II

NO nos distraigan ni los dos leones

del umbral, ni los doseles rancios

de los lechos, ni el horrible olor

a tabaco sin vaciar aún de las alfombras,

ni la dispuesta prontitud del servicio, ni el mar

a la puerta, ni las olas de gente

a paso y voces de visita, rápida y tópica,

para poder presumir de que han pisado

tus palacios y haber sido bogados

al remo por tus venas.