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III
«DUC IN ALTUM!» (Luc. 5, 4)
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COMO UNA FORTALEZA DE IMPROVISO ASALTADA,
de esa imagen vimos sólo el temblor
en el cristal de la corriente que la adentraba
en el mar y en su perfil sembraba referencias.
La orden de partida nos reveló tu voz.
Frente a un deber improrrogable, aún
más que incomprensible, te prestabas al juego,
por convicción y oficio, de ir buscando la luz:
camino sin trazar y entre inquietantes sombras,
la certeza iría en pos solamente
como estela en las aguas imitando tu firma.
El cuerpo cada vez más adentro y más distante
de sí, la voz más extenuada e indescifrable
el verbo, más ausente el mirar, más sofocado
el tenue resplandor de la esperanza
que ordenó la partida. Los sentidos, despiertos
pero inmovilizados, palpaban confundidos
y a tientas el cuerpo mismo de la noche oscura
que otro Juan, como tú, nos desvelara.
La música callada incandescente
te enclaustró mansamente en el silencio sumo
donde se asume la procela del mar abierto,
sin fronteras, donde su hondura hechiza
y en su vientre de abismos se renace.
Hay que maravillarse de haber sentado cátedra
en tu universidad mas desde un lecho inhóspito
y con materias vivas, de experiencia,
sin repetir lecciones como una cantinela,
mirando sin temor y cara a cara
al viento adverso y a lo desconocido. - 8 -
Silenciada tu voz, se hace sonora
y aún más persistente la letra de tu canto
desentrañando el cuerpo del futuro.
CARLOS GARULO
Roma – La Pisana, 24 enero
del 2002
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