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MAÑANA
Miente la sed de quien se queda;
la verdad es de aquel que parte.
Antonio GALA, La acacia
SIN MÁS VELA QUE EL CUERPO DE MI ALMA
- como parva aventada en
las eras
buscando claridad entre
el grano y la paja -
otra vez parto y ni
siquiera sé a dónde.
Parto
otra vez y no sé a dónde. Aunque
me
hayan apuntado la nueva dirección
en un
trozo de prisa mal cortada.
Escrita
en cuatro rayas y a lápiz,
se
encargarán muy pronto de hacerlas ilegibles
el
remirar nervioso de la búsqueda
que no
da con la orilla auspiciada
y el
roce del bolsillo en donde se abandonan
luego
la impotencia y la rabia.
He sido
yo, impelido, otra vez,
en dar
la orden de partida.
Mejor
hacerse al mar
incierto,
donde nadie te atrapa
con la
segura amarra de sus puertos.
Mejor
el desposorio con las aguas
y su
vivir de ola, más potente
que tú
pero tan noble que ruge su fiereza
y agita
desde lejos
la paz
en sus banderas espumeantes
sin
esconder la furia de sus embates bravos.
Mejor
sorber la sal que hasta el aire respira
y que
ha de sazonar la entraña, los pulmones,
y el
pensamiento afecto a referencias nuevas. - 35 -
NADA SÉ DEL MAÑANA. Y EL MAÑANA,
después,
será otro día
para el
que habré de empezar cuanto antes
a
concebirle un cuerpo, a imaginar
un
nombre, a enamorarme de sus vuelos
de
altura, a barruntar que antes de lo que yo quisiera
será de
nuevo tierra firme, un continente
que me
pondrá - ¿es, acaso, mi sino? -
con la
proa en el mar y cuatro rayas,
por
toda dirección, en el bolsillo.
Y en el
martirio incruento de este eterno
retorno
a la libre y segura incertidumbre
de los
mares, algún pez sabio, de belleza
y color
jamás vistos, se sumará a mi oído
con su
canto. Ya sé lo que dirá,
porque
lo intuyo: el mar es tu destino,
interminable
ser en movimiento,
al que
has de cabalgar y de domar
de su
ímpetu hasta hacer habitable
la
envidiada cresta de sus crines blancas.
¿Qué
sabrá el pez – yo pienso -
del
estremecedor escalofrío
con que
el fuego del agua conmociona
el alma
y le sacude de encima
las
ganas de remar y de flotar
y de
vivir?
Y aunque así
no fuera,
yo –
nacido en mar de tierra adentro
sin otras
referencias que el terrón y el polvo
que
acompañaron siempre
al
sudor y al cansancio del arado -
pienso
que arar el mar carece de sentido.
Si
juego, en cambio, a roturar el campo
inquieto
de las aguas y su entraña
será
tal vez porque el misterio hiere
y
fascina con el terrible encanto
de su
sutil circuito indescifrable. - 36 -
PERO YA ES DEMASIADO LO QUE APURA
esta
pasión de un viernes que se alarga,
como un
interminable día de autos,
sin que
llegue un crepúsculo con luces
promisorias
de un trozo de esperanza.
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