Nosotros no trabajamos, como dicen muchos del trabajo, para
defender un poder. No tenemos un poder mundano, secular. No trabajamos por el
prestigio, no trabajamos para hacer crecer una empresa o algo semejante.
Nosotros trabajamos, en realidad, para que los caminos del mundo se abran a
Cristo. En definitiva, todo nuestro trabajo, con todas sus ramificaciones, sirve
precisamente para que su Evangelio, y así la alegría de la redención, pueda
llegar al mundo.