Índice: General - Obra | Palabras: Alfabética - Frecuencia - Inverso - Longitud - Estadísticas | Ayuda | Biblioteca IntraText
Carlos Garulo
Metáfora final para «En el cuerpo del alma»

IntraText CT - Texto

  • ALBA
Anterior - Siguiente

Pulse aquí para desactivar los vínculos a las concordancias

- 6 -


ALBA

 

NO HAY PERFILES EXACTOS DEL GRIS DESASOSIEGO

y somnolencia que vive y vibra en los rescoldos

que respiran lejanías de circular abrazo.

            Un viento

intemporal, sin piel, sin cédula de tránsito

tras el toque de queda, trajina, de puntillas, alentando

sobre las ruinas despeinadas. Y con el pie

descalzo empieza a enjugar el lodazal

del campo de exterminio hasta orearlo

del barro y de las lágrimas en que la muerte

había sumido ferozmente cuanto alzaba una voz

desde el día inicial y feliz de todos los principios.

 

Retorna, correinsiste y enloquece

aquel hálito ubicuo sobre los infinitos puntos de horizonte

en los que la indolencia se recuesta, inconsciente,

en un sueño infligido, perverso, doloroso, profundo.

 

El primoroso soplo accede a desnudar de su inconsciencia

al letargo fetal y a alumbrar en él un cuerpecillo frágil,

de ascua que sonríe y apaga su sonrisa rusiente

como muda hesitación de que el regreso a la vida

fuese de nuevo un riesgo de sueño irresistible.

 

Apenas la llama toma cuerpo, la duda se desalma.

 

Y el viento, erguido y complacido, respira su potencia

cincelando un círculo lejano de llamas alborales,

que crepitan los salmos de su leña de origen mutilado mientras

devoran lentamente los mantos sospechosos de la noche.


- 7 -


 

EL ALBA ACLARA EN LENGUAS LEJANÍSIMAS

de llamarada fresca los silencios del vientre

fatigado en la difícil digestión de sus maldades.

 

Irrumpe, con la celada desenvuelta de sus cabellos sueltos,

en las estancias ebrias de los triunfos efímeros

para que abreven, lujuriosos, sus babas

en el cebo de la mujer de palabra de seda,

de exasperado sexo ofrecido

por la causa de su ciudad sitiada y devastada.

 

No figuraba en códigos de guerra que la seda,

acomodada al vendaval del desespero, escurriese

de sus pliegues un lenguaje de espadas

de tajo decidido, fulmíneo, que separan limpiamente

del tronco la multicéfala expresión de los horrores

por el certero golpe en sus gargantas profundísimas ya sin canto.


- 8 -


EL ALBA ARRANCA CON SU TAJO DE LUZ INCONTENIBLE

los gritos a las máscaras y la calambre paralizante al miedo,

todavía sentado tristemente en sus propios rescoldos,

tan grises, tan tibios, tan fetales, tan lejanos,

tan sin querer vivir. El tajo de luz es agua mansa

y fresca que disuelve  las vendas de los ojos

despabilándoles perezas adheridas con el tiempo. El agua

mansa es céfiro, el primer compañero que te besa en el rostro cuando aún se arrastra el sueño del dolor. El beso

se declara perfume que fuerza al pensamiento a que ose,

perdida la inocencia, a avizorar presagios

ya en los vuelos primeros e iniciáticos. A decirle al reloj,

que si cuadran sus cuentas de rígidas agujas,

no siempre  se alcanza a asentarles un perfecto

sentido. Alba, tajo de luz, céfiro y agua

restañan las heridas al dolor que fue capaz

de desnudar los deseos profundos que supura

el alma sin contar con el cuerpo y los coloca

a la sombra de la luz más intensa, vestidos

de evidencia. Al paso incontenible del alba,

de su tajo de luz, de su agua manantial, del bálsamo eficaz

de su ósculo puro, las máscaras retuercen su abandono

con muecas indecibles. Y ven que los despojos

que trajeron al mundo con sus burdas hazañas

se sienten ave y pentagrama con respiro

de esforzado registro y que la muerte era

una simple, aunque amarga, palabra.


- 9 -


 

SIN SUDARIOS DE MUERTE, LA NOCHE ES TRASPARENTE, DIÁFANA.

      (No es negra.

Ni blanca. Ni pálida. Ni atroz. Ni andamio de procaces

audacias descarnadas. Ni guadaña que afila el desconchado

diente

en el talle cimbreante del hombre. Ni hembra estéril. Ni madre

parturienta de tinieblas. Ni asesino en horas imprevistas,

súbitas. Prueba en el yunque, sí, de un tiempo

en que vararon el pensamiento alado,

la adolescencia de inmortal bello cuerpo, el sexo

acomodado a la pasión más inmediata

o a la más rutinaria, el taladro de mirar penetrante,

la postración de hinojos del puesto de trabajo

en las colas larguísimas del paro, los alborotos

de gozo de la vida clavada con alfileres a un seguro,

los punzantes rosales de una fe acostumbrada

a la doma pertinaz de los misterios,

el paso lento y arrastrado por la cavilación de cada instante,

el deseo que no llega a buen puerto, la memoria

sin mástiles ni velas, el arma blanca del tumor

mortífero penetrando sin más los entresijos

de los tuétanos, la candela de ojos exhaustos

de mecha y de aceite, la tempestad surgida

de los profundos mares ignorados,

el viento raptor - en alta mar – de la locura.)

 

La noche – se dirá algún día – ,

la muerte, fue en un tiempo el grito poderoso

de la realidad que ansiaba de nuevo su principio. Y su desgarro

ululante fue acallado por aceros de luz.

 

El alba ya ha acallado desgarros y silencios

de esas ansias con los lamidos in crescendo

de sus lenguas de fresca llamarada.

 

 




Anterior - Siguiente

Índice: General - Obra | Palabras: Alfabética - Frecuencia - Inverso - Longitud - Estadísticas | Ayuda | Biblioteca IntraText

IntraText® (V89) Copyright 1996-2007 EuloTech SRL