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Antonio Garulo Perez - Carlos Garulo Ena Música acordada para unas coplas de mi padre IntraText CT - Texto |
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DEL SUSPIRADO VUELO SOBRE LAS ALAS DE UN ARCANGEL Al cielo miras, como tantas veces, ahora con los deseos en cal viva. Al pie de tu tristeza muda te sorprende ese pájaro de ausente terciopelo de plumas en el rígido y helado acero de sus alas. Rayo blanco que deja en temblor leve la huella de su paso lineal y continuo con un tambor de trueno amortiguado en la distancia. Te provoca el anhelo de gustar la altura y sus visiones. Pero sabes por ti mismo que estas aves inician o reposan de sus vuelos en otros campos allende las lindes de los tuyos. Doblegan tus deseos su firmeza con tu ausente mirar en el regreso lento de lo alto.
- ¿Qué haces ahí plantado con el alma doblada en tu pañuelo húmedo?
Sin tiempo a respirar, a preguntar, ni pausa para nada, ya la brisa ha enjugado la lágrima a tu ojo, la luz ha florecido en el huerto de tan escasos surcos de tu rostro y ha empezado la visión suspirada.
Los castillos no son ya sólo roca frontal y amurallado baluarte de rechazos sino mirada íntima de patio o ventanal lanzado a lontananza, piedra de hogar con fuego crepitante, armas colgadas en el clavo distendido del desuso. Son palabra eficaz y peregrina los senderos que llevan por las cruces del encuentro. Asiento confortable, las montañas. Armonía de formas y colores, el campo que no huele a sudor sin lavar ni a ambición posesiva ni a motores en marcha. La tensión del vivir bajo los techos rojos de la teja dúctil o el fárrago del tráfico son nada. Quizá música orquestal bien concertada. Un huerto, el cementerio que manda en la saeta del ciprés verde moreno un crisantemo con el beso aún fresco de tu amada que espera con paciencia.
De respirar color y sortear el aire zigzagueante aún no están satisfechos tus sentidos viejos. Distraído tu tacto va en la seda del aéreo arcángel que percibes como la lana tibia apenas bosquejada de los corderos tiernos paridos en el campo y que llevabas a tu cuello hasta casa tantas noches.
- Señor, aquí lo tienes - dice el ángel dejándote en el suelo y dirigiéndose a quien parece el Dueño -. Ansiaba ver las cosas desde lo alto del cielo. Nadie a gozar te lo había traído.
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