Señor embajador, el compromiso de su Gobierno de mejorar la
prosperidad social y económica de sus ciudadanos presenta a las generaciones
jóvenes un panorama de confianza y optimismo. En esta promesa es central la
creación de oportunidades educativas. Cuando las escuelas funcionan de una
manera profesional y cuentan con gente dotada de integridad personal, se da
esperanza a todos y muy especialmente a los jóvenes. La instrucción religiosa
es parte integrante de esta formación.
Ayuda a los jóvenes a descubrir el pleno sentido de la existencia humana, de
modo especial la relación fundamentalmente importante entre la libertad y la
verdad (cf. Fides et ratio, 90). En efecto, el conocimiento iluminado
por la fe, lejos de dividir a las comunidades, une a los pueblos en la búsqueda
común de la verdad, que define a todo ser humano como alguien que vive de fe
(cf. ib., 31). Por tanto, aliento con fuerza al Gobierno a proseguir con
su intención de permitir la enseñanza de la religión en las escuelas primarias.