Para proseguir en este sentido, la Iglesia proclama y
defiende sin cesar los derechos humanos fundamentales, por desgracia violados
aún en diferentes partes de la tierra, y se esfuerza por lograr que se
reconozcan los derechos de toda persona humana a la vida, a la alimentación, a
una casa, al trabajo, a la asistencia sanitaria, a la protección de la familia
y a la promoción del desarrollo social, en el respeto de la dignidad del hombre
y de la mujer, creados a imagen de Dios.