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I
DAME OTRA VEZ TU VOZ
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Para Ridley SCOTT y
su troupe,
con un gracias
sincero.
Quiero
ABRAZAR TU CUERPO
aunque sea de piedra y de silencio.
¡Huyamos los dos a tus recuerdos
-que tiempo y desamores relegaron a olvido
y parece que hubieran
enmudecido tristes para siempre -,
pues mudos son prisión
de una lejanía inconmovible
y estéril de horizontes!
Recostaré mi oído en tu regazo
de tersa piel inmóvil
hasta arrancarte el húmedo latir,
si acaso fue tu llanto el compañero
último. O el beso ardoroso
de pan recién horneado, si fue el sol
o una pasión muy íntima.
Si fue el corte afilado del cierzo persistente
de estos paisajes recios donde flota
lo que de tu alma queda, defenderme
del helado cristal en el que funde
la luz de tus pupilas.
Percibiré cuanta emoción transpiren,
poro a poro, los lienzos de tus muros.
Elevaré al brocal de mis labios ansiosos
- en temblor desbocados, privados de palabra -
tu voz desde profundas
gargantas alumbrada.
De mis labios al viento,
que luego el viento sembrará en los mares
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sin estimar la vanidad ni el miedo.
¡Dame otra vez tu voz!
Con tu silencio
transgredido, regresarán la luz
y la sapiencia - que no tiempos idos -
a este presente opaco e insatisfecho
de neón y de láser, de rutas cibernéticas
que castran del ardor de la espera a los deseos,
de plazas agitadas por las prisas,
infladas de discursos
y de gestos escasos de sentido.
Nota a nota, con tu paciencia inconfundible,
¡reescribe y ejecuta,
para el creciente círculo de íntimos,
la siempre inacabada sinfonía
de la sabiduría con la que los juiciosos
transitaron las vías de esta vida,
tan breve como antigua!
¡Devuélvele al hombre
lo que el hombre te amó al alumbrarte en piedra
en este nido aéreo de vivo pedernal!
¡Dame otra vez tu voz!
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