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UNCIÓN
ANTES QUE EL FUEGO QUEME TU PALABRA,
ponga en silla de ruedas
tu pensamiento sin
pensar,
sea tarde oscura el día
último,
pierdas sin darte cuenta
la costumbre
de mover bien las manos,
antes de que te inquietes
diciendo “!Cuánto
tarda!”
(pues sabes de una cita
inaplazable)
y entonces ya no sepas
qué es esperar, siquiera,
va con tu estilo madrugarle
al fuego
la luz del pedernal
que despeje de
incógnitas mortales
el camino que resta.
Echando bien las cuentas
y midiendo
la inclemencia que veías
llegar hasta tu puerta,
pusiste proa y pie hacia
las campanas
que sonaban a todo menos
a muerte. Bajo
su bóveda elocuente de
sonidos rotundos,
al paladar pegados
restaurando
alegrías, se invocaba la
vida:
dar bálsamo a tus penas
arrugadas
y embalsamar tu alma,
nana para domirte
y una canción de cuna
para alumbrarte.
Tú quieres prevenir que
un repentino
advenimiento te
sorprenda, en fin,
sin tener en la alforja
las cuatro o cinco cosas
esenciales
que nunca te faltaron:
fósforos para lumbre,
vino y pan, sal y
aceite. Lo demás - 44 -
no te importa, ya sabes
apañártelas solo.
Mientras llenas la
alforja,
se relaja la rienda que
tenía
sujetos los recuerdos y
cae la emoción
rendida de consuelos.
Y en el hacer memoria
reconcilias
el frágil navegar de tu
velero
con la firme esperanza
que, en abierto contraste
con tus fuerzas, ahora
aún más te alienta.
Con tu cuerpo va el alma
de la mano
firmando armisticios
sobre papel pautado
con voluntad de paz
eterna y duradera.
Primeros
en sentarse
a
la mesa de capitulaciones
son
los tuyos, tu entorno. Con ellos haces pacto
de
llegar hasta el fin con el amor crecido.
Al
entornar tus párpados
el
corazón te aprieta como un mea culpa
pues
te sientes paloma mensajera
llevando
en el mensaje, sin leerlo,
la
dirección exacta del destino.
Tu
vuelo levantado reconoce y acepta
la
parte de sinrazón que sustentaba aquel
misterio
de las sombras
que
te pudo habitar alguna vez
sin
tú haberlo querido.
No
existían ya trabas ni barreras
para
hollar con pie propio los caminos
de
un amor endiablado
que
en la cima del monte se construye
con
maderos cruzados a la espalda.
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