La misma solicitud por el verdadero bien del hombre que nos
impulsa a preocuparnos por el bien de las familias y por el respeto de la vida
humana se expresa en la atención a los pobres que tenemos entre nosotros, a los
enfermos, a los inmigrantes y a los pueblos diezmados por las enfermedades, las
guerras y el hambre. Queridos hermanos obispos italianos, deseo agradeceros a
vosotros y a vuestros fieles la generosidad de vuestra caridad, que contribuye
a hacer de la Iglesia concretamente el pueblo nuevo en el que nadie es
extranjero. Recordemos siempre las palabras del Señor: cuanto hicisteis
"a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis" (Mt
25, 40).