Aunque normalmente no podemos vivir la vida de los ángeles,
para hacer referencia a las agudas palabras del cardenal secretario de Estado,
sino más bien la vida de los "peces", de los hombres, precisamente
así cumplimos nuestro deber. Si se piensa en las grandes administraciones
internacionales, por ejemplo, en la administración europea, de cuyo número de
empleados me ha informado monseñor Lajolo, nosotros somos realmente muy pocos.
Es un gran honor para la Santa Sede el hecho de que un número tan escaso de
personas haga un trabajo tan grande en favor de la Iglesia universal.