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PATRIA
Mis libros (que no saben que yo existo)
son tan parte de mi como ese rostro…
Jorge Luis BORGES, El libro de arena
LOS
LIBROS HAN LLEGADO MIENTRAS TANTO
a conformar mi patria de una casi
perfecta soledad cuando en mis brazos
comparten los momentos más sagrados e íntimos:
el lecho entre penumbras de los sueños,
el camino viajero - camarada silente,
borracho de paisajes y dormido
por las horas monótonas de un tiempo que no corre -,
la entrada a las estancias ignotas de mi mismo,
la extraña sensación - que escala mansamente
desde el profundo abismo de mi alcoba interior
hasta los labios mudos – al susurrar un salmo,
la emoción remota que distiende
como un placer sereno la maraña textil
de músculos y nervios,
el olor de la duda
que aspiro como un filtro de olfato
sobre copa de vinos de sospecha,
la luz, desconcertantemente cruda
pero iluminadora, de un desierto
de afectos,
el dolor
- ¡ay el dolor! - que grita y desespera sin tino - 27 -
porque nadie lo entiende lo recibe,
la historia que conduce los pasos y los viajes
por mares de intricados laberintos de pasiones
provechos sacrificios inmolación y olvido,
la puesta en pie del andamiaje
del pensar,
el óleo oloroso de las artes,
el placer de abrir una tras otra
las láminas idénticas
de ese cuerpo mudo inalterable
y cerrar lentamente los ojos fascinado
rendido.
Nada sabe ese dormido cuerpo de mi amor.
Ni sabe que yo existo y se empeña
en mantener en firme su ignorancia
por mucho que las yemas de mis dedos
ritualicen la señal inequívoca
de una caricia tierna - ¡sin respetar un solo
rincón de su templada geografía! -
mientras allá en su sueño
él finge una total
disponibilidad.
Un suave perfume
de antiguas transgresiones se repite.
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