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Carlos Garulo En el cuerpo del alma IntraText CT - Texto |
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MAÑANA Miente la sed de quien se queda; la verdad es de aquel que parte. Antonio GALA, La acacia
SIN MÁS VELA QUE EL CUERPO DE MI ALMA - como parva aventada en las eras buscando claridad entre el grano y la paja - otra vez parto y ni siquiera sé a dónde.
Parto otra vez y no sé a dónde. Aunque me hayan apuntado la nueva dirección en un trozo de prisa mal cortada. Escrita en cuatro rayas y a lápiz, se encargarán muy pronto de hacerlas ilegibles el remirar nervioso de la búsqueda que no da con la orilla auspiciada y el roce del bolsillo en donde se abandonan luego la impotencia y la rabia.
He sido yo, impelido, otra vez, en dar la orden de partida. Mejor hacerse al mar incierto, donde nadie te atrapa con la segura amarra de sus puertos. Mejor el desposorio con las aguas y su vivir de ola, más potente que tú pero tan noble que ruge su fiereza y agita desde lejos la paz en sus banderas espumeantes sin esconder la furia de sus embates bravos. Mejor sorber la sal que hasta el aire respira y que ha de sazonar la entraña, los pulmones, y el pensamiento afecto a referencias nuevas.
NADA SÉ DEL MAÑANA. Y EL MAÑANA, después, será otro día para el que habré de empezar cuanto antes a concebirle un cuerpo, a imaginar un nombre, a enamorarme de sus vuelos de altura, a barruntar que antes de lo que yo quisiera será de nuevo tierra firme, un continente que me pondrá - ¿es, acaso, mi sino? - con la proa en el mar y cuatro rayas, por toda dirección, en el bolsillo.
Y en el martirio incruento de este eterno retorno a la libre y segura incertidumbre de los mares, algún pez sabio, de belleza y color jamás vistos, se sumará a mi oído con su canto. Ya sé lo que dirá, porque lo intuyo: el mar es tu destino, interminable ser en movimiento, al que has de cabalgar y de domar de su ímpetu hasta hacer habitable la envidiada cresta de sus crines blancas.
¿Qué sabrá el pez – yo pienso - del estremecedor escalofrío con que el fuego del agua conmociona el alma y le sacude de encima las ganas de remar y de flotar y de vivir? Y aunque así no fuera, yo – nacido en mar de tierra adentro sin otras referencias que el terrón y el polvo que acompañaron siempre al sudor y al cansancio del arado - pienso que arar el mar carece de sentido. Si juego, en cambio, a roturar el campo inquieto de las aguas y su entraña será tal vez porque el misterio hiere y fascina con el terrible encanto de su sutil circuito indescifrable. PERO YA ES DEMASIADO LO QUE APURA esta pasión de un viernes que se alarga, como un interminable día de autos, sin que llegue un crepúsculo con luces promisorias de un trozo de esperanza.
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