La ceremonia ha tenido lugar en una fecha
muy significativa para los misioneros y para toda la Iglesia: la víspera
de Pentecostés, momento en el que, bajo el impulso del Espíritu Santo, los
discípulos de Jesús se lanzaron sin temor a proclamar por doquier y
públicamente la enseñanza del Maestro. Desde entonces otros han acogido el
mandato misionero poniendo sus energías al servicio del Evangelio. Entre estos
la madre Ascensión se dejó inflamar también por el fuego de Pentecostés y se
comprometió a difundirlo en el mundo.