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DEJADLA ESTAR, CON SU MIRADA PUESTA
en el misterio y su belleza intacta26
-Gratia plena!-, en ese dulce sueño
de manzana de Edén definitivo,
redimido. Pues tan perdido tiene,
por todos sus encantos, al rey -Dominus
tecum!- que ni siquiera los
océanos
a quienes con su mano Él diera origen
podrían apagarle su pasión
y su locura incontenibles.
¿Quién
es esa?, se preguntan de envidia
porfiada las mujeres del mundo?
-Benedicta tu in mulieribus!-
Tirados en su sueño y sin cabeza,
¿es acaso la suerte de los fuertes?
¡Sus manos de mujer, imantadas
de perfumes intensos y caricias27,
les frustraron sus planes de dominio!
¿Tan extraño es brillar por ese talle,
grácil y cimbreante, de palmera?
¡Mas su cuerpo le brilla por la dicha
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de haberse entrañado en lo imposible!28
¿Y qué hace ahí esa modesta chica
espigadora, nuera de Amargura29?
¡No se inquiete la vida afligida,
sin futuro! ¡Tendrá posteridad
y contento por el tierno rebrote
de su seno! -Et benedictus fructus
ventris tui, Iesus!-
Contempladlo,
inocente promesa por crecer,
sentado en sus rodillas, aún ajeno
a la historia que se le viene encima
y en sus hombros descansará mañana
como un pesado leño que da muerte.
Como todo lo ingenuo, mientras tanto,
sosiega su infantil inquietud
fundado en el pilar de ese templo
materno que lo nutre -Ave, Maria!-.
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