Carta a toda la orden
En el nombre de la suma
Trinidad y de la santa Unidad, Padre e Hijo y Espíritu Santo. Amén.
A todos los reverendos y muy amados hermanos, a fray A.,
ministro general de la religión de los Hermanos Menores, su señor, y a los
demás ministros generales que lo serán después de él, y a todos los ministros y
custodios y sacerdotes de la misma fraternidad, humildes en Cristo, y a todos
los hermanos sencillos y obedientes, primeros y últimos, el hermano Francisco,
hombre vil y caduco, vuestro pequeñuelo siervo, os desea salud en aquel que nos
redimió y nos lavó en su preciosísima sangre (cf. Ap 1,5); al oír su nombre,
adoradlo con temor y reverencia, rostro en tierra (cf. 2 Esd 8,6); su nombre es
Señor Jesucristo, Hijo del Altísimo (cf. Lc 1,32), que es bendito por los
siglos (Rom 1,25).
Oíd, señores hijos y hermanos míos, y prestad oídos a mis
palabras (Hch 2,14). Inclinad el oído (Is 55,3) de vuestro corazón y obedeced a
la voz del Hijo de Dios. Guardad en todo vuestro corazón sus mandamientos y
cumplid perfectamente sus consejos. Confesadlo, porque es bueno (Sal 135,1), y
ensalzadlo en vuestras obras (Tob 13,6); porque por esa razón os ha enviado al
mundo entero, para que de palabra y de obra deis testimonio de su voz y hagáis
saber a todos que no hay omnipotente sino él (cf. Tob 13,4). Perseverad en la
disciplina (Heb 12,7) y en la santa obediencia, y lo que le prometisteis con
bueno y firme propósito cumplidlo. 11Como a hijos se nos ofrece el Señor Dios
(Heb 12,7).
Así pues, os ruego a todos vosotros, hermanos, besándoos
los pies y con la caridad que puedo, que manifestéis toda reverencia y todo
honor, tanto cuanto podáis, al santísimo cuerpo y sangre de nuestro Señor
Jesucristo, en el cual las cosas que hay en los cielos y en la tierra han sido
pacificadas y reconciliadas con el Dios omnipotente (cf. Col 1,20).
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