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REVELACIÓN
LA MUERTE
ERA HASTA ENTONCES UNA SIMPLE PALABRA,
de paso y extranjera,
vacía de un significado bien preciso
- como hay tantas otras - por la pura ignorancia.
He dado ahora en saber que es un camino
de tinieblas espesas interiores
de ardua trasgresión.
Que sólo se conjuran
las ráfagas oscuras de su andar
a tientas, de sus miedos,
con briznas de una llama
nacida de la leña de tu cuerpo.
Que para el día nuevo que amanece
se pronostican fuegos siderales,
pero éstos se encienden solamente
con la chispa de un rayo
caída – casi siempre
en un vendaval de contratiempo -
sobre tu sorprendido bosque, desarmado.
Que en los incendios del crepúsculo madura
una luz vacilante, mortecina,
luz distante de todas
las luces y los fuegos de artificio,
de la resignación,
del desconsuelo
o de la imperturbable indiferencia.
Que hay óleos y aceites
que alimentan la vida desvalida
que flamea, reciente, en el pábilo,
mientras, estremecida,
la vida que ya ha sido se desalma.
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Que la vida así ungida de perfume respira,
ya importa poco dónde.
Que el llanto que crepita y los párpados
que entornan con temblor manos piadosas
son memoria de ayer,
son ya parto por siempre / del mañana. - 72 -
QUISIERA YO
APRENDER
a vivir los momentos
aquellos cuando dicen
que ya no es vivir
lo que se está viviendo:
la victoria es sublime
por aquella sutil
y amarga incongruencia
de sus punzantes lanzas.
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DAME, DIOS MÍO, UN NOBLE
SENTIMIENTO
para el tiempo inhóspito que corre.
Dámelo.
Dame el silencio
donde se albergue y duerma
distendido el sentimiento.
Búscame cuando sueñe
- en el fragor del bosque silencioso -
que mi sed de Ti arde
con su abundante leña perfumada.
Cuando queme en mi alma para Ti
el incienso que he andado respigando
con afán en el tiempo
vivido, ábreme el labio,
¡ábrelo!, con tu beso y con tu abrazo.
Que, en ese mismo instante,
alguien con pluma y sello certifique
que, irremediablemente,
yo estoy muerto/vivo.
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