El encuentro del primer mandatario de Bulgaria con el Sucesor
de Pedro, tres años después de la visita a Bulgaria de mi amado predecesor el
Papa Juan Pablo II, constituye una nueva confirmación de las buenas relaciones
que existen entre la Santa Sede y la nación que usted representa. ¿Cómo no dar
gracias a la divina Providencia por esta recuperada capacidad de diálogo
amistoso y constructivo, después del largo y difícil período del régimen comunista?
Los contactos entre su país y la Santa Sede han experimentado durante el último
siglo momentos muy significativos. Pienso, por ejemplo, en el afecto que el
delegado apostólico de la época, Angelo Roncalli, futuro Papa Juan XXIII,
testimonió a los habitantes de Bulgaria.