En efecto, la relación de Italia con la fe cristiana no sólo
se remonta a la generación apostólica, a la predicación y al martirio de san
Pedro y san Pablo, sino que también actualmente es profunda y viva.
Ciertamente, esa forma de cultura, basada en una racionalidad puramente
funcional, que contradice y tiende a excluir el cristianismo, y en general las
tradiciones religiosas y morales de la humanidad, está presente y operante en
Italia como, en cierta medida, por doquier en Europa. Pero aquí su hegemonía no
es en absoluto total y mucho menos indiscutida: en efecto, incluso entre
quienes no comparten, o de cualquier modo no practican nuestra fe, son muchos
los que están convencidos de que esa forma de cultura constituye en realidad
una funesta mutilación del hombre y de su misma razón. Sobre todo en Italia, la
Iglesia mantiene una presencia capilar entre personas de todas las edades y
condiciones, y por tanto puede proponer en las situaciones más diversas el
mensaje de salvación que el Señor le ha confiado.