Sabemos bien que muchos de ellos no están en condiciones de
comprender y de aceptar inmediatamente toda la enseñanza de la Iglesia, pero,
precisamente por eso, es importante despertar en ellos la intención de creer
con la Iglesia, la confianza en que esta Iglesia, animada y guiada por el
Espíritu, es el verdadero sujeto de la fe, insertándonos en el cual entramos y
participamos en la comunión de la fe. Para que esto se pueda realizar, los
jóvenes deben sentirse amados por la Iglesia, amados concretamente por
nosotros, obispos y sacerdotes. Así, podrán experimentar en la Iglesia la
amistad y el amor que el Señor siente por ellos, comprenderán que en Cristo la
verdad coincide con el amor y, a su vez, aprenderán a amar al Señor y a tener
confianza en su cuerpo, que es la Iglesia. Queridos hermanos obispos italianos,
este es hoy el punto central del gran desafío de la transmisión de la fe a las
generaciones jóvenes.