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Construcción sobre roca: variaciones sobre un mismo
tema y concertante final
Tratándose
de un conjunto monumental resultado del acoplamiento y la perfecta imbricación
de la naturaleza (el enclave, un mogote rocoso) y de la obra humana (la
construcción en piedra tallada), Voz de piedra es un canto a la
imaginación, al riesgo, a la solidez, a la fortaleza, a la perfección; es
también, sin decirlo, una sugestiva invitación a la imaginativa, sólida y bella
construcción de todo lo humano.
La
ubicuidad de la roca en cualquier lugar y nivel arquitectónico del monumento es
una constante, una especie de leimotiv que da pie al autor, igual que en
la música, para presentarla como el tema central del libro y elaborar variaciones
sobre el mismo cada vez que aquélla se haga presente en la construcción, hasta
alcanzar su resolución conjunta en un concertante final.
El
tema se expone ya al principio, en el itinerario Extramuros,
apenas aparece por primera vez ante el visitante la visión completa del
castillo con todo su carácter, esplendor e imponencia. Para evitar equívocos,
la exposición del tema se hace con la máxima brevedad y contundencia: «Se hizo
roca mi casa / al construir la casa sobre roca».
Es
el poema más breve de todo el libro, al que se le ha querido dar un toque de
perfección «ática», como si no le faltara ni le sobrara nada. Se identifican y
proclaman las palabras-clave (roca, casa, construir, hacerse = transformarse).
Ordenadas de manera cruzada y como capicúa en los dos versos, se rompe la pura
simetría de una bimembración. Y con ello se abre la posibilidad de
profundización y alargamiento del mensaje más allá del límite de las palabras,
queriendo producir en el lector nuevas sensaciones y emociones. El carácter
subjetivo e íntimo reflejado en el primer verso (mi casa) es un contrapunto
frente a la objetividad del segundo (la casa). Fonéticamente, la utilización de
sonidos fuertes (oclusivos: /k/t/r/, construir), atemperados ligeramente con
fonemas suaves (fricativos: /z/s/, se hizo, casa), proyectan una imagen de
robustez, de firmeza, de seguridad. La armonía entre el hombre y la naturaleza
– hecha del mutuo conocimiento, respeto y colaboración –, más que proclama
ecologista es conditio sine qua non para el futuro de la humanidad y del
planeta.
De
la permanente presencia de la roca, el autor ha elegido cinco «apariciones por
sorpresa» de la misma, cinco resoluciones del perfecto maridaje con la obra del
hombre. Del mismo modo que el arquitecto ha dado soluciones diferentes a
diferentes situaciones y exigencias, el poeta reelabora el tema proponiendo
otras tantas variaciones del mismo.
La
fortaleza del baluarte, del pensamiento o del ánimo no está necesariamente
reñida con la duda: se habla de «Debilidad flotante y permanente quebrándome /
la fuerza indivisible donde descansa el vértigo» a la vista de los muros
exteriores construidos a - 6 -
plomada sobre rocas y precipicios. «Bajó la
vida al foso de la muerte / para iniciar su nueva pervivencia» se proclama en
la necrópolis con sepulturas excavadas en roca. Cuando la escalinata principal
emboca la imponencia de su cañón contra la roca insoslayable al fondo y en
alto, y que, por fuerza, debe cambiar su rumbo si quiere proseguir el camino,
es mejor aplicar la inteligencia de la flexibilidad: «¡Con la roca se atreva la
ola en polvo / para no tropezar en su misterio!», verso de clara inspiración
paulvaleryana. Si es descaradamente la roca el fundamento de un bastión, del
que las mesnadas han partido tantas veces para una conquista en los llanos
oscenses: «Los timbales herían, / impasibles y tercos, los caminos: / se abría
lentamente mi futuro». Cuando el agua es absolutamente necesaria y necesarios
son los milagros para poder disponer de ella mediante aljibes de difícil
construcción a causa de la roca, excavar un vientre receptivo en su duro cuerpo
necesita «una lanza que apure al cuerpo en su postrera gota / brotando un
manantial definitivo»: Moisés en su larga travesía del desierto y la lanza del
centurión hendida en el costado de Cristo en la cruz prestan la metáfora para
el milagro.
Sólo
con el último poema de la tercera parte llega el concertante final
elaborado con el tema y las cinco variaciones ya expuestas. A esas alturas del
libro quizá ya no haya que pronunciar ninguna palabra más sino, a lo sumo,
prolongar mediante los sentidos el recuerdo, el sabor, las sensaciones y
emociones. En este empeño, el poeta trata de sorprender al lector con nuevas
metáforas (si así se pudiera hablar) resultantes de versificaciones diferentes
con los mismos términos ya utilizados; esto es, con la creación de nuevos
ritmos no sujetos al rigor de los conceptos: «... donde descansa el vértigo.
Timbales / herían, / impasibles, / los caminos / y se abría / lentamente / el
futuro. La lanza apuró al pecho...».
Con
la reiterada combinación de los versos en modos diferentes se va construyendo in
crescendo un clímax en el cual lo importante es sentir más que pensar:
«Quebrándome la fuerza indivisible. / Los caminos. Allí donde descansa / el
vértigo. Herían los caminos / y se abría. La fuerza indivisible. / Lentamente.
Brotando un manantial / definitivo. Se abría lentamente. / El vértigo. El
futuro. El manantial». De esa nueva arquitectura o armonía de lo diverso y lo
complejo se va acrisolando lo esencial, se va abriendo paso el tema, que ahora
es retomado y pronunciado con un tutti al unísono, machaconamente, como
una obsesión: «Para iniciar su nueva pervivencia. / Sobre roca, al construir la
casa, / se hizo roca mi casa, se hizo roca, / al construir la casa sobre roca /
al construir la casa sobre roca / al construir la casa sobre roca».
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