Como es bien sabido, mientras la madre
Mariana era superiora general de su congregación, el entonces obispo de
Honolulu invitó a la orden a ir a Hawai para trabajar entre los leprosos. La
lepra estaba extendiéndose rápidamente y causaba sufrimientos y miseria
indecibles entre los afectados. Otras cincuenta congregaciones habían recibido
antes la misma petición, pero sólo la madre Mariana, en nombre de sus hermanas,
respondió positivamente. Fiel al carisma de la orden, y a imitación de san
Francisco, que abrazó a los leprosos, la madre Mariana se ofreció para la
misión con un "sí" confiado. Durante treinta y cinco años, hasta su
muerte en 1918, nuestra nueva beata dedicó su vida a amar y servir a los
leprosos en las islas de Maui y Molokai.