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Comisión pontificia para los bienes culturales de la Iglesia Carta sobre función pastoral de los museos eclesiásticos IntraText CT - Texto |
Presentación
Eminencia (Excelencia)
Reverendísima:
La Comisión pontificia para los bienes culturales de la Iglesia, después de
haber tratado sobre las bibliotecas y los archivos1, y de haber
insistido en la necesidad y la urgencia del inventario y de la catalogación del
patrimonio histórico-artístico (mueble e inmueble)2, dirige ahora su
atención hacia los museos eclesiásticos, con el fin de conservar materialmente,
tutelar jurídicamente y valorar pastoralmente el importante patrimonio
histórico-artístico que ya no se encuentra en uso habitual.
Con este nuevo documento, la Comisión
pontificia para los bienes culturales de la Iglesia intenta ofrecer una
contribución más para reforzar la acción de la Iglesia
a través de los bienes culturales, con el fin de favorecer un nuevo humanismo
de cara a la nueva evangelización. La Comisión pontificia, de suyo, tiene como
encargo principal trabajar para que todo el pueblo de Dios, y sobre todo los
agentes (laicos y eclesiásticos), valoren en el ámbito pastoral el ingente
patrimonio histórico-artístico de la Iglesia.
El cristianismo se caracteriza por el anuncio del Evangelio en el hic et
nunc de cada generación y por la fidelidad a la Tradición. La Iglesia, a lo largo de toda
su historia, "se ha servido de las diferentes culturas para difundir y
explicar el mensaje cristiano"3. Como consecuencia, "la fe
tiende por su propia naturaleza a expresarse en formas artísticas y en
testimonios históricos que entrañan gran fuerza evangelizadora y valor
cultural, a los cuales la Iglesia debe prestar la máxima atención"4.
Por este motivo, especialmente en los países
de antigua, e incluso ya en los de reciente evangelización, se ha ido
acumulando un abundante patrimonio de bienes culturales caracterizados por un
valor particular en el ámbito de su finalidad eclesial.
En este sentido, también un museo eclesiástico, con todas las manifestaciones
que en él se contienen, está íntimamente unido a la
vivencia eclesial, ya que documenta visiblemente el camino recorrido por la
Iglesia a lo largo de los siglos en el culto, en la catequesis, en la cultura y
en la caridad. Un museo eclesiástico es, por tanto, el lugar que documenta no sólo el desarrollo de la vida cultural y religiosa, sino,
además, el ingenio del hombre, con el fin de garantizar el presente.
Como consecuencia, no puede comprenderse en un sentido
"absoluto", es decir, disociado del conjunto de las actividades
pastorales, sino que debe comprenderse en relación con la totalidad de la vida
eclesial y con referencia al patrimonio histórico-artístico de cada nación y
cultura. El museo eclesiástico necesariamente debe integrarse en el ámbito de
las actividades pastorales, con el cometido de reflejar la vida eclesial por
medio de un acercamiento global al patrimonio
histórico-artístico.
En la mens cristiana,
los museos eclesiásticos entran con pleno derecho entre las estructuras
dirigidas a la valoración de los bienes culturales "puestos al servicio de
la misión de la Iglesia"5, por lo que tienen que ser organizados
de modo que puedan comunicar lo sagrado, lo bello, lo antiguo y lo nuevo. Son una parte integrante de las manifestaciones culturales
y de la acción pastoral de la Iglesia.
El patrimonio histórico-artístico que ya no está en uso habitual, y que está
anticuado o que no es posible custodiar, puede encontrar en los museos
eclesiásticos una tutela y un uso oportuno. Es necesario
actuar para que tanto los bienes en uso como los que se encuentran en desuso,
interaccionen entre ellos con el fin de garantizar una visión
retrospectiva, una funcionalidad actual y ulteriores perspectivas en beneficio
del territorio, de modo que se puedan coordinar los museos, los monumentos, las
ornamentaciones, las representaciones sagradas, las devociones populares, los
archivos, las bibliotecas, las colecciones y cualquier otra costumbre local. En
una cultura a veces disgregada estamos llamados a realizar iniciativas
encaminadas a hacer redescubrir lo que cultural y
espiritualmente pertenece a la colectividad, no en el sentido estrictamente
turístico, sino en el propiamente humanístico. De este modo es posible
redescubrir las finalidades del patrimonio histórico-artístico, para poder
gozarlo como un bien cultural.
Según este planteamiento, el museo eclesiástico puede convertirse en el
principal punto de referencia, en torno al cual se anima el proyecto de
revisión del pasado y de descubrimiento del presente en sus mejores aspectos,
muchas veces desconocidos. Además, se configura como la sede
para la coordinación de la actividad conservadora, de la formación humana y de
la evangelización cristiana en un territorio determinado. Por ello, en su
organización se deben acoger las dinámicas sociales, las políticas culturales y
los planes pastorales concertados para el territorio del que
forma parte.
A pesar de la importancia que puedan tener las instituciones de los museos en
el seno de la Iglesia, la salvaguarda de los bienes culturales es, sobre
todo, competencia de la comunidad cristiana. Esta debe comprender la importancia de su propio pasado, debe madurar el sentido
de pertenencia al territorio en el que vive, y debe, por último, percibir la
peculiaridad pastoral del patrimonio artístico. Se trata, por tanto, de crear
una conciencia crítica con el fin de valorar el patrimonio histórico-artístico
generado por las diversas civilizaciones que se han establecido allí a lo largo del tiempo, gracias, también, a la presencia de
la Iglesia, ya sea como mecenas iluminada, ya como atenta guardiana de los
restos antiguos.
Es, pues, evidente que la organización de los museos eclesiásticos necesita un
fundamento eclesiológico, una perspectiva teológica y una dimensión espiritual,
ya que sólo así estas instituciones pueden integrarse en un proyecto pastoral.
La presente carta circular, a pesar de no profundizar en estas consideraciones,
ha nacido como un fruto de las mismas, y quiere ofrecer una reflexión de
carácter general y eminentemente práctico sobre la importancia
y el papel de los museos eclesiásticos en el contexto de la vida social y eclesial.
La originalidad y la eficacia de los museos
eclesiásticos provienen del contexto del que son parte integrante.