Queridos hermanos, conozco vuestro empeño por mantener viva
esta presencia y por incrementar su dinamismo misionero. En las Orientaciones
pastorales que habéis entregado a las diócesis italianas para este primer
decenio del nuevo siglo, recogiendo la enseñanza de Juan Pablo II en la Novo
millennio ineunte, con acierto ponéis como fundamento de todo contemplar a
Jesucristo y, en él, el verdadero rostro de Dios Padre, la relación viva y
diaria con él. En efecto, aquí radica el alma y la energía secreta de la
Iglesia, la fuente de la eficacia de nuestro apostolado. Sobre todo en el
misterio de la Eucaristía nosotros mismos, nuestros sacerdotes y todos nuestros
fieles podemos vivir plenamente esta relación con Cristo: aquí él se hace
presente en medio de nosotros, se entrega siempre de nuevo, se hace nuestro,
para que nosotros seamos suyos y aprendamos su amor. El Año de la Eucaristía y
el Congreso recién celebrado en Bari son estímulos que nos ayudan a entrar más
profundamente en este misterio.