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Comisión pontificia para los bienes culturales de la Iglesia Carta sobre función pastoral de los museos eclesiásticos IntraText CT - Texto |
Los bienes culturales de la Iglesia son un patrimonio que
se debe conservar materialmente, tutelar jurídicamente y valorar pastoralmente
en el ámbito de cada comunidad cristiana, para cultivar la memoria del pasado y
expresar en el presente lo que está dirigido a la
misión de la Iglesia. La lección de la historia, a través de la contemplación del arte, se abre a la profecía, de modo que "la
Iglesia, maestra de vida, no puede menos de asumir también el ministerio de
ayudar al hombre contemporáneo a recuperar el asombro religioso ante la
fascinación de la belleza y de la sabiduría que emana de cuanto nos ha
entregado la historia. Esta tarea exige un trabajo prolongado y asiduo de orientación, de aliento
y de intercambio"52.
Los museos eclesiásticos,
como lugares de animación de los fieles y de valorización del patrimonio
histórico-artístico, aúnan el valor de la
memoria con el de la profecía, salvaguardando los signos tangibles de la Traditio
ecclesiae. A través del patrimonio histórico-artístico, presentan el
cumplimiento de la historia de la salvación en Cristo; vuelven a proponer la obra de la evangelización cristiana; indican en la
belleza del arte "los cielos nuevos y la tierra nueva"; son signo de
la recapitulación de todas las cosas en Cristo. Todo lo que constituyen los museos
eclesiásticos permite crecer en humanidad y en espiritualidad, por lo que
entran con pleno derecho en el proyecto pastoral de las Iglesias particulares.
La atención a tales patrimonios puede convertirse en un nuevo y eficaz
instrumento de evangelización cristiana y de promoción cultural.
De las consideraciones desarrolladas en la presente circular emergen algunas
conclusiones que pueden guiar las estrategias relacionadas con el cuidado de
los bienes culturales de la Iglesia: en el ámbito de cada Iglesia
particular es oportuno realizar un proyecto global sobre el tema de los bienes
culturales; este proyecto debe estar estrechamente conectado con el proyecto pastoral
en el ámbito diocesano y local; es de desear, al mismo tiempo, la colaboración
con las instituciones civiles encaminada a la elaboración común de planes para
el desarrollo cultural; el museo eclesiástico, en este contexto, no se debe
considerar sólo como un lugar de visita, sino también de actividad
cultural-pastoral y de experiencias sobre la vivencia histórica; por tanto, es
necesario educar a los sacerdotes en estas temáticas, no sólo a través de la
formación y la actualización, sino también a través de la toma de conciencia
directa del valor eclesial y civil del patrimonio histórico-artístico
eclesiástico; además, es indispensable preparar a los diversos agentes para
animar convenientemente a los usuarios; es oportuno promover estudios en el
lugar para crear nuevas formas de conocimiento y de acercamiento a los bienes
culturales de la Iglesia; es significativo valorar, en la medida de lo posible,
los bienes culturales en su sede originaria, relacionando las diversas
realidades que componen el territorio eclesiástico; es oportuno ofrecer
espacios adecuados para acoger en el museo diocesano lo que no se puede
conservar in loco y poner en marcha en dicha institución las múltiples
iniciativas de animación; es necesario organizar adecuadamente el museo diocesano
cuidando el inventario y la catalogación de cuanto en él se contiene (en
conexión con el inventario-catálogo de la diócesis), promoviendo en caso
necesario didácticas a través de los diversos medios, organizando la
administración, regulando el movimiento de las obras, proyectando los
recorridos de las visitas y estimulando la participación interinstitucional.
Dada la actual voluntad de la Iglesia de recuperación de las propias raíces, es
necesario potenciar, tanto en el ámbito eclesial como en el civil, las
estrategias museísticas para conectar entre sí las diversas manifestaciones y
para hacer perceptible lo específicamente eclesial.
A fin de alcanzar esos objetivos, es
necesario, sobre todo, crear el interés por el patrimonio histórico-artístico
de la Iglesia a través de un adecuado sistema de comunicación: es la
primera dinámica que lleva al "caminar-hacia" el museo eclesiástico y
lo que está conectado al mismo, poniendo en evidencia
el valor histórico, cultural, estético, afectivo, religioso del patrimonio
histórico-artístico de la Iglesia; es necesario volver a dar vida a cuanto se
expone en el museo eclesiástico, haciendo comprender a los visitantes que lo
que se les ofrece es parte de su misma existencia: es la segunda
dinámica, que "lleva dentro" del museo eclesiástico, considerando los
contenidos inspiradores en su valor de bienes culturales; y es necesario
llevar el interés a la vivencia, haciendo encontrar en ella cuanto se ha visto
de modo ejemplar en la visión del museo: es la tercera dinámica, que
"lleva fuera" del museo, introduciendo de nuevo al individuo en la
propia cultura y despertándole el deseo de salvaguardar los bienes
histórico-artísticos de su entorno.
En este sentido, el museo eclesiástico se convierte en un lugar de la humanidad
y en un lugar religioso. En la medida en que el
hombre contemporáneo se beneficia del pasado, proyecta el futuro. En la
medida en que el creyente encuentra su propia historia, disfruta del arte, vive santamente y anuncia el "Deus omnia in
omnibus".
Para terminar, acojamos una exhortación de Juan Pablo II: "Estamos
en una época en la que se valoran las reliquias y las tradiciones con el
intento de recuperar el espíritu originario de cada pueblo. ¿Por qué no se
debería hacer otro tanto en el campo religioso, para extraer de las obras de
arte de cada época las indicaciones preciosas sobre el sensus fidei del
pueblo cristiano?
Profundizad, también vosotros, para resaltar el mensaje expresado en las
obras por la impronta creadora de los artistas del
pasado. Innumerables
maravillas vendrán a la luz siempre que el modelo de referencia sea la
religión"53.
Con el deseo de que las reflexiones propuestas
puedan resultar un punto de referencia útil para cada una de las Iglesias
particulares, favoreciendo orientaciones y reglamentaciones concretas,
manifiesto mis mejores deseos para su ministerio pastoral y para su obra de
promoción cultural a través de los bienes culturales de la Iglesia, mientras
aprovecho la ocasión para expresarle mi saludo más
cordial, con el que me confirmo de su eminencia (excelencia) reverendísima
devotísimo en Jesucristo.
Mons. Francesco MARCHISANO
Presidente
D. Carlo CHENIS, s.d.b.
Secretario
Vaticano, 15 de agosto de 2001