«NELLA GIOIA VERA DI SENTIRLO AMICO

e fratello, questo libro lo aiuti

a sentirsi ancor più a casa, qui a Lecceto.»

Firma sólo Alessandra, la abadesa.

Me suenan otras firmas en la risa

tan gozosa de Ángela y Roberta

y de Carla y Sofía y Maria Rosa,

por no decir de todas. Este bosque

de encinas prudentísimo recuéstase

en el hervor amable de colinas

de Siena, lleno de intimidad

como un desierto iluminado, sólo

transgredido el silencio por la cítara

y cánticos apenas susurrados.

Puertas abiertas niegan el cercado

de unos muros que sí velan discretos

labores en el huerto, en la cocina,

entre libros, plegarias y palabras

sembradas por el mundo revelando

el amor en tiempos de inclemencia.

Me pregunto si sabéis dónde estamos.

Me pregunto si donde estamos es

casa para encontrar cuanto buscamos.

Leo, en el fulgor de la mirada, la respuesta.