3. Tengo ante mis ojos,
en particular, el testimonio del Papa Juan Pablo II. Deja una Iglesia más valiente,
más libre, más joven. Una Iglesia que, según su doctrina y su ejemplo, mira con
serenidad al pasado y no tiene miedo al futuro. Con el gran jubileo ha entrado
en el nuevo milenio, llevando en las manos el Evangelio, aplicado al mundo
actual a través de la autorizada relectura del concilio Vaticano II. El Papa
Juan Pablo II presentó con acierto ese concilio como "brújula" para
orientarse en el vasto océano del tercer milenio (cf. Novo millennio ineunte,
57-58). También en su testamento espiritual anotó: "Estoy convencido
de que durante mucho tiempo aún las nuevas generaciones podrán recurrir a las
riquezas que este Concilio del siglo XX nos ha regalado" (17.III.2000).
Por eso, también yo, al disponerme para el servicio del Sucesor de Pedro, quiero
reafirmar con fuerza mi decidida voluntad de proseguir en el compromiso de
aplicación del concilio Vaticano II, a ejemplo de mis predecesores y en
continuidad fiel con la tradición de dos mil años de la Iglesia. Este año se
celebrará el cuadragésimo aniversario de la clausura de la asamblea conciliar
(8 de diciembre de 1965). Los documentos conciliares no han perdido su
actualidad con el paso de los años; al contrario, sus enseñanzas se revelan
particularmente pertinentes ante las nuevas instancias de la Iglesia y de la
actual sociedad globalizada.