorto en estas ideas, el puente 4 V | alma, merced a sus aún más absurdas imaginaciones, cuando, después 5 V | mujer desconocida, cuyo absurdo amor iba creciendo en su 6 V | de los álamos, y su andar acompasado y majestuoso como las cadencias 7 I | por debajo de sus arcos; o acurrucado en la quiebra de una roca 8 V | hermoso de mis sueños de adolescente, que piensa como yo pienso, 9 V | ojos azules muy rasgados y adormidos, y una cabellera suelta, 10 III| aquellas intrincadas malezas. ¡Afán inútil!~Vagó algunas horas 11 I | entretenían los días de reposo en afilar el hierro de su maza contra 12 III| descolgó de las peñas con la agilidad de un gamo, arrojó al suelo 13 VI | ligero temblor nervioso agita sus miembros, un temblor 14 II | el viento con un gemido, agitando las altas hierbas.~En los 15 II | sombría alameda había visto agitarse una cosa blanca que flotó 16 IV | reflejaba en el negruzco y agrietado paredón de la casa de enfrente.~ - 17 III| margen del río, en cuyas aguas se retrataban sus pardas 18 IV | un chirrido prolongado y agudo. Un escudero apareció en 19 | ahí 20 II | un grito, un grito leve y ahogado, mezcla extraña de sorpresa, 21 III| ella, es ella, que lleva alas en los pies y huye como 22 IV | imaginaciones, esperó el alba frente a la ventana gótica; 23 IV | casa que en la ciudad podía albergarlos. Fija en su mente esta idea, 24 IV | desvanecida su esperanza de alcanzar a los que habían entrado 25 IV | indescriptible expresión de alegría. En una de las altas ventanas 26 | algunos 27 V | misterio, como todas las almas soñadoras, se complace en 28 III| se retrataban sus pardas almenas.~ 29 III| rocas, tendió la vista a su alrededor; pero al tenderla y fijarla 30 III| Tal vez, desde esta altura podré orientarme para seguir 31 VI | a nuestro antojo, y los amamos y corremos tras ellos, ¿ 32 VI | una mujer a quien ames, y amándote pueda hacerte feliz?~ - ¡ 33 IV | encendida su lámpara hasta que amanece.~Un rayo cayendo de improviso 34 V | me ha de amar como yo la amaré, como la amo ya, con todas 35 I | podré verlas, y yo no podré amarlas... ¿Cómo será su hermosura?... ¿ 36 VI | buscas una mujer a quien ames, y amándote pueda hacerte 37 V | si, caprichosa como yo, amiga de la soledad y el misterio, 38 V | como yo la amaré, como la amo ya, con todas las fuerzas 39 V | tal arte en su manto de anascote, que se me figuró una deidad; 40 III| correr, y desnudándose del ancho capotillo de terciopelo, 41 II | quedaban en pie restos de los anchos torreones de sus muros; 42 I | no lo debían buscar en el anchuroso patio de su castillo, donde 43 IV | esperaba ver a su lado, anduvo algunas horas corriendo 44 V | alta y esbelta como esos ángeles de las portadas de nuestras 45 IV | Tiene esposo? Responde, animal - ésta fue la salutación 46 II | subían encaramándose por los añosos troncos de los árboles; 47 | ante 48 | antes 49 II | conduce de la ciudad al antiguo convento de los Templarios, 50 IV | caserón de piedra; oscuro y antiquísimo, y al detenerse brillaron 51 VI | imaginación y vestimos a nuestro antojo, y los amamos y corremos 52 V | desde que el escudero de don Antonio de Valdecuellos desengañó 53 II | de perfumes y de rumores apacibles, y con una luna blanca y 54 IV | prolongado y agudo. Un escudero apareció en el dintel con un manojo 55 VI | inquieta como la de un idiota, apenas prestaba atención ni a las 56 IV | quién duerme allí, en aquel aposento, donde toda la noche he 57 Int| seré uno de los últimos en aprovecharme, dadas mis condiciones de 58 | aquellos 59 III| por el suelo y roza en los arbustos - y corría, y corría como 60 VI | macizas columnas de sus arcadas... Estaba desierto.~Salió 61 V | como un tonto la litera del arcediano, creyendo que el extremo 62 IV | las macizas puertas del arco que daban entrada al caserón, 63 IV | donde toda la noche he visto arder una luz?~ - ¿Allí? Allí 64 III| imaginando distinguir en la arena la huella de sus breves 65 VI | última que ha compuesto Mosén Arnaldo, el trovador provenzal?~ - ¡ 66 III| aspiraba a intervalos, era un aroma perteneciente a aquella 67 III| crujido de su traje, que arrastra por el suelo y roza en los 68 III| se retuerce a sus pies, arrastrando una corriente impetuosa 69 V | San Nicolás a una vieja, arrebujada con tal arte en su manto 70 III| la agilidad de un gamo, arrojó al suelo la gorra, cuya 71 II | nubes blanquecinas y ligeras arrolladas en el horizonte, se internó 72 V | vieja, arrebujada con tal arte en su manto de anascote, 73 I | Creía que entre las rojas ascuas del hogar habitaban espíritus 74 | así 75 IV | no le hubiera causado más asombro que el que le causaron estas 76 III| un perfume especial, que aspiraba a intervalos, era un aroma 77 VI | idiota, apenas prestaba atención ni a las caricias de su 78 IV | caballerizas.~Manrique, con el oído atento a estos rumores de la noche, 79 III| entrada, ya los que habían atravesado el Duero por la parte de 80 III| hacía el puente.~Pensaba atravesarlo y llegar a la ciudad antes 81 V | que dijo, acaso...; pero aun sin saberlo, la encontraré...; 82 IV | IV~Aunque desvanecida su esperanza 83 III| trepando de peña en peña con la ayuda de su daga.~Llegó a la cima, 84 IV | algunas horas corriendo al azar de un sitio a otro.~Por 85 II | serena en mitad de un cielo azul, luminoso y transparente.~ 86 II | campanillas blancas y azules, balanceándose como en un columpio sobre 87 V | las portadas de nuestras basílicas, cuyos ovalados rostros 88 V | extremo que vuelva a ver, me bastarán para conseguirlo.~Noche 89 V | escuderos; que he dado agua bendita en San Nicolás a una vieja, 90 V | no, eran negros.~¡Y qué bien hacen unos ojos azules muy 91 II | el fondo de algunas nubes blanquecinas y ligeras arrolladas en 92 V | pliegues de una tela diáfana y blanquísima; noche y día me están sonando 93 III| punto, no pudo contener una blasfemia. La luz de la luna rielaba 94 IV | se veían esculpidos los blasones de su dueño, giraron pesadamente 95 I | monasterio de la Peña; sentado al borde de una tumba, prestando 96 III| los inmensos jardines que bordeaban la margen del río, llegó 97 I | aire, en el fondo de los bosques, en las grietas de las peñas 98 IV | los ojos y enseñando al bostezar una caja de dientes capaces 99 VI | intervalos por entre la verde bóveda de los árboles cuando el 100 IV | salutación que, sacudiéndole el brazo violentamente, dirigió al 101 III| la arena la huella de sus breves pies; luego, firmemente 102 VI | serena y hermosa; la luna brillaba en toda su plenitud en lo 103 VI | ante sus ojos; pero había brillado a sus pies un instante, 104 VI | flotante, había vuelto a brillar ante sus ojos; pero había 105 IV | antiquísimo, y al detenerse brillaron sus ojos con una indescriptible 106 II | silvestres y las ortigas brotaban en medio de los enarenados 107 IV | cual, después de mirarlo un buen espacio de tiempo con los 108 III| perteneciente a aquella mujer que se burlaba de él complaciéndose en 109 V | durante los cuales había buscado en vano a aquella mujer 110 I | encontrarlo no lo debían buscar en el anchuroso patio de 111 V | seguramente al trabajo de buscarla.~¿Cómo serán sus ojos?... 112 VI | la soledad? ¿Por qué no buscas una mujer a quien ames, 113 II | esa es la mujer que yo busco - exclamó Manrique - ; y 114 IV | pesebre en las subterráneas caballerizas.~Manrique, con el oído atento 115 II | a que nos referimos, los caballeros de la Orden habían ya abandonado 116 IV | casa de enfrente.~ - No cabe duda; aquí vive mi desconocida - 117 V | rasgados y adormidos, y una cabellera suelta, flotante y oscura, 118 V | azules son seguramente, y sus cabellos, negros, muy negros y largos 119 III| al tenderla y fijarla al cabo en un punto, no pudo contener 120 IV | piafando hacía sonar la cadena que lo sujetaba al pesebre 121 V | acompasado y majestuoso como las cadencias de una música. Y esa mujer, 122 IV | enseñando al bostezar una caja de dientes capaces de dar 123 IV | la última esquina de un callejón desierto; otras, voces confusas 124 I | temblaban a lo lejos como los cambiantes de las piedras preciosas. 125 II | medio de los enarenados caminos, y en los trozos de fábrica, 126 I | exhalaban lamentos y suspiros o cantaban y se reían en el monótono 127 VI | Queréis que os diga una cantiga, la última que ha compuesto 128 VI | quiero que me dejéis solo... Cantigas..., mujeres..., glorias..., 129 IV | bostezar una caja de dientes capaces de dar envidia a un cocodrilo.~ 130 III| y desnudándose del ancho capotillo de terciopelo, partió como 131 V | visto... ¿Quién sabe si, caprichosa como yo, amiga de la soledad 132 II | Duero, que pasa lamiendo las carcomidas y oscuras piedras de las 133 II | cubierto de césped; los cardos silvestres y las ortigas 134 VI | prestaba atención ni a las caricias de su madre ni a los consuelos 135 III| sobre la hierba, ya en una carrera frenética y desesperada.~ 136 I | pergamino en que leía la última carta de un trovador.~Los que 137 IV | a sus pies no le hubiera causado más asombro que el que le 138 IV | más asombro que el que le causaron estas palabras.~ 139 IV | hasta que amanece.~Un rayo cayendo de improviso a sus pies 140 IV | el rumor de una puerta al cerrarse, ora el relincho de corcel 141 II | sí, se habían cubierto de césped; los cardos silvestres y 142 V | veinte doblas de oro en hacer charlar a dueñas y escuderos; que 143 IV | sobre los goznes, con un chirrido prolongado y agudo. Un escudero 144 I | en una luminosa ronda de chispas en la cúspide de las llamas, 145 III| La luz de la luna rielaba chispeando en la estela que dejaba 146 III| ayuda de su daga.~Llegó a la cima, desde la que se descubren 147 I | rojos, a la otra porque se cimbreaba al andar, como un junco.~ 148 II | viento como el penacho de una cimera, y las campanillas blancas 149 I | las armas, y el insólito clamor de una trompa de guerra 150 IV | al caserón, y sobre cuya clave se veían esculpidos los 151 IV | capaces de dar envidia a un cocodrilo.~Verlo Manrique y lanzarse 152 V | deidad; y al salir de la Colegiata, una noche de maitines, 153 VI | el joven, incorporándose colérico en su sitial - . No quiero 154 IV | a través de unas ligeras colgaduras de seda color de rosa, se 155 I | espíritus de fuego de mil colores, que corrían como insectos 156 VI | a través de las macizas columnas de sus arcadas... Estaba 157 II | balanceándose como en un columpio sobre sus largos y flexibles 158 IV | hacía el barrio de San Juan, comenzó a vagar por sus calles a 159 V | las almas soñadoras, se complace en vagar por entre las ruinas 160 III| mujer que se burlaba de él complaciéndose en huirlo por entre aquellas 161 V | de mi espíritu, que es el complemento de mi ser, ¿no se ha de 162 I | inteligibles que no podía comprender.~¡Amar! Había nacido para 163 VI | cantiga, la última que ha compuesto Mosén Arnaldo, el trovador 164 Int| aprovecharme, dadas mis condiciones de imaginación.~Otro, con 165 II | en una oscura alameda que conducía desde el derruido claustro 166 II | cuyas copas se tocaban y se confundían entre sí, se habían cubierto 167 IV | callejón desierto; otras, voces confusas de gentes que hablaban a 168 V | ser, ¿no se ha de sentir conmovida al encontrarme? ¿No me ha 169 V | a ver, me bastarán para conseguirlo.~Noche y día estoy mirando 170 | consigo 171 VI | caricias de su madre ni a los consuelos de sus servidores.~ - Tú 172 VI | aquélla - . ¿Por qué te consumes en la soledad? ¿Por qué 173 I | una roca y entretenido en contar las estrellas del cielo, 174 I | una nube con la vista o contemplar los fuegos fatuos que cruzan 175 II | atravesar el puente, desde donde contempló un momento la negra silueta 176 III| cabo en un punto, no pudo contener una blasfemia. La luz de 177 IV | espantados y estúpidos, le contestó con voz entrecortada por 178 VI | creía así. A mí, por el contrario, se me figura que lo que 179 II | de la ciudad al antiguo convento de los Templarios, cuyas 180 I | sorprende alguna palabra de la conversación de los muertos; o en el 181 VI | síntomas de una verdadera convulsión, y prorrumpe, al fin, en 182 II | calles de álamos, cuyas copas se tocaban y se confundían 183 IV | cerrarse, ora el relincho de corcel que piafando hacía sonar 184 VI | nuestro antojo, y los amamos y corremos tras ellos, ¿para qué?, ¿ 185 I | fuego de mil colores, que corrían como insectos de oro a lo 186 IV | lado, anduvo algunas horas corriendo al azar de un sitio a otro.~ 187 III| sus pies, arrastrando una corriente impetuosa y oscura por entre 188 III| impetuosa y oscura por entre las corvas márgenes que lo encarcelan.~ 189 I | fantástico, habitado por extrañas creaciones, hijas de sus delirios y 190 III| En aquella barca había creído distinguir una forma blanca 191 III| pisadas - murmuró otra vez - ; creo que ha hablado; no hay duda, 192 V | envuelven en un misterioso crepúsculo las sombras de sus doseles 193 III| Allá lejos, muy lejos, creyó divisar por entre los cruzados 194 II | de una mujer que había cruzado el sendero y se ocultaba 195 III| creyó divisar por entre los cruzados troncos de los árboles como 196 I | contemplar los fuegos fatuos que cruzan como exhalaciones sobre 197 | cual 198 | cualquiera 199 II | como en parte se ven hoy, cubiertos de hiedra y campanillas 200 I | luminosa ronda de chispas en la cúspide de las llamas, y se pasaba 201 V | aquella mujer desconocida, cuyo absurdo amor iba creciendo 202 V | la encontraré; me lo da el corazón, y mi corazón 203 IV | macizas puertas del arco que daban entrada al caserón, y sobre 204 Int| últimos en aprovecharme, dadas mis condiciones de imaginación.~ 205 V | dueñas y escuderos; que he dado agua bendita en San Nicolás 206 III| peña con la ayuda de su daga.~Llegó a la cima, desde 207 I | soledad porque en su seno, dando rienda suelta a la imaginación, 208 I | los troncos encendidos, o danzaban en una luminosa ronda de 209 IV | caja de dientes capaces de dar envidia a un cocodrilo.~ 210 I | otra las olas del río por debajo de sus arcos; o acurrucado 211 I | quisieran encontrarlo no lo debían buscar en el anchuroso patio 212 V | anascote, que se me figuró una deidad; y al salir de la Colegiata, 213 III| chispeando en la estela que dejaba en pos de sí una barca que 214 VI | sí quiero: quiero que me dejéis solo... Cantigas..., mujeres..., 215 V | día estoy mirando flotar delante de mis ojos aquellos pliegues 216 I | Algunas veces llegaba su delirio hasta el punto de quedarse 217 I | creaciones, hijas de sus delirios y sus ensueños de poeta, 218 II | alameda que conducía desde el derruido claustro a la margen del 219 II | blanca que flotó un momento y desapareció en la oscuridad. La orla 220 III| más locas esperanzas. Se descolgó de las peñas con la agilidad 221 III| la cima, desde la que se descubren la ciudad en lontananza 222 I | que algunas veces hubiera deseado no tener sombra por que 223 V | Antonio de Valdecuellos desengañó al iluso Manrique; dos meses 224 III| una carrera frenética y desesperada.~Avanzando, avanzando por 225 II | horizonte, se internó en las desiertas ruinas de los Templarios.~ 226 III| parándose para escuchar, ya deslizándose con las mayores precauciones 227 III| embarazarlo para correr, y desnudándose del ancho capotillo de terciopelo, 228 VI | el joven.~ - ¿Por qué no despertáis de ese letargo? - le decía 229 II | abandonada de sí misma, desplegaba todas sus galas, sin temor 230 VI | de pies a cabeza; mandáis desplegar al aire vuestro pendón de 231 II | trozos de fábrica, próxima a desplomarse, el jaramago, flotando al 232 II | silueta de la ciudad que se destacaba sobre el fondo de algunas 233 II | pregonaban la victoria de la destrucción y la ruina.~Era de noche; 234 V | el aire, que la realidad desvanecía con un soplo; dos meses 235 IV | IV~Aunque desvanecida su esperanza de alcanzar 236 IV | oscuro y antiquísimo, y al detenerse brillaron sus ojos con una 237 VI | desaparecer; pero al llegar se detiene, fija los espantados ojos 238 IV | sitio a otro.~Por último, se detuvo al pie de un caserón de 239 V | aquellos pliegues de una tela diáfana y blanquísima; noche y día 240 I | soldados se entretenían los días de reposo en afilar el hierro 241 IV | al bostezar una caja de dientes capaces de dar envidia a 242 VI | luna.~ - ¿Queréis que os diga una cantiga, la última que 243 IV | escudero apareció en el dintel con un manojo de llaves 244 III| pos de sí una barca que se dirigía a todo remo a la orilla 245 IV | penetró en la población y, dirigiéndose hacía el barrio de San Juan, 246 IV | el brazo violentamente, dirigió al pobre escudero, el cual, 247 III| lejos, muy lejos, creyó divisar por entre los cruzados troncos 248 IV | alguna persona que había doblado ya la última esquina de 249 V | he gastado más de veinte doblas de oro en hacer charlar 250 I | donde los palafreneros domaban los potros, los pajes enseñaban 251 V | crepúsculo las sombras de sus doseles de granito!~¡Su voz!... 252 V | de oro en hacer charlar a dueñas y escuderos; que he dado 253 IV | esculpidos los blasones de su dueño, giraron pesadamente sobre 254 VI | viento suspiraba con un rumor dulcísimo entre las hojas de los árboles.~ 255 | e 256 V | pero he de conocerla. El eco de sus pisadas o una sola 257 I | donde esté todo el mundo.~En efecto, Manrique amaba la soledad, 258 III| las rocas sobre las que se eleva la ermita de San Saturio.~ - 259 | ellas 260 | ellos 261 III| redonda y larga pluma podía embarazarlo para correr, y desnudándose 262 II | hombre la mutilase, creyendo embellecerla.~Las plantas trepadoras 263 V | conduce a los Templarios, el enamorado joven se perdió entre las 264 II | brotaban en medio de los enarenados caminos, y en los trozos 265 VI | Estaba desierto.~Salió de él, encaminó sus pasos hacia la oscura 266 II | plantas trepadoras subían encaramándose por los añosos troncos de 267 III| las corvas márgenes que lo encarcelan.~Manrique, una vez en lo 268 IV | halla enfermo, mantiene encendida su lámpara hasta que amanece.~ 269 I | lo largo de los troncos encendidos, o danzaban en una luminosa 270 I | pensamientos, y nunca los había encerrado al escribirlos!~Creía que 271 I | las formas en que pudiera encerrar sus pensamientos, y nunca 272 I | trovador.~Los que quisieran encontrarlo no lo debían buscar en el 273 V | ha de sentir conmovida al encontrarme? ¿No me ha de amar como 274 V | he de encontrar; y si la encuentro, estoy casi seguro de que 275 IV | Alonso, que, como se halla enfermo, mantiene encendida su lámpara 276 IV | agrietado paredón de la casa de enfrente.~ - No cabe duda; aquí vive 277 V | corazón, y mi corazón no me engaña nunca. Verdad es que ya 278 V | y eran negros...; no me engaño, no, eran negros.~¡Y qué 279 I | domaban los potros, los pajes enseñaban a volar a los halcones y 280 IV | restregándose los ojos y enseñando al bostezar una caja de 281 I | hijas de sus delirios y sus ensueños de poeta, porque Manrique 282 I | punto de quedarse una noche entera mirando a la luna, que flotaba 283 III| la parte de San Saturio entraban en Soria por una de las 284 IV | alcanzar a los que habían entrado por el postigo de San Saturio, 285 II | alto del cielo, cuando al entrar en una oscura alameda que 286 IV | estúpidos, le contestó con voz entrecortada por la sorpresa:~ - En esta 287 Int| su fondo, al menos podrá entretenerlos un rato.~ 288 I | halcones y los soldados se entretenían los días de reposo en afilar 289 I | la quiebra de una roca y entretenido en contar las estrellas 290 IV | gótica - ; aquí vive... Ella entró por el postigo de San Saturio... 291 IV | de dientes capaces de dar envidia a un cocodrilo.~Verlo Manrique 292 V | cuyos ovalados rostros envuelven en un misterioso crepúsculo 293 II | opuesta margen del río.~En la época a que nos referimos, los 294 III| sobre las que se eleva la ermita de San Saturio.~ - Tal vez, 295 I | horas muertas sentado en un escabel, junto a la alta chimenea 296 VI | cuando de sus labios se escapó un grito de júbilo.~Había 297 I | nunca los había encerrado al escribirlos!~Creía que entre las rojas 298 Int| filosofía lacrimosa; yo he escrito esta leyenda, que, a los 299 IV | sobre cuya clave se veían esculpidos los blasones de su dueño, 300 IV | después de mirarlo un buen espacio de tiempo con los ojos espantados 301 IV | gentes que hablaban a sus espaldas y que a cada momento esperaba 302 III| persuadido de que un perfume especial, que aspiraba a intervalos, 303 III| plantas parásitas, hasta una especie de rellano que iluminaba 304 IV | espaldas y que a cada momento esperaba ver a su lado, anduvo algunas 305 IV | IV~Aunque desvanecida su esperanza de alcanzar a los que habían 306 III| realización de sus más locas esperanzas. Se descolgó de las peñas 307 IV | fantásticas imaginaciones, esperó el alba frente a la ventana 308 III| visto perderse, entre la espesura de las ramas, a la mujer 309 I | ascuas del hogar habitaban espíritus de fuego de mil colores, 310 IV | hija, o su hermana, o su esposa, o lo que sea?~ - No tiene 311 IV | ha venido a Soria? ¿Tiene esposo? Responde, animal - ésta 312 | están 313 IV | nocturnas excursiones, puede estarlo a esas horas?... No hay 314 I | parte estará menos en donde esté todo el mundo.~En efecto, 315 III| rielaba chispeando en la estela que dejaba en pos de sí 316 | esto 317 | estos 318 VI | en una carcajada sonora, estridente, horrible.~Aquella cosa 319 I | noble; había nacido entre el estruendo de las armas, y el insólito 320 IV | con los ojos espantados y estúpidos, le contestó con voz entrecortada 321 V | y la gloria de poseerla excederá seguramente al trabajo de 322 I | noches de poético insomnio exclamaba:~ - Si es verdad, como el 323 IV | vuelve de sus nocturnas excursiones, puede estarlo a esas horas?... 324 I | sílfides u ondinas, que exhalaban lamentos y suspiros o cantaban 325 III| terciopelo, partió como una exhalación hacía el puente.~Pensaba 326 I | fuegos fatuos que cruzan como exhalaciones sobre el haz de las lagunas. 327 II | margen del Duero, Manrique exhaló un grito, un grito leve 328 IV | ojos con una indescriptible expresión de alegría. En una de las 329 V | de ese color...; son tan expresivos, tan melancólicos, tan... 330 II | grito leve y ahogado, mezcla extraña de sorpresa, de temor y 331 I | fantástico, habitado por extrañas creaciones, hijas de sus 332 III| No sé; pero es una lengua extranjera...~Y tornó a correr en su 333 II | caminos, y en los trozos de fábrica, próxima a desplomarse, 334 V | de mi vida, con todas las facultades de mi alma?~Vamos, vamos 335 IV | que en toda la noche no faltó la luz ni él separó la vista 336 VI | felicidad..., mentiras todo, fantasmas vanos que formamos en nuestra 337 IV | su cabeza las más locas y fantásticas imaginaciones, esperó el 338 I | imaginación, forjaba un mundo fantástico, habitado por extrañas creaciones, 339 IV | ciudad reponiéndose de sus fatigas.~ - Pero, ¿y su hija? - 340 I | o contemplar los fuegos fatuos que cruzan como exhalaciones 341 VI | mujeres..., glorias..., felicidad..., mentiras todo, fantasmas 342 VI | y amándote pueda hacerte feliz?~ - ¡El amor!... El amor 343 VI | por el contrario, se me figura que lo que había hecho era 344 V | manto de anascote, que se me figuró una deidad; y al salir de 345 III| alrededor; pero al tenderla y fijarla al cabo en un punto, no 346 I | inmóvil y con los ojos fijos en la lumbre.~Creía que 347 Int| hubiera hecho un tomo de filosofía lacrimosa; yo he escrito 348 IV | ésta es su casa.~En esta firme persuasión, y revolviendo 349 III| sus breves pies; luego, firmemente persuadido de que un perfume 350 II | columpio sobre sus largos y flexibles tallos, pregonaban la victoria 351 I | entera mirando a la luna, que flotaba en el cielo entre un vapor 352 II | desplomarse, el jaramago, flotando al viento como el penacho 353 V | negros y largos para que floten... Me parece que los vi 354 II | agitarse una cosa blanca que flotó un momento y desapareció 355 II | sendero y se ocultaba entre el follaje, en el mismo instante en 356 I | suelta a la imaginación, forjaba un mundo fantástico, habitado 357 V | cuales en cada hora había formado un castillo en el aire, 358 VI | todo, fantasmas vanos que formamos en nuestra imaginación y 359 II | abandonado sus históricas fortalezas; pero aún quedaban en pie 360 III| hierba, ya en una carrera frenética y desesperada.~Avanzando, 361 IV | imaginaciones, esperó el alba frente a la ventana gótica; de 362 I | hogar habitaban espíritus de fuego de mil colores, que corrían 363 I | la vista o contemplar los fuegos fatuos que cruzan como exhalaciones 364 I | entre los musgos de la fuente y sobre los vapores del 365 III| horas de un lado a otro, fuera de sí, parándose para escuchar, 366 V | la amo ya, con todas las fuerzas de mi vida, con todas las 367 II | misma, desplegaba todas sus galas, sin temor de que la mano 368 II | claustro, las prolongadas galerías ojivales de sus patios de 369 III| peñas con la agilidad de un gamo, arrojó al suelo la gorra, 370 V | poste de una esquina; que he gastado más de veinte doblas de 371 II | suspiraba el viento con un gemido, agitando las altas hierbas.~ 372 IV | pasada la medianoche, aún hay gente en vela... ¿En vela? ¿Quién, 373 IV | los blasones de su dueño, giraron pesadamente sobre los goznes, 374 I | si es verdad que en ese globo de nácar que rueda sobre 375 VI | Cantigas..., mujeres..., glorias..., felicidad..., mentiras 376 III| gamo, arrojó al suelo la gorra, cuya redonda y larga pluma 377 IV | giraron pesadamente sobre los goznes, con un chirrido prolongado 378 III| ciudad en lontananza y una gran parte del Duero, que se 379 V | sombras de sus doseles de granito!~¡Su voz!... Su voz la he 380 I | fondo de los bosques, en las grietas de las peñas imaginaba percibir 381 V | piensa como yo pienso, que gusta de lo que yo gusto, que 382 V | el cielo de la noche; me gustan tanto los ojos de ese color...; 383 V | que gusta de lo que yo gusto, que odia lo que yo odio, 384 IV | de un instante.~ - ¿Quién habita en esta casa? ¿Cómo se llama 385 I | las rojas ascuas del hogar habitaban espíritus de fuego de mil 386 I | forjaba un mundo fantástico, habitado por extrañas creaciones, 387 I | que rueda sobre las nubes habitan gentes, ¡qué mujeres tan 388 IV | voces confusas de gentes que hablaban a sus espaldas y que a cada 389 V | eran negros.~¡Y qué bien hacen unos ojos azules muy rasgados 390 | hacer 391 VI | quien ames, y amándote pueda hacerte feliz?~ - ¡El amor!... El 392 | hacia 393 I | unas mujeres misteriosas, hadas, sílfides u ondinas, que 394 I | enseñaban a volar a los halcones y los soldados se entretenían 395 IV | don Alonso, que, como se halla enfermo, mantiene encendida 396 III| que rezan en voz baja, me han impedido oír lo que ha dicho; 397 I | como exhalaciones sobre el haz de las lagunas. En cualquiera 398 IV | nuestro señor el rey, que, herido en la guerra contra moros, 399 IV | impaciente - . ¿Y su hija, o su hermana, o su esposa, o lo que sea?~ - 400 V | odio, que es un espíritu hermano de mi espíritu, que es el 401 I | gentes, ¡qué mujeres tan hermosas serán las mujeres de esas 402 I | amarlas... ¿Cómo será su hermosura?... ¿Cómo será su amor?~ 403 IV | Saturio, no por eso nuestro héroe perdió la de saber la casa 404 II | se ven hoy, cubiertos de hiedra y campanillas blancas, los 405 III| mayores precauciones sobre la hierba, ya en una carrera frenética 406 II | gemido, agitando las altas hierbas.~En los huertos y en los 407 I | por extrañas creaciones, hijas de sus delirios y sus ensueños 408 II | habían ya abandonado sus históricas fortalezas; pero aún quedaban 409 I | entre las rojas ascuas del hogar habitaban espíritus de fuego 410 V | creyendo que el extremo de sus holapandas era el del traje de mi desconocida; 411 II | jardines cuyos senderos no hollaban hacía muchos años las plantas 412 IV | En esta casa vive el muy honrado señor don Alonso de Valdecuellos, 413 V | durante los cuales en cada hora había formado un castillo 414 II | ligeras arrolladas en el horizonte, se internó en las desiertas 415 VI | carcajada sonora, estridente, horrible.~Aquella cosa blanca, ligera, 416 II | veían, como en parte se ven hoy, cubiertos de hiedra y campanillas 417 III| distinguir en la arena la huella de sus breves pies; luego, 418 II | las altas hierbas.~En los huertos y en los jardines cuyos 419 III| de él complaciéndose en huirlo por entre aquellas intrincadas 420 V | de ser azules, azules y húmedos como el cielo de la noche; 421 III| lleva alas en los pies y huye como una sombra! - dijo, 422 I | I~Era noble; había nacido 423 V | desconocida, cuyo absurdo amor iba creciendo en su alma, merced 424 V | atravesar, absorto en estas ideas, el puente que conduce a 425 III| ha hablado... ¿En qué idioma? No sé; pero es una lengua 426 VI | e inquieta como la de un idiota, apenas prestaba atención 427 II | punto. La luna, que se había ido remontando lentamente, estaba 428 II | II~Sobre el Duero, que pasa 429 III| III~Llegó al punto en que había 430 III| una especie de rellano que iluminaba la claridad del cielo... ¡ 431 V | Valdecuellos desengañó al iluso Manrique; dos meses durante 432 I | las grietas de las peñas imaginaba percibir formas o escuchar 433 III| desaparecido se movían, ya imaginando distinguir en la arena la 434 IV | interrumpió el joven, impaciente - . ¿Y su hija, o su hermana, 435 III| rezan en voz baja, me han impedido oír lo que ha dicho; pero 436 III| arrastrando una corriente impetuosa y oscura por entre las corvas 437 V | mi desconocida; pero no importa...; yo la he de encontrar, 438 II | loco soñador de quimeras o imposibles penetraba en los jardines.~ - ¡ 439 IV | amanece.~Un rayo cayendo de improviso a sus pies no le hubiera 440 VI | No! - exclamó el joven, incorporándose colérico en su sitial - . 441 IV | brillaron sus ojos con una indescriptible expresión de alegría. En 442 V | el confuso rumor de sus ininteligibles palabras. ¿Qué dijo?... ¿ 443 III| avanzando por entre los inmensos jardines que bordeaban la 444 VI | y con una mirada vaga e inquieta como la de un idiota, apenas 445 I | colores, que corrían como insectos de oro a lo largo de los 446 I | estruendo de las armas, y el insólito clamor de una trompa de 447 I | largas noches de poético insomnio exclamaba:~ - Si es verdad, 448 I | sobrenaturales, palabras inteligibles que no podía comprender.~¡ 449 I | rumor que oía en silencio, intentando traducirlo.~En las nubes, 450 II | arrolladas en el horizonte, se internó en las desiertas ruinas 451 IV | ellas, silencio que sólo interrumpían, ora el lejano ladrido de 452 IV | Pero, ¿y su hija? - interrumpió el joven, impaciente - . ¿ 453 Int| Introducción~Yo no sé si esto es una 454 III| intrincadas malezas. ¡Afán inútil!~Vagó algunas horas de un 455 V | Verdad es que ya he recorrido inútilmente todas las calles de Soria; 456 IV | IV~Aunque desvanecida su esperanza 457 III| Cuando Manrique llegó, jadeante y cubierto de sudor, a la 458 II | próxima a desplomarse, el jaramago, flotando al viento como 459 IV | dirigiéndose hacía el barrio de San Juan, comenzó a vagar por sus 460 VI | había hecho era recuperar el juicio.~ 461 I | cimbreaba al andar, como un junco.~Algunas veces llegaba su 462 III| a través de ese confuso laberinto - exclamó, trepando de peña 463 Int| hecho un tomo de filosofía lacrimosa; yo he escrito esta leyenda, 464 IV | interrumpían, ora el lejano ladrido de un perro, ora el rumor 465 I | y sobre los vapores del lago vivían unas mujeres misteriosas, 466 I | exhalaciones sobre el haz de las lagunas. En cualquiera parte estará 467 I | u ondinas, que exhalaban lamentos y suspiros o cantaban y 468 II | Sobre el Duero, que pasa lamiendo las carcomidas y oscuras 469 IV | enfermo, mantiene encendida su lámpara hasta que amanece.~Un rayo 470 IV | cocodrilo.~Verlo Manrique y lanzarse a la puerta, todo fue obra 471 II | exclamó Manrique - ; y se lanzó en su seguimiento, rápido 472 III| la gorra, cuya redonda y larga pluma podía embarazarlo 473 I | piedras preciosas. En aquellas largas noches de poético insomnio 474 I | oscuro pergamino en que leía la última carta de un trovador.~ 475 IV | sólo interrumpían, ora el lejano ladrido de un perro, ora 476 III| idioma? No sé; pero es una lengua extranjera...~Y tornó a 477 II | se había ido remontando lentamente, estaba ya en lo más alto 478 VI | qué no despertáis de ese letargo? - le decía uno de sus escuderos - . 479 I | guerra no le hubiera hecho levantar la cabeza un instante, ni 480 II | exhaló un grito, un grito leve y ahogado, mezcla extraña 481 Int| lacrimosa; yo he escrito esta leyenda, que, a los que nada vean 482 VI | horrible.~Aquella cosa blanca, ligera, flotante, había vuelto 483 VI | permanece un rato inmóvil; un ligero temblor nervioso agita sus 484 V | seguido como un tonto la litera del arcediano, creyendo 485 IV | habita en esta casa? ¿Cómo se llama ella? ¿De dónde es? ¿A qué 486 IV | de aquel que pudiéramos llamar palacio se veía un rayo 487 I | chispas en la cúspide de las llamas, y se pasaba las horas muertas 488 IV | dintel con un manojo de llaves en la mano, restregándose 489 VI | Corre, corre en su busca; llega al sitio en que la ha visto 490 II | noche de verano, templada, llena de perfumes y de rumores 491 III| Es ella, es ella, que lleva alas en los pies y huye 492 III| tocase en la otra orilla. ¡Locura! Cuando Manrique llegó, 493 III| se descubren la ciudad en lontananza y una gran parte del Duero, 494 III| huella de sus breves pies; luego, firmemente persuadido de 495 I | con los ojos fijos en la lumbre.~Creía que en el fondo de 496 I | encendidos, o danzaban en una luminosa ronda de chispas en la cúspide 497 I | mujeres de esas regiones luminosas! Y yo no podré verlas, y 498 II | mitad de un cielo azul, luminoso y transparente.~Manrique, 499 II | campanillas blancas, los macizos arcos de su claustro, las 500 V | Colegiata, una noche de maitines, he seguido como un tonto