- 59 -
CERCANÍA
Álbum fotográfico para los amigos.
“Y pues yo fui mi enemigo
en darme como me di,
¿quién osará ser amigo
del enemigo de si?”
Jorge MANRIQUE,
Coplas a
la muerte de mi padre
NO
HAY SONIDOS NI SOMBRAS NI SOSPECHA
de presencia alguna en el camino,
y no voy solo.
En niebla confundido
por creciente distancia que galopa,
la espalda fugitiva aún hiere
con mano acorralante de horizonte
de perros. No estoy solo. Y lo sé
con la misma certeza de la herida
de muerte que lame los instantes
contados.
Mientras ya muerto a todos
los efectos - sólo con la rutina
de un postrer, violento, coletazo
del sistema nervioso, el pensamiento
se sacude el polvo de los poros
más íntimos, de sus sandalias frágiles -,
una boca de larguísimos labios
y de rostro ausente
despoja, con extremo cuidado, de la sangre
al pie que escupe heridas trabajadas
en horas de fatiga.
Es
historia
de amor. De cercanía. Y de consuelo
cálido que facilita el vómito,
pinta de nuevo las facciones lívidas - 60 -
con sangre que ahora, perezosa,
resucita y vibra, sienta el músculo tenso
al borde de la cama o lo acomoda
al mullido diván del salón para que abra
los ojos y recupere el habla.
Esa mano,
ese oído, ese labio, ese rostro,
se multiplica, simplemente como
un dios, en cualquier parte. - ¡Yo lo he visto
y tocado y oído y besado
con aliento y palabras y visiones! –
Y, aún siendo el panteón una morada
distante y de selectos, casi siempre
te sorprende una de esas contadas criaturas
con su paso coincidente y veloz
en carretera, y su frenazo al verte
tirado como un trapo en la cuneta.
Finge que tiene sed cuando te invita
al bar para un café o un martini seco,
y es la pura excusa
para pagar el costo de tu sed
en pozo tan ruidoso, tan común, tan extraño.
Hasta es capaz de darse una vuelta
por la iglesia. Al ver tu dignidad
por tierra - en un platillo desconchado
donde defeca la limosna a golpes
de metal y con prisa sin matarte
el hambre -, te pone en pie sin darte
un duro, sólo con pronunciar
tu nombre ante tus ojos asombrados.
¡Cuántas veces no se habrá prolongado
hasta el alba tu noche nicodema
de respetos y miedos al qué dirán de ti
si alguno te sorprende en tan poco
recomendable compañía!
En cambio - 61 -
no te entra en la mollera el volver a nacer
para perder el miedo.
Desafía
tu orgullo cuando tú,
fingiendo pasarte de la raya de tan bueno,
le pides un consejo: te propone
venderte tú y quedarte tan desnudo
de ti que tus despojos sean túnica
que abrace el cuerpo ajeno.
Y otras veces
resuelve el crucigrama del periódico
mientras oye tu muda acusación
de prostituta.
En el fragor de truenos
y de olas llega a desentenderse
de tu miedo en el sueño. Y con el sueño
le respondes mientras llora debajo
del olivo, al sereno.
Es más grave
verlo morir con miedo, retorcido,
taladrado de males y de escándalos
que no van con su vida ni talante.
Se va muerto y te deja a solas con tu muerte,
mas con la luz, las armas
y unas ganas inmensas de matarla.
No hay sonidos ni sombras ni sospecha
de presencia alguna en el camino.
En niebla confundido. No voy solo.
|