Señor presidente, en este momento no puedo por menos de
mencionar la cercanía que Bulgaria ha mostrado a la Sede apostólica durante
estos dos últimos meses. Usted mismo, el Gobierno, el Parlamento y muchos de
sus compatriotas han querido manifestar a la Iglesia católica sus sentimientos
sinceros con ocasión de la muerte de Juan Pablo II y de mi elección como
sucesor suyo.