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II
TODO ES SONORO EN EL SILENCIO
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HAY QUE DEJARTE A TU AIRE
y hacerse a incertidumbres en la espera:
cuando aun no dices nada, hasta que pierde
tu músculo tensión y ausencia tu extasiada
mirada, cuando la mano del reloj descubre
del todo ineficaz levantar acta
del pálpito del tiempo, cuando estamos
dispuestos a escuchar,
cuando nos descargamos los fardos de palabras
y gestos, cuando sobra el saber,
cuando cuaja el silencio, cuando estamos vacíos
porque no somos nada, cuando estamos
ansiosos y desnudos para el hecho de amar,
cuando al hombre le duda su armadura
de ciencia sobre el cuerpo, y el alma, confundida,
se le rompe, entregada a quien su voz impone.
- ¿Y aún hay quien camina extraño al grito del
silencio ...?
Van y vienen sin fin, confluyentes,
susurros y palabras - que nunca has pronunciado
ni alumbrarán jamás tus yertos labios -
ardiendo hasta afilar en grito tu voz única
para que, como espada doblemente cortante,
rompa la intimidad cercada y vulnerable
del templo de latidos donde converge el hombre.
- ¿Y a quién no hiere y sana el dardo del silencio si
lo alcanza?
Se entiende uno en tu voz y en tu
misterio
de peña enhiesta y de paraje agreste,
de ritmo de cincel apasionado
por definirte el cuerpo con medidas
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de cálculo y amor, ensimismándose
por fin desde la altura donde habita
la claridad del día y del espacio
que derrochas por los túrgidos pechos.
Y hay respiro profundo cuando atrás
queda el vértigo en que sume la súbita
fascinación de los abismos a los que abocas
tu mirada. O de un hondo horizonte
de campiñas yacentes
donde el arado rompe los barbechos
o rotura la mar, como si fueran
idéntico destino y vocación, la misma cosa.
- ¡Es todo tan sonoro en el silencio
del templo en pie que pisa el pie desnudo...!
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