Me parece algo
extraño tomar ahora la palabra. Mientras bajaba, el secretario me dijo
oportunamente: "Ahora, querido Santo Padre, el protagonista es su
hermano". De eso no cabe duda. Es hermoso que ahora mi hermano, que durante
treinta años se ha dedicado con tanto empeño a la música sagrada en la catedral
de Ratisbona y en todo el mundo, reciba una condecoración de personas
particularmente competentes.