En el proceso de ampliación de la Unión europea es
"sumamente importante" recordar que "no tendrá solidez si queda
reducida sólo a la dimensión geográfica y económica". Más bien, la Unión
debe "consistir ante todo en una concordia de los valores, que se exprese
en el derecho y en la vida" (Ecclesia in Europa, 110). Justamente
esto exige de cada Estado un ordenamiento adecuado de la sociedad que recupere
creativamente el alma de Europa, formada con la contribución decisiva del
cristianismo, afirmando la dignidad trascendente de la persona humana y los
valores de la razón, la libertad, la democracia y el Estado de derecho (cf. ib.,
109).