Al veros, no puedo por menos de recordar el largo y fecundo
ministerio del querido Papa Juan Pablo II. Misionero infatigable del Evangelio
en los numerosos países que visitó, prestó también un servicio único a la causa
de la unidad de la familia humana. Mostró el camino hacia Dios, invitando a
todos los hombres de buena voluntad a reavivar sin cesar su conciencia y a
edificar una sociedad de justicia, paz y solidaridad, en la caridad y el perdón
mutuo. No hay que olvidar tampoco sus innumerables encuentros con los jefes de
Estado, los jefes de Gobierno y los embajadores, aquí, en el Vaticano, durante
los cuales defendió la causa de la paz.