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Carlos Garulo
Voz de piedra

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  • Confesiones para su lectura
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Castillo de Loarre: un emblema para Aragón

 

Falta algo por decir, importante al entender del autor. El título completo de este poemario es «VOZ DE PIEDRA. Castillo de Loarre: la palabra de un pueblo».

 

Tras su lectura no parece que pueda quedar duda para identificar a ese pueblo con Aragón. Lo confirma la alusión explícita de los dos primeros poemas del itinerario Extramuros: «A desmano del moro, en la hondonada», «Soy Aragón, en Loarre, el paso en firme, el reto». Y hay también referencias a otros avatares históricos que lo hacen


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inseparable de la  historia de Aragón: véanse los poemas «Peregrina, hasta Roma, del Oriente», «De estos palaciosasombrados hoy / ante su propia ruina» y «Vigilia».

 

Tampoco debería haber duda en identificar a ese pueblo con la «palabra pronunciada». Es decir, con la conciencia que tiene – ¿o podría tener? – de sí mismo, confesada con la excusa de contemplar e interpretar «su» Castillo de Loarre. Éste es el «monumento cumbre del arte aragonés» (no olvidar la rotunda afirmación de Durán Gudiol). Loarre está vinculado a su historia ya desde su origen y al momento más decisivo y significativo para su futuro como «pueblo» con una identidad propia. Decisivo y significativo, sobre todo, por lo que tiene de decisión arriesgada, de carácter emprendedor. Lo contrariopermanecer para siempre «hecho un ovillo» en los valles pirenaicos –  habría sido la «demencia»: un «ser para apenas ser», menos radical que el de Hamlet y, por eso, más insignificante, más desalentador, tanto más triste por tratarse de una demencia precoz, en plena juventud, desde el origen. ¡Cuánta similitud no tiene hoy nuestra encrucijada con aquella!

 

Para nada servirían los recuerdos gloriosos ni la exaltación o el encantamiento ante hechos o monumentos significativos si la conciencia que de sí tiene el pueblo de referencia no estuviera inextricablemente marcada, como metáfora, por una «voz» propia que se deja y hace oír, por una «voz de piedra», expresión de su solidez.

 

Y es aquí donde se debiera desechar cualquier duda frente a la «solidez» de Aragón, hoy y en el futuro: ¿se trata de una afirmación o de un reto? Porque, puestos a remedar la del Castillo de Loarre, ¿lo haremos, metafóricamente hablando, con piedra y sobre la roca o sobre el conformismo, la limosna y el folclore? «Entonces lo imposible se ponía / en pie tan sólo como un acto de verdad / con sello de lo eterno» se canta en el poema «Pueblo». Allí mismo, a raíz del desconocimiento de los ideadores y constructores de esta obra monumental y preguntándose por su nombre concreto, se da una respuesta contundente: «No me pidáis un nombre. / ¡Preguntad, sin embargo, por un pueblo! / Llevo el nombre de todos. Yo soy ellos. / Llamadlos por el mío: Castillo de Loarre

 

Los pueblos, para vivir y construirse, también necesitan de símbolos. Y, en este sentido, el Castillo de Loarre debería ser emblemático para Aragón.

 

 

Carlos GARULO

Roma, 18 de abril, 2004


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Son los niños quienes encienden las hogueras

y gritan ante las llamas en la noche cálida

 

       y quienes echan sal a las llamas para que crepiten.

 

Pero eres tú quien conoce el encanto de la piedra

en la roca batida por el mar,

 

la tarde en que cayó la calma,

 

tú quien escuchó a lo lejos

la voz humana de la soledad y el silencio dentro de tu cuerpo.

 

Yorgos SEFERIS

Hoguera de San Juan (de Cuaderno de ejercicios I)

 




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