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Benedicto XVI
Discurso a los sacerdotes de la Diócesis de Aosta

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Sucesivamente, tomaron la palabra algunos sacerdotes, que hicieron al Papa preguntas sobre la educación de los jóvenes, sobre el papel de la escuela católica y sobre la vida consagrada. El Santo Padre respondió así:

La educación de los jóvenes

Son preguntas muy concretas, a las que no es fácil dar respuestas igualmente concretas.
Ante todo, quisiera dar las gracias por haber llamado nuestra atención sobre la necesidad de atraer hacia la Iglesia a los jóvenes, que en cambio se sienten fácilmente atraídos por otras cosas, por un estilo de vida bastante alejado de nuestras convicciones. La Iglesia antigua eligió como camino crear comunidades de vida alternativas, sin fracturas necesarias. Entonces, diría que es importante que los jóvenes descubran la belleza de la fe, que es hermoso tener una orientación, que es hermoso tener un Dios amigo que nos sabe decir realmente las cosas esenciales de la vida.

Este factor intelectual debe ir luego acompañado de un factor afectivo y social, es decir, de una socialización en la fe, porque la fe sólo puede realizarse si tiene también un cuerpo, y eso implica al hombre en sus modos de vida. Por eso, en el pasado, cuando la fe era decisiva para la vida común, podía bastar enseñar el catecismo, que sigue siendo importante también hoy.

Pero, dado que la vida social se ha alejado de la fe - porque a menudo las familias tampoco ofrecen una socialización de la fe - , debemos proponer modos de socializar la fe, para que la fe forme comunidades, ofrezca lugares de vida y convenza con un conjunto de pensamiento, afecto, amistad de vida.

Me parece que estos niveles deban ir unidos, porque el hombre tiene un cuerpo, es un ser social. En este sentido, por ejemplo, es muy hermoso poder ver aquí que numerosos párrocos se reúnen con grupos de jóvenes para pasar juntos las vacaciones. De este modo, los jóvenes comparten la alegría de las vacaciones y la viven juntamente con Dios y con la Iglesia, en la persona del párroco o del vicepárroco. Me parece que la Iglesia de hoy, también en Italia, brinda alternativas y posibilidades de una socialización en la que los jóvenes, juntos, pueden caminar con Cristo y formar Iglesia. Por eso, se les debe acompañar con respuestas inteligentes a las cuestiones de nuestro tiempo: ¿hay aún necesidad de Dios?, ¿sigue siendo razonable creer en Dios?, ¿Cristo es sólo una figura de la historia de las religiones o es realmente el rostro de Dios, que todos necesitamos?, ¿podemos vivir bien sin conocer a Cristo?

Es preciso comprender que construir la vida, el futuro, exige también paciencia y sufrimiento. En la vida de los jóvenes no puede faltar tampoco la cruz; y no es fácil hacer comprender esto. Los montañeros saben que para realizar una gran escalada deben afrontar sacrificios y entrenarse; del mismo modo, también los jóvenes deben comprender que en la ascensión al futuro de la vida es necesario el ejercicio de una vida interior.

Así pues, personalización y socialización son las dos indicaciones necesarias para afrontar las situaciones concretas de los desafíos actuales: los desafíos del afecto y de la comunión. En efecto, estas dos dimensiones permiten abrirse al futuro y, asimismo, enseñar que el Dios a veces difícil de la fe es también para mi bien en el futuro.

La escuela católica

Con respecto a la escuela católica, puedo decir que muchos obispos que han venido para realizar la visita "ad limina" han destacado su importancia. La escuela católica, en situaciones como la africana, se transforma en instrumento indispensable para la promoción cultural, para los primeros pasos de la alfabetización y para elevar el nivel cultural, en el que se forma una nueva cultura. Gracias a ella es posible responder también a los desafíos de la técnica que se afrontan en una cultura pre-técnica destruyendo antiguas formas de vida tribal con su contenido moral.
 
Entre nosotros la situación es diversa, pero lo que aquí me parece importante es el conjunto de una formación intelectual, que haga comprender bien también cómo el cristianismo hoy no está alejado de la realidad.

Como hemos dicho en la primera parte, en la línea del Iluminismo y del "segundo Iluminismo" del '68, muchos pensaban que el tiempo histórico de la Iglesia y de la fe ya había concluido, que se había entrado en una nueva era, donde estas cosas se podrían estudiar como la mitología clásica. Al contrario, es preciso hacer comprender que la fe es de actualidad permanente y de gran racionalidad. Por tanto, una afirmación intelectual en la que se comprende también la belleza y la estructura orgánica de la fe.

Esta era una de las intenciones fundamentales del Catecismo de la Iglesia católica, ahora condensado en el Compendio. No debemos pensar en un paquete de reglas que cargamos sobre los hombros, como una mochila pesada en el camino de la vida. En último término, la fe es sencilla y rica: creemos que Dios existe, que Dios tiene que ver con nosotros. Pero, ¿qué Dios? Un Dios con un rostro, con un rostro humano, un Dios que reconcilia, que vence el odio y da la fuerza para la paz que nadie más puede dar. Es necesario hacer comprender que en realidad el cristianismo es muy sencillo y, por consiguiente, muy rico.

La escuela es una institución cultural, para la formación intelectual y profesional. Por tanto, es preciso hacer comprender la organicidad, la lógica de la fe, y por tanto conocer los grandes elementos esenciales; comprender qué es la Eucaristía, qué sucede en el Domingo, en el matrimonio cristiano. Naturalmente, por otra parte, es necesario hacer comprender que la disciplina de la religión no es una ideología puramente intelectual e individualista, como tal vez sucede en otras disciplinas: por ejemplo, en matemáticas cómo se debe hacer un cálculo determinado. Pero también otras disciplinas, al final, tienen una tendencia práctica, una tendencia a la profesionalidad, a la aplicabilidad en la vida. Así, es necesario comprender que la fe esencialmente crea asamblea, une.

Es precisamente esta esencia de la fe la que nos libra del aislamiento del yo y nos une en una gran comunidad, una comunidad muy completa - en la parroquia, en la asamblea dominical - y universal, en la que todos formamos una familia.

Es preciso comprender esta dimensión católica de la comunidad que se reúne cada domingo en la parroquia. Por tanto, si, por una parte, conocer la fe es una finalidad, por otra, socializar en la Iglesia o "ecclesializar" significa insertarse en la gran comunidad de la Iglesia, lugar de vida, donde que también en los grandes momentos de mi vida, sobre todo en el sufrimiento y en la muerte, no estoy solo.

Su excelencia ha dicho que mucha gente no parece tener necesidad de nosotros, pero los enfermos y los que sufren sí. Y se debería entender desde el inicio que nunca estaré sólo en la vida. La fe me redime de la soledad. Siempre me llevará la comunidad, pero al mismo tiempo yo también debo ser portador de la comunidad y enseñar desde el inicio también la responsabilidad con respecto a los enfermos, a los abandonados, a los que sufren; así se compensa el don que yo hago. Por tanto, es necesario despertar en el hombre, que lleva en su interior esta disponibilidad al amor y a la entrega, este gran don, dando así la garantía de que también yo tendré hermanos y hermanas que me sostengan en estas situaciones de dificultad, en las que necesito de una comunidad que no me abandone.

La importancia de la vida religiosa

Con respecto a la importancia de la vida religiosa, sabemos que la vida monástica y contemplativa atrae frente al estrés de este mundo, presentándose como un oasis en el que se puede vivir realmente. También aquí se trata de una visión romántica: por eso, es necesario el discernimiento de las vocaciones. Sin embargo, la situación histórica confiere cierta atracción hacia la vida contemplativa, pero no tanto a la vida religiosa activa.

Esto sucede especialmente en la rama masculina, donde hay religiosos, también sacerdotes, que realizan un apostolado importante en la educación, con los enfermos, etc. Por desgracia, se ve menos cuando se trata de vocaciones femeninas, donde la profesionalidad parece hacer superflua la vocación religiosa. Hay enfermeras diplomadas, hay maestras de escuela diplomadas; por tanto, ya no aparece como una vocación religiosa, y será difícil reanudar esa actividad si se interrumpe la cadena de las vocaciones.

Con todo, cada vez se ve más claro que la profesionalidad no basta para ser buenas enfermeras. Es necesario el corazón. Es necesario el amor a la persona que sufre. Esto tiene una profunda dimensión religiosa. Así sucede también en la enseñanza. Ahora existen nuevas formas, como los institutos seculares, cuyas comunidades demuestran con su vida que hay un estilo de vida bueno para la persona, pero sobre todo necesario para la comunidad, para la fe, y para la comunidad humana. Por tanto, yo creo que, aun cambiando las formas - gran parte de nuestras comunidades femeninas activas fueron fundadas en el siglo XVIII para afrontar el preciso desafío social de ese período y hoy los desafíos son un poco diversos - , la Iglesia hace comprender que servir a los que sufren y defender la vida son vocaciones con una profunda dimensión religiosa, y que son formas para vivir esas vocaciones. Surgen nuevos modos, y se puede esperar que también hoy el Señor concederá las vocaciones necesarias para la vida de la Iglesia y del mundo.




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