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| Gustavo Adolfo Bécquer Los ojos verdes IntraText - Concordancias (Hapax Legomena) |
Capítulo
502 I | dejaron refunfuñando la pista a la voz de los cazadores.~ 503 III| cuerpo, y sus círculos de plata fueron ensanchándose, ensanchándose 504 II | inefable melancolía. En las plateadas hojas de los álamos, en 505 Int| dejado a capricho volar la pluma.~Yo creo que he visto unos 506 I | la salva antes de morir podemos darlo por perdido?~Las cuencas 507 II | sucede, muy extraña... Creí poder guardar ese secreto eternamente, 508 I | brida o te revuelvo en el polvo... ¿Quién sabe si no le 509 II | mujer hermosa sobre toda ponderación. Sus cabellos eran como 510 II | eternamente, pero ya no es posible; rebosa en mi corazón y 511 II | Ya no vais a los montes precedido de la ruidosa jauría, ni 512 II | a pesar de sus funestas predicciones, llegué a la fuente de los 513 II | lo que iba a decir, y le preguntó con una mezcla de ansiedad 514 III| fuente donde moro; antes lo premio con mi amor, como a un mortal 515 Int| título. Hoy, que se me ha presentado ocasión, lo he puesto con 516 I | ha herido mi venablo, la primicia de mis excursiones de cazador... ¿ 517 III| de su misteriosa amante, procuraba en vano arrancarle el secreto 518 II | exclamó Iñigo con un acento de profundo terror e incorporándose 519 II | conocerla! Pero mis padres, al prohibirme llegar hasta estos lugares, 520 III| se removieron como para pronunciar algunas palabras; pero exhalaron 521 I | señalara como el más a propósito para cortarle el paso a 522 III| rocas, sobre la que parecía próxima a desplomarse en el fondo 523 I | de aquí en adelante, que pruebe a pasar el capellán con 524 Int| hacerme comprender en este que pudiéramos llamar boceto de un cuadro 525 II | vida y todo el cariño que pueden atesorar todas las mujeres 526 III| amas; yo quiero saber si puedo amarte, si eres una mujer...~- 527 II | hoja al resbalar sobre la pulimentada madera, el joven exclamó, 528 II | desprenderse brillan como puntos de oro y suenan como las 529 III| mortal siendo un espíritu puro. No soy una mujer como las 530 II | II~- Tenéis la color quebrada; andáis mustio y sombrío. ¿ 531 III| burlada su esperanza - . ¿Querrás que dé crédito a lo que 532 II | lejos de los que más os quieren?~Mientras Iñigo hablaba, 533 I | de espuma, ya el ciervo, rápido como una saeta, las había 534 II | ha visto, ni puede dame razón de ella.~El montero, sin 535 II | pero ya no es posible; rebosa en mi corazón y asoma a 536 II | atravesando sus aguas, recobré el ciervo que vuestra superstición 537 II | espíritus de la Naturaleza, que reconocen un hermano en el inmortal 538 I | un tributo. Fiera que se refugia en esta fuente misteriosa, 539 I | y los lebreles dejaron refunfuñando la pista a la voz de los 540 III| hablarle, sus labios se removieron como para pronunciar algunas 541 I | Las cuencas del Moncayo repitieron de eco en eco el bramido 542 II | oponen a su camino, y se repliegan sobre sí mismas, saltan, 543 Int| gotas de la lluvia que se resbalan sobre las hojas de los árboles 544 II | seno de una peña, y cae, resbalándose gota a gota, por entre las 545 II | el chirrido de la hoja al resbalar sobre la pulimentada madera, 546 II | los párpados de Iñigo se resbaló silenciosa por su mejilla, 547 I | y las voces de los pajes resonaron con nueva furia, y el confuso 548 III| entre los juncos.~- ¡No me respondes! - exclamó Fernando al ver 549 III| aguas, en cuya superficie se retrataba, temblando, el primogénito 550 II | notas de un instrumento, se reúnen entre los céspedes y, susurrando, 551 I | cazadores.~En aquel momento, se reunía a la comitiva el héroe de 552 II | semblante. Voy, pues, a revelártelo... Tú me ayudarás a desvanecer 553 I | déjame; suelta esa brida o te revuelvo en el polvo... ¿Quién sabe 554 III| extender sus sombras; la luna rielaba en la superficie del lago; 555 II | corren, unas veces, con risas; otras, con suspiros, hasta 556 II | inmóvil superficie apenas riza el viento de la tarde.~Todo 557 III| alabastro. Y uno de sus rizos caía sobre sus hombros, 558 III| más y más al borde de la roca.~La mujer de los ojos verdes 559 III| primogénito Almenar, de rodillas a los pies de su misteriosa 560 III| que conducen tu litera. Rompe de una vez el misterioso 561 II | puesto, vestida con unas ropas que llegaban hasta las aguas 562 III| el cerco de sus pestañas rubias brillaban sus pupilas como 563 II | susurrando, susurrando, con un ruido semejante al de las abejas 564 II | los montes precedido de la ruidosa jauría, ni el clamor de 565 I | revuelvo en el polvo... ¿Quién sabe si no le daré lugar para 566 II | Fernando, absorto en sus ideas, sacaba maquinalmente astillas de 567 I | ciervo, rápido como una saeta, las había salvado de un 568 I | las zarzas del monte, y al saltar uno de esos lentiscos han 569 III| sordo y lúgubre.~Las aguas saltaron en chispas de luz y se cerraron 570 II | una locura! El día en que saltó sobre ella mi Relámpago, 571 I | fuente de los Alamos y si la salva antes de morir podemos darlo 572 I | salvado sus márgenes. ¿Cómo la salvaréis vos sin atraer sobre vuestra 573 I | mejor golpe... Pero, ¡por San Saturio, patrón de Soria!, 574 I | duda. Se ve el rastro de la sangre entre las zarzas del monte, 575 I | perderé el ánima en manos de Satanás, que permitir que se me 576 I | golpe... Pero, ¡por San Saturio, patrón de Soria!, cortadle 577 Int| pero yo los he visto. De seguro no los podré describir tal 578 II | mi corazón y asoma a mi semblante. Voy, pues, a revelártelo... 579 I | los marqueses de Almenar, señalara como el más a propósito 580 I | montero exclamó al fin:~- Señores, vosotros lo habéis visto; 581 I | perdida! Primero perderé yo el señorío de mis padres, y primero 582 III| liaban a su cuello, y una sensación fría en sus labios ardorosos, 583 II | ahora...; una tarde encontré sentada en mi puesto, vestida con 584 II | aquel rumor cuando me he sentado solo y febril sobre el peñasco 585 II | pos de la caza, no; iba a sentarme al borde de la fuente, a 586 III| amo, y, noble o villana, seré tuyo, tuyo siempre.~El sol 587 II | sería un rayo de sol que serpenteó fugitivo entre su espuma; 588 I | diamantes de mi joyel en tu serreta de oro.~Caballo y jinete 589 III| a estos lugares ni a los servidores que conducen tu litera. 590 III| desciendo hasta un mortal siendo un espíritu puro. No soy 591 I | como un huracán. Iñigo los siguió con la vista hasta que se 592 II | monte.~Después de un largo silencio, que sólo interrumpía el 593 II | párpados de Iñigo se resbaló silenciosa por su mejilla, mientras 594 III| hacía ella..., otro..., y sintió unos brazos delgados y flexibles 595 I | deber. Con el diablo no sirven valentías. Hasta aquí llega 596 | somos 597 III| nombre, esa felicidad que has soñado en tus horas de delirio 598 II | el joven con una triste sonrisa.~- Sí - prosiguió el anciano - ; 599 I | carrascas, azuzad los perros, soplad en esas trompas hasta echar 600 III| niebla se arremolinaba al soplo del aire, y los ojos verdes 601 III| cayó al agua con un rumor sordo y lúgubre.~Las aguas saltaron 602 I | por San Saturio, patrón de Soria!, cortadle el paso por esas 603 II | errantes excursiones de cazador subiste más de una vez a su cumbre, 604 III| joven vaciló un instante; un sudor frío corrió por sus miembros; 605 I | acorta; déjame..., déjame; suelta esa brida o te revuelvo 606 II | brillan como puntos de oro y suenan como las notas de un instrumento, 607 II | yo me creí juguete de un sueño...; pero no, es verdad; 608 Int| esta leyenda. No sé si en sueños, pero yo los he visto. De 609 III| pupilas como dos esmeraldas sujetas en una joya de oro.~Cuando 610 II | recobré el ciervo que vuestra superstición hubiera dejado huir, se 611 III| un mortal superior a las supersticiones del vulgo, como a un amante 612 III| del abismo donde estaba suspendida, y parecía ofrecerle un 613 II | veces, con risas; otras, con suspiros, hasta caer en un lago. 614 | suyo 615 | tan 616 | tanto 617 II | acento, que la lágrima que temblaba en los párpados de Iñigo 618 III| superficie se retrataba, temblando, el primogénito Almenar, 619 Int| los árboles después de una tempestad de verano. De todos modos, 620 II | Desde el día, que yo siempre tendré por funesto, en que llegasteis 621 II | II~- Tenéis la color quebrada; andáis 622 II | con un acento de profundo terror e incorporándose de un golpe 623 Int| Introducción~Hace mucho tiempo que tenía ganas de escribir 624 II | que habita en sus aguas tiene los ojos de ese color. Yo 625 Int| cualquier cosa con este título. Hoy, que se me ha presentado 626 | toda 627 II | persiguen, todas las mañanas tomáis la ballesta para enderezaros 628 | tomar 629 II | las abejas que zumban en torno a las flores, se alejan 630 III| ni veo el corcel que te trae a estos lugares ni a los 631 III| incorpórea como ellas, fugaz y transparente: hablo con sus rumores y 632 Int| cuales ellos eran: luminosos, transparentes como las gotas de la lluvia 633 II | mil veces que el espíritu, trasgo, demonio o mujer que habita 634 III| tuyo siempre.~El sol había traspuesto la cumbre del monte; las 635 I | pero reyes que pagan un tributo. Fiera que se refugia en 636 II | murmuró el joven con una triste sonrisa.~- Sí - prosiguió 637 I | nueva furia, y el confuso tropel de hombres, caballos y perros, 638 III| Yo no castigo al que osa turbar la fuente donde moro; antes 639 | u 640 II | otro a aquel sitio.~Por último, una tarde... yo me creí 641 I | me escape ese ciervo, el único que ha herido mi venablo, 642 II | con sus hechizos. Ya no vais a los montes precedido de 643 II | fatigado al castillo, en valde busco en la bandolera los 644 I | Con el diablo no sirven valentías. Hasta aquí llega el montero 645 III| misteriosa amante, procuraba en vano arrancarle el secreto de 646 I | la dejas perder para que vaya a morir en el fondo del 647 I | herido va... no hay duda. Se ve el rastro de la sangre entre 648 II | al despuntar la mañana me veías tomar la ballesta y dirigirme 649 I | hierro en los ijares: ¿no veis que se dirige hacia la fuente 650 I | el único que ha herido mi venablo, la primicia de mis excursiones 651 II | día u otro os alcanzará su venganza y expiaréis, muriendo, el 652 III| patria? ¿En dónde habitas? Yo vengo un día y otro en tu busca, 653 I | bosque. ¿Crees acaso que he venido a matar ciervos para festines 654 III| y otro en tu busca, y ni veo el corcel que te trae a 655 Int| después de una tempestad de verano. De todos modos, cuento 656 II | un sueño...; pero no, es verdad; le he hablado ya muchas 657 II | encontré sentada en mi puesto, vestida con unas ropas que llegaban 658 II | palabras:~- Iñigo, tú que eres viejo, tú que conoces las guaridas 659 III| profunda. Yo te amo, y, noble o villana, seré tuyo, tuyo siempre.~ 660 I | Iñigo los siguió con la vista hasta que se perdieron en 661 II | guaridas del Moncayo, que has vivido en sus faldas persiguiendo 662 III| a los demás hombres. Yo vivo en el fondo de estas aguas, 663 Int| luego he dejado a capricho volar la pluma.~Yo creo que he 664 II | luz, y entre las pestañas volteaban inquietas unas pupilas que 665 II | sombrío:~- ¡Cúmplase la voluntad del Cielo!~ ~ 666 II | cuando la noche oscurece y volvéis pálido y fatigado al castillo, 667 II | améis en la tierra a no volver a la fuente de los álamos. 668 I | perdieron en la maleza; después volvió los ojos en derredor suyo; 669 I | márgenes. ¿Cómo la salvaréis vos sin atraer sobre vuestra 670 | vosotros 671 II | y asoma a mi semblante. Voy, pues, a revelártelo... 672 | vuestras 673 III| a las supersticiones del vulgo, como a un amante capaz 674 I | rastro de la sangre entre las zarzas del monte, y al saltar uno 675 III| Ven, ven... Estas palabras zumbaban en los oídos de Fernando 676 II | semejante al de las abejas que zumban en torno a las flores, se